Por Prof. María Inés Vincenti (*)
En estos días conmemoraremos 131 años de los comienzos de Rafaela y se ha oído que serán los 131 años de la ciudad de Rafaela. El día de la celebración se ha convertido en una tradición coincidente con la del santo patrono San Rafael, pero el día exacto del establecimiento de la primera familia aún no lo sabemos y tal vez, nunca lo sabremos.
Estimo que un hecho debe ser aclarado: Se cumplirán 131 años de la colonia Rafaela.
Porque este espacio del centro-oeste santafesino fue una frontera agrícola que se incorporó al aparato productivo, a partir de 1881, a través del cultivo del trigo y bajo el sistema de colonias agrícolas, donde los inmigrantes, fundamentalmente italianos y dentro de ellos en forma abrumadora piamonteses aportaron la mano de obra para que ello fuera posible. Por eso decimos “y en el principio fue la colonia”.
La tecnología aplicada a la agricultura era, en esa época, fuertemente demandante de mano de obra; en consecuencia fue una actividad básicamente pobladora y como corolario se establecieron familias incluso, en un número interesante de casos, en su dimensión extensa.
Originariamente cualquiera de las colonias de la región contabilizaba muchos más habitantes en las concesiones que en las pequeñas villas que poco a poco se fueron configurando. Y Rafaela no fue la excepción.
El informe del Inspector de colonias Víctor Bouchard correspondiente al año 1882 pero elevado al gobierno provincial el primero de abril de 1883 reseña que en Rafaela, “colonia de reciente fundación”, 69 familias habían comprado concesiones, pero sólo la habitaban 11 con 63 habitantes y donde existían 15 ranchos y tenía establecido un almacén al menudeo, pero en las concesiones existían 374 cuadras cuadradas de trigo sembradas que es el equivalente a unas 600 hectáreas.
Contemporáneamente la colonia Susana, también fundada en 1881, contabilizaba 538 habitantes con unas 3.530 hectáreas bajo cultivo, 2077 vacunos, 2 casas con techo de teja, 36 con techo de paja y 134 ranchos. Ya su comercio tenía algún grado de diversificación: una tienda, un almacén, una herrería, una carpintería, dos fondas, 2 hornos de ladrillos y una panadería.
Aurelia, cuyas concesiones habían comenzado a venderse en noviembre de 1880 no registraba aún ningún comercio.
Pilar era en ese momento el centro abastecedor del centro oeste de la provincia de Santa Fe con mayor número de tiendas, almacenes, herrerías, carpinterías, panaderías, hornos de ladrillos, pero ya con dos aserraderos, 2 carnicerías, una botica, una sastrería, dos talabarterías, tres zapaterías, una chanchería, un corralón de maderas y un molino a vapor y contaba con una máquina de trillar a vapor.
Las colonias que rodean a Rafaela: Presidente Roca, Lehmann, Egusquiza, Saguier aún no habían comenzado a poblarse y acerca de Bella Italia nada dice el Inspector Bouchard.
La agricultura exigía una serie de bienes y servicios que no eran indispensables en las zonas ganaderas: herrerías, talabarterías, talleres mecánicos, ferreterías, almacenes de ramos generales, fondas, despacho de bebidas, acopiadores, albañiles, fábricas de carros, algún molino harinero…. La demanda de bienes y servicios vinculados directamente con la agricultura que podían y en muchos casos debían ser obtenidos en la región generaron el establecimiento de pequeños pueblos.
En 1895 se habían formado en el departamento Castellanos 51 colonias agrícolas y el 45% de ellas contaba con un pequeño pueblo, en muchas ocasiones apenas villorrio, que actuaba como centro abastecedor. En los sitios donde se poblaron estancias los pueblos no surgieron.
Luego, cuando entre 1885 y 1890 Rafaela se convirtió en un nudo de encrucijada ferroviaria surgió para este poblado la diferenciación que la catapultó para convertirse en un centro urbano regional pero, por varias décadas, se mantuvo con un marcado rasgo de ruralidad.
(*) Miembro de Número de la Junta Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe.
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