Saltar menú de navegación Teclas de acceso rápido
Notas de Opinión Sábado 15 de Octubre de 2011

Nosotros y la crisis política

Leer mas ...

Silvia Peralta

Por Silvia Peralta


La lengua inglesa es especialmente práctica y evolutiva. De modo fácil y asertivo se actualiza generando palabras. En sus múltiples “best sellers” Alvin Toffler, el sagaz analista del siglo XXI, ha sabido aprovechar muy bien esta velocidad y precisión generativa que le brinda su idioma. Unos de sus últimos vocablos son “obsoletizar” y (to obsolete) y “conobsoleto” (knowbsolete). Mientras que el primero tiene significado obvio, el último no tanto y se refiere al conocimiento fuera de foco pero que aún es tomado como referencia.

Las crisis actuales nos dicen que esta sociedad del siglo XXI sigue enmarañada en sus conobsoletos del siglo pasado. La maraña es lógica. La revolución tecnológica ocurrida desde los '80 ha sido tan imparable y vertiginosa, que asumir socialmente las profundas consecuencias y responder a ellas orientativamente es más que un desafío. La reorientación es más difícil cuando los conobsoletos son emblemáticos y mantenidos por las elites del establishment. Tal el caso del capitalismo como sistema autoregulable sin intervención estatal. El mismo –que había sido pautado hace unos 250 años por el profesor escocés Adam Smith- básicamente analizaba como la masiva producción de bienes y la división del trabajo fabril, producía ganancias al abaratar precios. Dicho proceso que luego dio en llamarse capitalismo productivo, siempre sería beneficioso para la sociedad, decía el autor en la obra que dio origen a la economía como ciencia. Este paradigma sufre un gran jaque desde los 80 en que el mundo interconectado ha permitido que el capitalismo financiero se expanda con voracidad insaciable, superando ampliamente al capitalismo productivo pautado por Smith. Hoy los desajustes en la economía monetaria sacuden a los gobiernos. Pero es tan fuerte la “patria financiera” que ni aún en Europa los políticos de consuno se animan a aplicar la “Tasa Tobin” que es un impuesto del 2 o 3 % a las transacciones internacionales que tendría un impresionante poder estabilizador y proveería de fondos extra. Pero no. De acuerdo al conobsoleto, eso sería intervencionismo. Nosotros, que no somos de ninguna elite del establishment, atónitos miramos como luce imparable la crisis en la economía mundial.

También contemplamos atónitos a la crisis de la política. Al respecto Toffler considera que hoy los partidos tal como los conocemos están obsoletizados y, sin distinción de banderías –si no evolucionan- se encaminan hacia su abolición. Con respecto al sistema político americano, desde los '60 trató de adaptarse a los cambios. Para ello el gobierno federal fue tomando más y más funciones. Para llevarlas a cabo hizo crecer enorme y pesadamente su aparato burocrático (respuesta típica de la era industrial). Porque solo burocráticamente se tenían que organizar las fábricas, los sindicatos, los gobiernos, las escuelas. Y el resto de las instituciones.

“Estamos presenciado una profunda crisis –dice Toffler. No de este o de aquel Gobierno. La tecnología política de la segunda ola está rechinando, gimiendo y funcionando peligrosamente mal. El fracaso en la toma de decisiones no es monopolio de un solo partido ni de un solo presidente. Y tampoco es un proceso puramente americano. El sistema político zigzaguea erráticamente de día en día. … Un destacado senador me habla en privado de su profunda frustración y de la sensación de que no puede conseguir nada útil. Se pregunta “¿Vale la pena?”

“En esta hirviente semianarquía, las personas corrientes se vuelven amargamente cínicas. No solo sobre sus propios representantes, sino -más ominosamente- sobre la posibilidad misma de estar representadas en absoluto. Más que ira, los ciudadanos están ahora expresando repulsión y desprecio hacia sus dirigentes políticos y funcionarios gubernamentales. Notan que el sistema político, que debería servir de rueda de timón o estabilizador, en una sociedad zarandeada por el cambio está inutilizado, desconectado, fuera de control”.

Debido a esta sensación de ingobernabilidad, Toffler advierte sobre el espejismo del “complejo mesiánico”. Que es la ilusión de que podemos ser salvados cambiando al hombre (o mujer) situado en la cumbre. A Hitler se lo toma como ejemplo culminante de este obsoletizado complejo. Pero “aún los líderes fuertes más democráticos como Roosevelt, Churchill o De Gaulle están fuera de lugar e ineptos. La “debilidad” de los líderes actuales es menos un reflejo de sus cualidades personales que consecuencia del derrumbamiento de las instituciones de que depende su poder. De hecho, su aparente “debilidad” es el resultado exacto de su acrecentado “poder” para interactuar en una sociedad más abierta, diversa y compleja. … no se necesita un mesías político para salvarnos del desastre. Aunque estuviéramos mandados por tantos genios y héroes, seguiríamos situados ante la crisis terminal del Gobierno representativo, la tecnología política de la Era de la segunda ola”.

Entonces hay razones para que la nuestra sea una sociedad crispada. ¡Cómo para no! Si notamos -como dice Toffler- que el sistema político, que debería servir de rueda de timón o estabilizador, está totalmente desconectado de nosotros, como sociedad del siglo XXI. ¡Si insisten en declamar irrealidades que hace que vivamos en mundos distintos! Pero salgamos de este círculo vicioso. ¿Para que estresarse con lo que está fuera del control de uno mismo? Optando por su bienestar psíquico, hay solo una cosa de la que uno puede asumir control. Y es de su actitud. De cómo uno elige responder ante las circunstancias. Porque aunque la elite política se aferre a conobsoletos ya insostenibles y resista los paradigmas del siglo XXI yo, en mi fuero interno, bien puedo aspirar a vivir intensamente esta era presente. Que es compleja pero muy interesante. Entonces, en vez de resistir los cambios, aceptar los hechos. Los muertos están muertos y el siglo XX ya pasó. Cualquier esfuerzo que hagamos por soltar la resistencia al cambio y soltar el ayer es valiosísimo. Pues para pacificarnos no necesitamos ir a veinte o cuarenta años atrás y “saldar cuentas”. Todo lo contrario. Ya que –no nos engañemos- no se puede mirar atrás y adelante al mismo tiempo.

Personalmente no quiero volver. Quiero dejar atrás cuanto antes la corrupción y la economía del delito. Quisiera estar lo antes posible en un futuro de trabajo, pluralista y sin atropellos o falsas aperturas. Un futuro sin chismes distractores. Uno con más concordia, apertura y diálogo. Quiero pensar que todos y cada uno puede hacerlo fácil si, con paso firme, decide adueñarse de su energía inteligente inclinada al Bien por gracia de Dios. Y decide, con alivio, autoreferenciarse sólo en el hoy. Porque hacerlo es saludable. Da claridad de mente. Llena de vitalidad. Y de ansias de vivir.


(*) Catedrática de Ciencias Sociales Anglosajonas del Instituto Superior del Profesorado de Rafaela.

Seguí a Diario La Opinión de Rafaela en google newa

Los comentarios de este artículo se encuentran deshabilitados.

Te puede interesar

Teclas de acceso