Por Roberto Actis
Aunque con ciertos vaivenes consecuencia del impacto que hacen las condiciones climáticas en las cosechas -sequías, inundaciones, heladas, granizos-, la Argentina tiene una producción de alimentos que alcanzaría para abastecer a 320 millones de personas. Estamos cerca de llegar a casi diez veces más que la población, lo que podría haberse conseguido con políticas sustentables para la producción, en lugar de este permanente estado de incertidumbre, dejando la sensación que dos sectores que deberían estar amalgamados pues sus intereses van en la misma dirección, viven en cambio en constante confrontación. Así y todo queda un resto muy grande para exportación, además con muy buenos precios desde hace una década, lo cual varió sustancialmente la situación de los países cuyo mayor sostén es la producción primaria. Con ver lo sucedido en esta parte del fin del mundo -como lo definió el papa Francisco- basta y sobra. Muchos -nosotros incluidos, al menos hasta un par de años atrás- que antes vivían del préstamo y el endeudamiento, ahora incrementaron sus reservas.
Han sido diez años muy favorables, con crecimientos a tasas asiáticas. Un panorama con el cual, aún con las diferencias que seguramente existen, en el núcleo descriptivo existe amplia coincidencia. ¿Cómo puede ser entonces que con tan enorme producción y crecimiento haya todavía más del 20% de pobreza, que congelar precios, que ponerle cepo al dólar? Por acudir sólo a algunas de las consecuencias más resonantes, ya que además es un constante avance con medidas y resoluciones que dejan a la vista la mala praxis de la conducción. Poco y nada se hace a largo plazo, muchísimo más luego de diez años de consolidación económica, pues todo apunta a resolver los problemas de mañana, pasado será otro día. Casi todo está relacionado con la urgencia, con el salir del paso y dejar el nudo del problema para más adelante.
Un ejemplo tan claro como contundente fue cuando se hizo el intento de eliminar los subsidios. ¿Lo recuerdan? Hasta se abrió un registro donde quienes se anotaban eran considerados poco menos que patriotas. Duró poco, cuando advirtieron las consecuencias del impacto, hubo una violenta marcha atrás y todo al tacho de la basura. ¿Otros? El congelamiento de precios se hizo sin dar lista de los máximos, sin controles, y aunque sea a los tumbos, seguramente se prolongará hasta octubre. La restricción sobre el dólar es otra medida de la cual será muy difícil salir sin producir un crack. Un levantamiento, provocaría una corrida espectacular al verde. ¿Quién quiere pesos desvalorizados a razón de un tercio por año? La única manera posible es eliminar de cuajo la inflación, algo casi como una misión imposible -comparación justa para estos días en que Tom Cruise anduvo por las calles porteñas- cuando lo que se quiere es sostener el consumo y para eso se emite con un vértigo que tiene a las impresoras sin descanso. Años atrás, con el kirchnerismo en el gobierno, nadie compraba dólares. Había estabilidad y eso alcanzaba. No se necesitaban controles ni cepos, mucho menos persecuciones.
Las medidas que se van tomando, aisladas, muchas veces entrecruzadas entre si, poco y nada de efecto han tenido en la inflación, al extremo que hoy la Argentina pasó a ser el segundo país del mundo en esa tabla del terror. Primero Bielorusia con 40, después la Argentina con 30, siguiendo Venezuela 25, Irán 22, Sudán 20, Kirguistán 19, Vietnam 18 y Angola 15.
Yendo a la simplificación, evitando de tal manera todas las discusiones que suelen desembocar en nudos gordianos y que más que para aclarar sirven para confundir, existe una lógica muy simple para entender el fenómeno inflacionario: es cuando se gasta más de lo que se ingresa. Igual que en el presupuesto familiar que usted seguramente tan bien conoce, y que es probable buenos dolores de cabeza le provoque en estos tiempos.
Eso es lo que viene ocurriendo desde varios años atrás, los gastos subieron de tal manera que los ingresos, aun cuando la presión impositiva es la más alta de Latinoamérica y similar a la de algunos países europeos, no alcanza para alimentar tanta voracidad. Hemos vuelto a la figura del barril sin fondo.
La meta parece estar fijada en octubre, mes de elecciones y clave para la continuidad del modelo nacional y popular, ya que es probable que allí se defina la posibilidad del intento de reformar la Constitución para habilitar la re-re en 2015. Todo indica entonces que en estos seis meses que restan no hay que esperar medidas duras, en tal sentido el ministro De Vido bajó líneas muy claras: hay que tener feliz a la gente.
¿Y después de octubre? Esa será otra historia. Alguna reformulación indefectiblemente deberá aplicarse. En primer lugar, salir de la confusión en que se vive hoy en día.
Pero como el de hoy es un domingo muy especial, vayamos a lo importante ¡felices estas primeras Pascuas con Papa argentino!
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