Por Roberto Actis
La expresión "más papista que el Papa" tuvo su origen en la calificación de quienes se creían más católicos que el propio jefe de la Iglesia. Hoy aquí, en la Argentina de este tiempo, han aparecido los que son "más cristinistas que Cristina", pues de ese modo lo permiten deducir ciertos episodios ocurridos en los últimos días, donde muchos parecen estar disputándose el sitio de mayor obsecuencia hacia la presidenta de la Nación, ya que cuesta interpretarlo de otro modo. Incluso, la misma Cristina dejó lugar para que se piense de esa manera, pues durante su discurso del martes abriendo las ordinarias del Congreso aludió a la actitud de "los que siempre me quisieron y los que ahora me quieren un poquito más que antes". Clarito como el agua, palo que le apuntó a la cabeza de varios que hoy se comportan más como cortesanos que como funcionarios.
Como para aliviar un poco la cuestión, Cristina habló de "campaña de difamación" sobre la propuesta de reforma constitucional para 2015 por lo de la "eternidad". ¿Campaña de quién? Si fue Diana Conti, -avenida ultra kirchnerista, luego de haber sido senadora de la Alianza- una de sus espadas legislativas, la que lo propuso.
De paso, y ampliando algo más sobre el tema, aprovechó para separar los tantos. ¿Cómo pensar en 2015 si ni siquiera confirmó que será candidata en octubre? Mantiene en ascuas a la oposición y seguro que así lo hará hasta la expiración del plazo de inscripción, pero la verdad que no hay nadie que dude que será candidata. Lo de primera o segunda vuelta es otra cuestión, ya que los tiempos aquí suelen ser muy cambiantes.
Pero el exceso de cristinismo no fue sólo de la Conti, pues ahí tenemos los casos de los titulares de la agencia oficial de noticias Telam y de la Biblioteca Nacional, en los que la Presidenta debió intervenir personalmente para hacerlos cambiar de rumbo. Martín García se pasó de la línea publicando una biografía de los Kirchner que poco los favorecía, además de la imagen del "néstornauta" en el logo de la agencia y modificando su eslogan por "agencia de noticias del pueblo". En tanto González promovió el intento para impedir al laureado escritor Mario Vargas Llosa -un severo crítico del enriquecimiento de los Kirchner- encabezar el acto de apertura de la Feria del Libro. Excesos de fervor y obsecuencia que llevan a posturas desubicadas, siendo la única que aparentemente puede ponerlos en vereda la misma Cristina. La verticalidad es tanta, que no hay otra autoridad a la vista.
El tirón de orejas a los gremios -especialmente amigos- también fue llamativo, por medidas de fuerza en las que toman de "rehenes a los usuarios". Cuando la gente del campo cortó rutas, los gendarmes lo llevaron detenido poco menos que a la rastra a D´Angelis, y otros dirigentes que cortaron la autopista Rosario-Buenos Aires fueron procesados. ¿Y ahora que cortan los trabajadores ante cualquier conflicto? Cristina les dijo a los gremios "quiero seguir siendo compañera de los sindicatos y no cómplice". Y no es la primera vez que se refiere en estos términos.
Pero donde el cristinismo ultra tiene su mayor penetración es con la organización "La Cámpora" que tiene como conductor a Máximo Kirchner, aun cuando desde la muerte del padre parece haber ido alejándose para dedicarse de lleno al manejo de los negocios de la familia en el sur del país. El hombre fuerte del momento, al menos al que se menciona incluso como posible para la fórmula, es Juan Manuel Abal Medina, a cargo de la comunicación, de los medios y de la montaña de dinero para publicidad.
Militantes -como a ellos les gusta definirse- de ese espacio, están pertrechándose en muchos de los organismos y empresas del Estado, llámense Aerolíneas, AFIP, ANSeS, Aduana, PAMI. Puestos de lineamientos intermedios, pero con un poder que puede exceder el de sus superiores, ya que con un simple llamado telefónico se llega a despachos impensados del poder. Algunos analistas de la actualidad le están buscando cierta similitud con hechos ocurridos en el pasado, llegando a espantarse. En estos casos, y como decimos siempre para evitar apresuramientos que luego obligan al retroceso, lo mejor es dejar pasar el tiempo y ver cómo se desarrollan los hechos. Tal vez no sea para tanto.
Da la sensación que este sector de los ultras, que desalojó a algunos otros que fueron perdiendo favores -y más que nada algo de escaso poder-, tiene hoy un afán desmedido por empujar a Cristina hacia la reelección, y luego a la "eternidad", aunque esto se haya escapado en público. Lo que se visualiza, es que hay poco menos que desesperación por estos objetivos.
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