Por Roberto Actis
La noche del martes de esta semana, fue realmente patética, mostrándonos la versión de los dos países en que vivimos. Es que mientras en Tucumán, convertida en epicentro de los gravísimos desórdenes que se extendieron por la mayor parte del país como reguero de pólvora luego del comienzo en Córdoba, había enfrentamientos con saldo de muertos y heridos, gente desesperada en medio de un verdadero caos que llegó a enfrentar a la policía local con los gendarmes en una muestra de la absoluta alteración institucional, en Buenos Aires se desarrollaba la fiesta de los 30 años de la democracia, con música, clima festivo y la presidenta de la Nación Cristina Fernández bailando y haciendo percusión sobre el escenario. Y como siempre, eximiéndose de toda responsabilidad y culpando a los golpistas y destituyentes.
Un enorme y definitivo contraste, un verdadero dislate. Esa era la realidad, en definitiva la única válida e irrefutable, que nos mostraba la pantalla del televisor, variando de contenido con apenas ir cambiando los canales. Las dos Argentina frente a frente, la del país de maravillas y de la década ganada, y la otra, la que se debatía en medio de una confrontación mezcla de violencia, destrucción y muerte.
El sentido común indica, que aún con el significado de altísimo valor que tienen estas tres décadas de tránsito democrático -más allá de los magullones sufridos en el camino-, no era el momento apropiado para la conmemoración, cuando otros argentinos, en otros rincones del país, estaban sumidos en la desesperación, en el medio de lo que en algunos momentos llegó a ser una lucha fratricida. Si la postergación no fue por esa cantilena de no demostrar debilidad, pues entonces debemos coincidir que no ha cambiado nada, y que la postura dialoguista de Jorge Capitanich es un simple maquillaje. De lo cual además, dio pruebas con las idas y venidas con el envío de gendarmes.
¿Cómo se engendró este enorme y desesperante conflicto? Pues por la miopía del gobernador cordobés De la Sota, que no tuvo indicios de lo que se venía, sorprendiéndolo fuera del país y dejando a cargo de la provincia a funcionarios ineptos e irresolutos. Y en igual medida por Capitanich -en definitiva es quien pone el rostro, aunque las órdenes las reciba de la Presidenta-, quien no envió inmediatamente a la Gendarmería "porque era un problema provincial y no le habían pedido ayuda", mostrando su celular sin ese registro. Una verdadera infantilada. Después, cuando algo igual sucedió en provincias gobernadas por afines, como por caso Alperovich en Tucumán, el criterio varió por completo.
De haberse sofocado el cordobazo policial, es muy probable que nada hubiese sucedido, pues no habría tenido imitadores en otros 17 distritos del país. Aquí en Rafaela, como parte de la provincia que vio alzada a su fuerza policial, lo padecimos en carne propia con 4 días de acampe frente a la Jefatura, aun cuando, y debe decirse, no haya sido abandonada la prestación de seguridad. Sí de adicionales, lo cual repercutió fuertemente con el cierre bancario.
De golpe y porrazo, los salarios policiales iniciales pasaron a ser entre 8 y 12 mil pesos, según los distritos. Y está bien que sea de esa manera, pero ¿y ahora? Con seguridad este será el piso para el reclamo de todo el resto de agentes públicos. La policía es importante, sin dudas, ya vimos lo que ocurre ante su ausencia. Pero, también lo son los docentes, los prestadores de salud y de otras áreas públicas.
Seguramente, el Estado podrá afrontar este salariazo que se le viene, pues hemos visto cómo lo resuelve, con emisión. Tiene la máquina de hacer dinero. En cambio, el problema realmente serio lo tendrá el sector privado, que está tambaleante ahora, ¿se imaginan con aumentos salariales así? Generación de inflación en su esencia, es decir, combustible sobre el fuego, ya que justamente es la inflación la generadora de toda esta disputa entre precios, salarios, aumentos y privilegios.
El problema se resolvió bastante irresponsablemente. Es cierto que de alguna manera había que pararlo, pero muchos acordaron estos fuertes aumentos salariales sin tener la plata para pagarlos, recordemos que de la masa de recursos la Nación se queda con el 74% y entre los 24 distritos se distribuye el 26% restante. Una inequidad explosiva.
Pero además, si en lugar de combatirla se sigue incentivando la inflación, ¿por cuánto tiempo durará el poder adquisitivo de estos nuevos salarios policiales?, tal vez unos 6 meses y todo volverá a ser como antes.
Si de aquí a 2015 se piensa transitar por este rumbo, poniendo parches y avanzando como se pueda, calificar la perspectiva que tenemos por delante es complicada, es ponerle un tono optimista.
Fue además esta semana, de luto para la Justicia, un crespón negro más que se le cuelga en este tiempo. La suspensión del fiscal José María Campagnoli, por haber cumplido su deber. Claro, se atrevió a investigar a Lázaro Báez y las bolsas de dinero -esas que pesaban en lugar de contar uno a uno los billetes para no perder tiempo-, directamente relacionadas con la familia Kirchner. Su actuación la respaldó el Juez, la Cámara, pero lo suspendió un oscuro organismo de mayoría kirchnerista (4 a 3) por indicación de la procuradora Gils Carbó. ¿Se acuerdan que a Reposo lo rechazaron porque se dudaba de su imparcialidad?
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