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Notas de Opinión Miércoles 15 de Noviembre de 2017

Naturalizar el horror

HICIERON MUCHO. Nelson Mandela y Margarita Barrientos. FOTO ARCHIVO

Edith Michelotti (*)

Por Edith Michelotti (*)

Desde la cima de la escalera ascendente

que es la vida, el repaso de las marcas en los peldaños inferiores,

se impone. Obviando lo personal, lo profesional, lo laboral, quiero

analizar lo que hemos hecho socialmente las personas de mi

generación, para bregar por un mundo con equidad, paz, libertad y

justicia. Honestamente, no me siento orgullosa de los resultados

obtenidos. No debo colocar a todos en la misma bolsa ya que algunos

no han hecho casi nada y otros han hecho mucho, como los Laureano

Maradona, los Mandela, o las Margarita Barrientos. A las pruebas me

remito. Entonces siento un poco de vergüenza. Nos llegan las

noticias de corrupción, muertes de niños, de jóvenes, femicidios,

asaltos, robos, y damos vuelta la página del diario, o hacemos un

click relajante, en búsqueda del gol, del baile o la mediocridad de

la farándula. Y no vemos, pero no por eso dejamos de saber, las

atrocidades que suceden cada día, desde las más simples a las más

graves, donde la falta de respeto, el deshonor y el desprecio por la

vida llegan hasta límites extremos como el crimen solitario u

organizado. Donde los jueces, nos asustan haciéndonos sentir que la

justicia suele ser aplicada según los códigos personales de cada

uno, donde los alumnos pretenden imponer a los maestros como debe ser

la educación, donde la violencia es la respuesta de los incapaces, y

la mayoría no sabe si respeto se escribe con z o con s. Los que sí

sabemos qué es el respeto, llevamos implícito el compromiso de

conservarlo. Nos queda la sensación, y esta vez sí es una

sensación, de que no podemos hacer nada. De que todo es demasiado

complejo y difícil para que podamos solucionarlo los ciudadanos de a

pie.

Y resignados hacemos malabares para subsistir con magras

jubilaciones, soportamos el maltrato de los PAMI del país, vemos

morir nuestros niños y nuestros jóvenes, observamos que los

corruptos integran los espacios de la izquierda, el centro y la

derecha. Que la justicia es lenta a propósito, porque sino, tendría

que ser justa. Retomo, y pregunto: ¿el horror se ha instalado entre

nosotros y seguimos como si no existiera, cruzando los dedos para que

no nos toque muy de cerca? La desdichada respuesta positiva abre paso

a otra pregunta que se impone: ¿No podemos hacer nada?

Me niego a

creer que estemos muertos en vida. Aún palpitan las ansias de

libertad, paz y justicia por mis venas y seguramente por la mayoría

de las de mis contemporáneos. Despertemos amigos de la generación

de los 40 y los 50, la más maltratada de todas las que recuerdo.

Convivir con el horror, no es normal. No permitamos que lo sea.

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