Por Blanca M. Stoffel
En junio de 1963, escribí un artículo (aún estaba en Estados Unidos) sobre Alabama, estado en el cual se habían producido unos violentos hechos protagonizados por policías, ayudados por los perros de la fuerza, contra un grupo de negros. En esa ocasión el gobernador Wallace de Alabama se había negado a que un hombre y una mujer negros ingresaran a la Universidad del Estado, a pesar de haber sido aceptados previamente por esa casa de estudios.
En esa época Kennedy sabía perfectamente que los Estados del Sur eran los que se oponían con más firmeza a la integración; pero para conocer el origen de esta intolerancia racial habría que remontarse a cientos de años atrás, cuando se abolió la esclavitud, con lo cual obtuvieron la libertad física pero no la libertad de cultura, de educación, etc.
Ahora bien, los recientes hechos ocurridos en la Unión evidencian que la discriminación tiene aún hoy una fuerza incontrolable como la del policía que asfixió a un negro que estaba en el piso en un abrazo mortal. Para colmo los jueces que debieran ser ecuánimes y justos manifestaron “que no se había violado ninguna ley”. Hechos similares ocurrieron en Florida donde un policía mató a un adolescente de 16 años “porque se sentía amenazado”.
El sueño de Martin Luther King cuando decía "que un día los hijos de los antiguos esclavos puedan sentarse juntos a la mesa de la fraternidad” parece estar cada vez más lejano.
Estas fuerzas ancestrales que parecen dominar el espíritu de los blancos del sur no han perdido nada de su empeño por mantener vigente la superioridad de blancos contra negros, a pesar de tener hoy Estados Unidos un Presidente negro.
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