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Notas de Opinión Miércoles 12 de Abril de 2017

Nunca es tarde para la rehumanización

USO DE ARMAS QUIMICAS EN SIRIA

Agrandar imagen ARMAS QUIMICAS. Fueron utilizadas en Siria. FOTO ARCHIVO
ARMAS QUIMICAS. Fueron utilizadas en Siria. FOTO ARCHIVO
Victor Corcoba Herrero

Por Victor Corcoba Herrero

El mundo se mueve en una encrucijada de caminos en los

que únicamente la senda de la integración entre culturas puede ayudarnos a un

futuro armónico verdaderamente esperanzador. La humanidad hoy corre serios

peligros de extinción. O conciliamos nuevos abecedarios que nos reconcilien

para vivir unidos, o esta deshumanización que soportamos nos lleva al caos más

tétrico. Cada persona tiene tras de sí una contribución que hacer a la sociedad

y hay que dejarlo que se pueda realizar humanamente como individuo. Nadie puede

ser excluido, todos tenemos algo que aportar, pues la vida es como un poema en

el que todos los versos son requeridos para embellecer el planeta. En

consecuencia, las diversas culturas han de aprender a compartir el intercambio

de experiencias y buenas prácticas, cuando menos para prevenir  los flujos de mercancías ilícitas, así como

mejorar la localización de personas que son auténticos lobos para sí mismos y

los demás.

 


Nuestra historia como especie pensante está crecida de

trágicos capítulos de venganza y odio, de los que hemos de tomar buena nota para que no vuelvan a suceder. Hoy

más que nunca, tenemos que dignificarnos, permanecer en guardia ante posibles

locuras humanas, hacernos valer como ciudadanos, pensar en nosotros como

familia para poder sentirnos linaje, desde la tolerancia y el respeto por los

derechos humanos de todas las personas. Lo que no es de recibo es quedarse indiferente

ante esa multitud de acciones asesinas.

En 2012 ya surgieron los primeros

informes del uso de armas químicas en Siria. A partir de entonces, los alcances

han sido frecuentes. La comunidad internacional no puede mirar para otro lado. Tampoco

podemos quedarnos en la mera prohibición, hay que hacer justicia, más pronto

que tarde, a los que infringen la normativa internacional, porque representan

una barbarie que no podemos tolerar. Es hora de unirse, por tanto, de activar

todos los diálogos, pero también de construir un mundo más seguro y

responsable. Si en verdad queremos un orden más poético, basado en la unidad de

todas las culturas, hay que promover otra escala de valores, más humanista, que

genere un clima de confianza y de convivencia sincera.

 


Por desgracia, somos una generación que hemos perdido

el sentido humano de las cosas. Todo lo dilapidamos en caprichos, en lugar de

activar un desarrollo más de la vida que de la muerte, de los valores y no del

valer (como poder que aplasta), de la salud y la lucha contra la pobreza

extrema. Estoy convencido de que tenemos que despertar a un corazón más justo y generoso. Quizás sea necesario repensar muchas cosas para

poner fin a las hostilidades, adoptando otras medidas más solidarias, sobre

todo para garantizar el acceso sin obstáculos a la asistencia humanitaria, que

tantos ciudadanos nos imploran cada día. A veces pienso que es hora de limpiar

la tierra de cizaña, pero no de manera altanera, sino con la compasión y la

sencillez de tantos sufrientes, con la moderación y el intelecto preciso, con

el sentido de tender la mano y la búsqueda del abrazo. Sea como fuere, no

podemos seguir destruyéndonos, sino reencontrándonos. Nunca me cansaré de

repetirlo. Prevalezca la razón y no las armas.

 


Naturalmente que cuesta

creer el activo de una nueva carrera de armamentos en una era del conocimiento

como la actual. En ocasiones creo que somos estúpidos e incoherentes en

nuestras actuaciones. Son tantos los asuntos que nos debieran hacer meditar,

que tal vez por falta de tiempo, no hayamos aprendido a discernir lo primordial

de lo superfluo. Mejorar la vida de las personas en todo el mundo, como el

auxilio en caso de desastres, la educación y la sanidad, ha de ser algo tan

urgente como ecuánime. Después, avivar otros cultos, o si quieren otros

lenguajes, más comprensivos con todos. Olvidamos que la paz no se impone, se

trabaja más desinteresado.

Nunca es tarde para este buen propósito. Reiteremos el poema al uníxono: menos armas

y más abrazando la verdad, defendiendo toda existencia, perseverando con lo equitativo, sustentando la

benevolencia en definitiva. Es cuestión de ponerse todos en servicio, a donarse

y a perdonarse, a vivir y a revivirse, pero con el amor más desinteresado.

Nunca es tarde para este buen propósito. Reiteremos el poema al uníxono: menos armas

y más alma.  

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