Por Roberto Actis
Tal cual, esa es la situación que existe respecto a la elección presidencial de octubre. La oposición es hoy en día un rompecabezas en el cual no encajan las piezas, ya que un sector se encuentra en fuga, otro en plena dispersión y un tercero buscando acomodarse como puede, o tal vez, como las circunstancias se lo permiten. Un escenario que, sumado al insistente fogoneo triunfalista que se hace desde el kirchnerismo en que las elecciones serán un simple trámite, más algunas encuestas con números contundentes, es al menos por estos días prístino para el oficialismo y negro como boca de lobo para la oposición.
Carlos Reutemann, un gran escapista, lo comprendió con mucha antelación y aquella promesa de "estar en la grilla" de presidenciables, formulada la misma noche del triunfo ante Giustiniani por la senaduría, la transformó anticipadamente en un abandono de esa carrera, del que muchos se convencieron recién ahora. En cambio las aspiraciones de llegar a la Rosada, tanto de Mauricio Macri como Pino Solanas, se frustraron casi sobre la largada, cuando se convencieron que no contaban con chance alguna, optando por un escenario que le es mucho más propicio, como la ciudad de Buenos Aires. Como habrá sido la cuestión, que hasta tenían los candidatos que iban a presentarse en el ámbito porteño, como Gabriela Michetti y Rodríguez Larreta en el macrismo, y Claudio Lozano en el Proyecto Sur. Todos ellos en retroceso para dejarles comandar a sus jefes una batalla en que tienen posibilidades de victoria, en lugar de la dura derrota que iban a sufrir en la otra en que se venían preparando.
Es curioso, ni Solanas ni Macri admiten el retiro por esas causas, aunque todo el mundo sabe que es así. Siguen hablando del proyecto nacional que no abandonan, esperanzados en que alguien salga a poner la cara -o quizás el pecho- por ellos.
Sobre el peronismo federal, luego del papelón de las internas entre Duhalde y Rodríguez Saá, y más anterior el retiro de Das Neves y aún más atrás el de Reutemann, no quedan ni las hilachas. Felipe Solá salió con afiches, diciendo que vuelve mientras los demás se repliegan, aunque parece más un aviso clasificado ofreciéndose para algún sector que necesite candidato que una propuesta seria. Su caso es el de muchos, un cacique sin indios.
La mención en el repaso también le cabe al gobernador Hermes Binner, a quien la puja en sus propias extrañas socialistas, le redujeron sus chances nacionales. De todos modos hay que esperar hasta el domingo 22 por la resolución, aunque su tiempo quedó muy constreñido. Rechaza ser vice de Alfonsín por la cercanía aún no definida con De Narváez con el radical, en tanto Solanas lo quiere candidato a presidente de un espacio que contaría además con Margarita Stolbizer y Luis Juez. De todos modos, no aparece con demasiadas posibilidades como para alcanzar el balotaje.
Julio Cobos, que cuando se le terminó el crédito de su voto no positivo cayó fuertemente en la consideración pública, junto a Ernesto Sanz -que reclamó internas y una vez que le las dieron terminó retirándose- fueron otros dos que fugaron a tiempo, en su caso de la UCR. De todos modos, allí aparece el recauchutado -después de Puiggari- Ricardo Alfonsín, convertido hoy en el que parece encarrilarse como atomizador de los votos opositores, si bien en los sondeos es triplicado en intención de voto por la presidenta Cristina Kirchner. Aunque, convengamos que para tejer acuerdos, tratando de mezclar el agua de la derecha con el aceite de la izquierda, todo se le hace excesivamente complicado. Habrá que esperar conocer si heredó alguna condición de alquimista de su padre, además del parecido físico y del mismo tono de voz.
Y en el otro rincón, una expresión pugilística pero que viene al caso, aparece Lilita Carrió, que fue la primera en lanzarse y parece no estar dispuesta a acordar con nadie. Además de su estilo filoso, que le arrima algunos votos pero les aleja muchísimos más, es sostenedora de una llamativa y extraña teoría, bien de su sello: que cuando más candidatos presente la oposición, más votos se le restará al kirchnerismo.
Este panorama parece definitivo, sin vueltas. Aún cuando queda algo por resolver y que es lo que desvela al kirchnerismo: ganar en primera vuelta y evitar el balotaje, ya que este podría significar entrar en un terreno tan resbaladizo como incierto. Según a quien se escuche, esa alternativa tiene dos lecturas. La oficialista que vaticina una victoria contundente en primera vuelta, y la opositora que sostiene que esas condiciones no están dadas. Desde las dos veredas se argumenta y se muestran encuestas para todos los gustos.
A cinco meses de distancia, un panorama que a diferencia como sucedió otras veces, no parece tener demasiadas posibilidades de sufrir cambios importantes. Pero claro, estamos en la Argentina, y no hay antecedentes que valgan.
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