Por Roberto F. Bertossi
Esta vez en España no hubo que hacer sondeos a "boca de urna", ni esperar los resultados de alguna mesa gallega de Necochea ni dislate semejante.
Más de cinco millones de personas sin trabajo decente explicaron y predijeron que los ciudadanos votarían masivamente al PP y la izquierda daría la espalda a los socialistas.
“No va a ser una buena noche para el PSOE”. Estas palabras de Elena Valenciano, portavoz del comité electoral del PSOE, pronunciadas alrededor de las 20:21 (hora española) son más que un detalle.
No existen antecedentes de un partido político que haya anunciado su derrota nada más cerrar los colegios electorales. Valenciano no usó eufemismos al referirse a la eventual derrota de su partido. “Vamos a retroceder, posiblemente tendremos una pérdida de gobiernos municipales y autonómicos”; “El resultado de estas elecciones está directamente relacionado con la crisis económica y sus efectos en la sociedad española y sobre el estado de ánimo colectivo” que tiene a los indignados como protagonistas centrales de tanto maltrato, postergación y exclusión.
“Esta crisis ha golpeado duramente a los españoles donde más duele, en el empleo”, añadió Valenciano al admitir la contundencia del castigo. “Mucha gente lo está pasando mal y esta ha sido la primera ocasión en la que los ciudadanos han podido pronunciarse con sus votos desde que nos golpea la crisis”, concluyendo la portavoz: “Ha sido la expresión de un malestar colectivo legítimo y comprensible, en las actuales circunstancias” expresado como nadie por la manifestación tiesa y multitudinaria, por la gallardía de todos y cada uno de los indignados y de las indignadas.
Las indignaciones espontáneas encarnadas en su mayoría por jóvenes españoles y alimentadas desde las redes sociales, hartas y asqueadas de tanta corrupción política y de modelos económico-financieros conservadores importados viene atrayendo cada día a más personas, en un momento en que la economía española intenta vanamente salir de tan tremenda recesión.
El `verdugo´ de la crisis española dejó más del 21% de desempleo, tasa que supera el 44% entre los jóvenes de menos de 25 años.
Estos jóvenes "garrafiñados" sin nada de "gilipollas ni gilipoyas" corporizan como nadie con "su resistencia pacífica, digna, neutral ya transfronteriza" el clamor global que bien interpreta, traduce y comunica uno de sus manifiestos: “Queremos una sociedad nueva que brinde prioridad a la vida buena por encima de los intereses económicos y políticos. Todos esos muchachos y muchachas con más gloria que réquiem abogan por un cambio en la sociedad y en la conciencia social demostrando que la sociedad no se ha dormido sino que ha despertado en el "grito mudo de su arenga" trasnacionalizada arrebatando a algunos presidentes a atajarse con manifestaciones falaces como por caso: “nosotros supimos atender a tiempo todo eso que ahora indigna a estos jóvenes en el mundo”, mendacidad denunciada y verificable -por ejemplo-, en la secular y estructural “pésima suerte?” de todos y cada uno de nuestros aborígenes sobrevivientes no obstante el artículo 75 inc. 17 de nuestra Constitución Nacional, todo ello sin detenernos en los índices reales de pobreza, indigencia y exclusión ¡faltaba más!
Los indignados españoles con su dignidad como una presencia de mirada profunda continuarán con su revolución pacífica mediante concentraciones progresivas ante los consulados, las embajadas, el FMI y tales puesto que su reclamo de hace una década y el de las calles españolas de hoy dicen: “Somos seres humanos, no sólo asunto de las estadísticas del consumo o peldaños para el asalto a la riqueza de algunos”
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