Por Roberto Actis
Los derechos humanos son simplemente eso, condiciones humanas y sociales a las que deben tener acceso absolutamente todas las personas, sin exclusiones. No tienen sello, color, ni ideologías. Están por encima de todo, de la izquierda, del centro, o de la derecha, esas etiquetas del facilismo con las cuales se busca sintetizar en una ideologización que no se ajusta a la realidad, ni tampoco corresponde, pero que muchas veces induce a la tentación del uso propio del emblema.
Pero además, el de los derechos humanos es un tema tan amplio, tan profundo, tan variado y a veces impredecible, que no es nuestra pretensión enmarcarlo, mucho menos ponerle límites, pues su misma gran complejidad es la que lo define en su esencia. Ni la aberración del "somos derechos y humanos" de la dictadura, ni tampoco los intentos de apropiación para tener la exclusividad de una bandera que no tiene dueños.
El introito nos permite el acceso a un caso realmente conmovedor de derechos humanos: los excluidos y marginados que viven en la calle, cuyas circunstancias que los llevaron a esa situación al fin y al cabo es lo de menos, evitando juzgarlos como lamentablemente a veces suele hacerse con las víctimas. "Algo habrá hecho", un cliché que habría que desterrar para siempre, tal como cono de sospecha que siempre se tiene a mano para el prejuzgamiento. Que además, suele utilizarse como justificación para no afrontar las responsabilidades que corresponden a quienes tienen la obligación de procurar soluciones.
En realidad, este tipo de derechos humanos vulnerados, de personas que han quedado marginadas y en absoluto estado de deterioro en todos los órdenes -"estoy vacío por dentro", dijo dramáticamente uno de los de esta legión de olvidados-, debe ser el compromiso de todos. Del Estado en primer lugar, tanto asistiendo como procurando dar las condiciones indispensables para que esto no suceda, ya que es el resultado de la pobreza y la marginación, pero también de la gente común, de todos nosotros, que a veces nos condolemos y lamentamos pero no vamos mucho más allá de eso.
Red Solidaria es una organización creada en Buenos Aires, que se va extendiendo por todo el país, incluso también aquí en Rafaela, que desde hace tiempo viene haciendo colectas, procurando asistir a los necesitados, desarrollando una acción que sostenida en el esfuerzo personal y el espíritu solidario, va ganando reconocimiento.
El intenso frío, realmente cruel para los desprovistos, aquellos que deben sobrevivir en el más absoluto desamparo, fue el disparador para que esta red de solidaridad encarara acciones que vale difundirlas, al punto de emocionar, y de dejarnos vislumbrar -quizás como en otros muchos casos- que aún dentro de un ámbito de cierta pesadumbre, cuando la desilusión y la desesperanza parecen convertirse en una combinación casi letal, estos ejemplos de actos humanos son los que reconfortan, los que asisten al espíritu, y los que definitivamente nos devuelven la a veces maltrecha confianza.
¿Qué hace Red Solidaria en Buenos Aires? Pues reunió ya 1.200 colaboradores, mediante el uso de las redes sociales, quienes todas las noches de 20 a 23 concurren a un sitio determinado provistos con un termo lleno de agua hirviendo, y de allí salen en todas las direcciones para asistir a la gente que vive en la calle, que de acuerdo a sus propias estadísticas, suman unas 1.500 personas. Les proporcionan café, té, o sopa caliente con algunas masitas, pero aún más importante, los asisten con buen trato, con un encuentro amable y con afecto, entablando una relación que tiene contacto noche a noche y que les permite ir conociendo la situación personal de cada uno, la forma en que pueden ser rescatados del abismo en que cayeron. El restablecerles la esperanza, es el mayor objetivo que se busca.
Esta organización que fue creada y conducida por Juan Carr, aunque en el caso de esta asistencia a quienes habitan en la calle, víctimas de la miseria y castigados hoy más que nunca por el frío, la tiene a su cargo Manuel Lozano, nombres que en definitiva son apenas una identificación, ya que los protagonistas centrales de esta enorme demostración de comprensión y solidaridad, son absolutamente todos los que participan.
La Red fue desparramándose hacia el interior de la Argentina, y esta asistencia nocturna a los desvalidos, también se viene cumpliendo en la capital chaqueña Resistencia, en Rosario -se acaba de abrir allí un refugio municipal de indigentes- y en Córdoba, siendo muy probable que se vaya extendiendo hacia todos los lugares en que haya gente viviendo en la calle.
Aquí en nuestra ciudad, según nos lo indicó un miembro de Red Solidaria, se realizaron algunos relevamientos nocturnos, pero afortunadamente no se encontraron casos como para iniciar una cruzada de esa naturaleza, para la cual están con total predisposición. Una sola excepción la constituye el caso de una mujer en barrio Villa Rosas que vive y pernocta sobre un automóvil, es decir, hay algo por hacer.
Que en este tiempo, en un país tan generosamente dotado por la naturaleza, haya gente viviendo a la intemperie y otra que pasa hambre, es realmente un disparate.
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