Por Fernando Algaba
La encuesta de mi autoría difundida el lunes 22 de julio pasado en LA OPINION sobre el probable escenario electoral de las Primarias en la intención de voto de los precandidatos a Concejal de Rafaela ha sido portadora de buenas para unos y malas noticias para otros según las expectativas que cada uno tenía.
Las reacciones han sido variadas. Entendibles y comprensibles. Algunas compartidas y otras no. Cada uno está en su derecho de ver lo que quiera ver. Cuestionar y cuestionarse si así lo cree o aceptar sin más.
Analizando estas repercusiones con el especialista y autoridad mundial en Psicología Política y reconocido Consultor Político (Director de psicociudad.com), destacado académico y con extensa trayectoria profesional, el uruguayo Daniel Eskibel comparte su análisis al respecto luego de observar la situación: “Siempre ocurre así, maten al mensajero. Si una encuesta me da mal, entonces pido la cabeza del encuestador. Es casi un automatismo en muchos políticos. Parece haber una especie de pensamiento mágico que cree que una encuesta, solita y sola, puede cambiar el curso de una campaña electoral. No es así, lo sabemos. Una multiplicación de encuestas de distintas empresas serias que a lo largo de las semanas vayan indicando el mismo resultado seguramente que sí activará el oscuro sentimiento de manada que tenemos todos los seres humanos. Esa multiplicación podría terminar operando a favor del candidato a quien todos dan por ganador, pero no una sola encuesta. ¿Cuál es el efecto de una encuesta aislada sobre el electorado? 1) Los votos duros de cada partido no se mueven, siguen donde estaban; 2) Los votos imposibles de cada partido tampoco se mueven; 3) Los votos blandos difícilmente se pierdan por una sola encuesta. O sea que seguirán siendo blandos; 4) Los votos posibles, con una sola encuesta, quedarán a la expectativa. O sea que seguirán siendo posibles; 5) En suma: por lo general no produce grandes movimientos en el electorado. ¿Por qué la reacciones entonces? Los que van primeros en la encuesta quieren aprovechar la oportunidad para ganar “momentum”, impulso, fuerza de campaña. Entonces aceptan y difunden porque confían en que la encuesta será una herramienta más de su propia campaña. Los que vienen más atrás en la encuesta generalmente explotan contra la misma porque tienen miedo de que el resultado refleje realmente la realidad. Y su respuesta descalificadora de la encuesta generalmente constituye un error de campaña. Es más probable que retrocedan en la opinión pública por su mala respuesta a la encuesta que por el resultado que da esa encuesta. Eso nos llevaría a pensar qué hacer, cómo responder de modo inteligente y práctico cuando las encuesta te dan mal.”
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