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Notas de Opinión Miércoles 12 de Enero de 2011

Manuelita, el Chueco y Nico se fueron juntos

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Edgardo Peretti

Por Edgardo Peretti

Manuelita, el Chueco y
Nico se fueron juntos


Por Edgardo Peretti


Manuelita ya no vive en Pehuajó.
Se fue un día de verano cuando el calendario aún era joven y se hizo inmortal con sus palabras, sus melodías y su firme convicción a favor de la vida. María Elena Walsh fue una heroína de la resistencia a lo aburrido, lo obligado y lo inmoral; fue una luchadora incansable por aquellas cosas que a la gente le hacen bien: vivir, por ejemplo. Ni el encono de los dictadores, que mató a tantos, se atrevió a callarla. Pero no sólo por eso es eterna, ni –mucho menos- símbolo.
Generaciones de argentinos y lectores hispanos aprendieron a cantar con ella historias simples y profundas; agradables y directas, especiales e inigualables.
Tenía 80 pirulos, pero ya era inmortal mucho antes de cerrar los ojos. Su personaje más famoso, la tortuga Manuelita la llora en silencio y ya anunció que jamás volverá a cruzar el mar, y tampoco vivirá más en Pehuajó. Se irá detrás de la autora de sus días; a los laberintos del mundo de la imaginación que supo crear.
El “Chueco” Alberto Larrué tenía 81, pero no se notaba. Le hizo un gasto tal a la vida que a la hora de los balances esos que hacen los contadores, tiene saldo a favor. No le importaba la edad, porque siempre era joven y se nutría de las sangres de los que tenían menos años para seguir cantando tangos o alargando una mano. El eterno pucho que le colgaba de los labios o se acomodaba aristocrática y repetitivamente en sus dedos, era casi como su símbolo.
Tenía más noches que ninguno y la voz cascada era un símbolo de muchas cosas, pero especialmente de aquellas que se hacen carne en la piel cuando la mano viene dura. Alberto Larrué era más famoso que Nelo Ambrosino, pero habitaban en la misma formación corporal.
Un día de estos habrá que preguntarle a Carlos Beceyro cuál era el tango preferido de Larrué, ese que entonaba como ninguno. ¿”La última curda”? Quizás. Ahora ya es anécdota. Tal vez ya esta noche actúe en un escenario donde el tiempo sea sólo una referencia triste y donde el público se renueve a cada rato, a cada minuto, en el eterno devenir de las cosas que la inmortalidad guarda sin compartirlas con nadie.
El “Chueco” Larrué ya no se sentará en la vereda de ”La Gloria” a tomar un café.
Para Alcides Nicolini quizás no haya homenajes ni palabras inmensas. Era un tipo simple que degustaba sus días yendo a la cancha a ver al 9. Vecino cordial y atento, exhibía su barba blanca y patriarcal en las veredas del barrio. Tenía 82.
Nico ya no irá a la cancha, al menos al lado del tejido; ahora tiene platea en otra dimensión y se dará el lujo de compartir alientos con la historia de sus amores. Y es más que probable que nada lo uniese a la mamá de Manuelita y al Chueco, pero eran tres referentes propios de esas cosas que hacen palpitar el alma, y que se fueron juntos cuando enero se empezaba a hacer mes y al año le faltaban aún tantas lágrimas.

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