Por Redacción
Es mi solitario criterio, que la problemática existente entre “padres - alumnos” y el “magisterio-educación” radica en la persuasión de que la libertad es un quehacer irrestricto, donde cualquier limitación implica un atentado al “libre” ejercicio de la misma, sin considerar la consecuencia de mi conducta…si me dedico al libertinaje (vicio esclavizante) o a la liberación (virtud integradora). La libertad, al ser una creatividad del intelecto, algo que la racionalidad debe elaborar, se transforma en virtud, perdiendo su actual carácter de derecho. Trataré de explicar este enfoque.
Hace algún tiempo, en Las Perlas del amanecer, que publica el Diario La Opinión encontré un pensamiento excelente; decía: “cerebro, órgano gracias al cual pensamos…que pensamos”; ¡eso es humor! Y del bueno, porque no se puede negar que moviendo el intelecto pensando cosas como: ¡que frío que hace! ¡cómo moja la lluvia!... se piensa, pero de un modo primitivo y sin incidencia racional de peso; si al pensamiento de Las Perlas le cambio una palabra y digo: “cerebro: órgano, gracias al cual pensamos…que razonamos”…eso es una tragedia! Y de las grandes, que a un consciente lo invita a llorar de angustia. ¿Razonamos? Nuestro criterio actual, de que la libertad es un derecho y no una virtud, contesta a la pregunta por sí mismo. Pero antes de demostrar que mi razonamiento no es una mera elaboración fantasiosa, quiero expresar que hay dos maneras de razonar: una, la que yo uso, es razonar siempre de manera referenciada; siempre vuelvo para comenzar a razonar a la raíz, al origen, o si prefiere, a un común denominador; es una metodología que me mantiene en las proximidades de la realidad y de la lógica. La otra manera de razonar, la que nunca uso, es la acrobática, que realiza piruetas y saltos mortales de gran impacto en la mayoría de los intelectos, pero que por falta de raíces referenciales, al investigarse, se pierden en la neblina del olvido por carecer de sustentación en la lógica y la realidad. Su contribución al caos conceptual reinante es significativa; genera desórdenes y virulencias de volúmenes diversos, que angustian.
Si yo hiciere una encuesta preguntando: ¿Los humanos entre sí, son independientes? ¿Qué respuesta se supone que recibiría? Sin duda me dirían: ¡claro que somos independientes ya que cada cual hace algo diferente en el mismo instante! Es verdad, pero a pesar de ello no somos independientes el uno del otro; nos liga sobre la faz de la Tierra la ley de la gravedad; nos liga a nosotros al igual que a todo lo demás que existe y mora en la superficie de la Tierra. Deje vagar su imaginación por un instante y piense lo que pasaría si la ley de la gravedad dejara de funcionar por diez minutos. Todo lo retenido sobre la faz terráquea se elevaría en forma proporcional a su peso, incluidos el aire y el agua que saldría de cauce ocupando espacios aéreos; perderíamos capacidad respiratoria; por lo que minuto más o minuto menos, todos nos transformaríamos en “humanitos voladores fritos” (por los diversos rayos solares). Pero como el reino animal (incluido el hombre) para subsistir, necesita de movilidad (a diferencia de la flora que debe esperar que llueva), la sabia madre naturaleza nos ha provisto de autonomía dinámica. Ha elaborado pues, que seamos “dependientes con goce de autonomía dinámica”. Digamos, que dicha autonomía es lo que hoy llamamos erróneamente “ejercer la libertad”. Nos faculta a decidir, a optar y elegir, a movernos por lo que jurídicamente visto es un derecho (para una sociedad que se considere civilizada). La cronología natural establece que la autonomía es un derecho, permitiendo que ejercer la libertad se transforme en un valor humano creable: si me dedico a “hacer lo que me place” soy un cultor de la anti-racionalidad que termina en desórdenes, inconductas, libertinajes, vicios y autoesclavitud, que es la peor de todas… o me dedico a “hacer lo que sé que debo hacer” con lo que doy una acabada demostración de racionalidad que me conduce al estado de “liberado de esclavitud” (virtud), al fabuloso estado de “integrado universal” al cual deberían aspirar todos los humanos de buena y no tan buena voluntad. Antes de ir a la educación quisiera señalar que como se ve razonar establece cronologías de valor con profunda incidencia en el lenguaje. A medida que sea reconocida, contribuirá a la disminución paulatina del caos conceptual reinante.
La libertad como valor humano elaborado y como virtud, jamás debería “ser” un palo en la rueda para la educación y provocar enfrentamientos entre “padres-hijos” y el magisterio. Mi propuesta concreta sería comenzar a separar conceptos lingüísticos: una dinámica es “enseñar” otra “instruir” y otra muy diferente es “educar”. Los actuales ministerios de educación “enseñan, instruyen pero no Educan” ¿Por qué? Se ajustan al pensamiento que “nadie puede enseñar lo que ignora”. Sin eufemismos… ¡esto es así! La educación está íntimamente ligada al tercer problema no resuelto de la filosofía denominado: el problema “ético-moral”. ¿Cuándo soy ético y moral? Es una cuestión exclusiva de dinámica pura, de máxima pureza, quedando los conocimientos en un segundo plano; es cuando el hombre aprende a "ser" y a elaborar conductas con el fin de lograr una meta positiva, como ser un integrado universal, un humano equilibrado y armónico que aporta sus valores personales (no sus vicios ) a la convivencia social. Para consolidar esta pretensión, la humanidad necesitaría del concurso de la educación, por aquella verdad: “que nadie nace sabiendo”. Aquí empieza la importancia del saber diferenciar soltura de libertad que se empieza a comprender cuando relacionamos adecuadamente a irracionalidad y racionalidad entre sí. La irracionalidad es la gran dimensión universal que nos hace “interdependientes con autonomía dinámica” y al aportar instintos, sentimientos e intuiciones confiere a fauna y flora (salvo el hombre) características de especie que a su vez confiere previsibilidad a las diversidades de fauna y flora. Siempre sabemos “como tomar, que esperar” de cada “ser”. Su definición es: “obedecer no sapientemente a las leyes universales”, lo que nos explica el porqué el universo es una relojería de precisión que permite a la astronáutica realizar sus notables proezas.
La racionalidad al ser complementaria de irracionalidad (no polar y contraria) continúa en el campo energético-mental con nuestra “interdependencia con autonomía”, lo que implica a una invitación a formar nuestro cuerpo energético-mental cuya madurez y equilibrio no nos vienen servidos en bandeja. Es aquí: que debería integrarse la educación en la formación de conductas que al conferir previsibilidad a la especie, la dotaría precisamente de Características de especie! La complementariedad de racionalidad emana de su definición: “obedecer sapientemente a las leyes universales”. Y aquí se explica con claridad lo que no acontece generalmente en la vida del hombre: que obedezca a alguna ley universal voluntariamente mediante su decisión y razonamiento, no su impulso desmedido. Por ello vivimos en el mundo del caos conceptual, en el reino del revés como decía María Elena Walsh! “Diluir” nuestra abulia racional sería un buen principio para lograr un mundo mejor.
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