Por Julio César Armando
Es sabido que un paro de docentes y sobre todo al comienzo del ciclo lectivo enajena a cualquier padre que ve como se repite todos los años la misma historia. Un comienzo de clases truncado por los “fríos números” del salario despierta la ira de aquellos que esperan que haya clases desde el primer día como sea y cuya organización familiar depende de que los chicos estén en la escuela en el horario indicado.
La mirada se centra principalmente en los maestros como aquellos culpables de que el inicio de clases “sea un parto”, como expresó la Presidenta de la Nación en su mensaje al Congreso el sábado pasado. ¿Qué aportó el Gobierno para que esto no ocurriera? Una propuesta salarial que comienza en el mes de marzo con el 12 %, que suma un 5% en agosto y otro 5% en noviembre. En un país con una inflación que supera largamente el 20 por ciento, con una devaluación del 20 por ciento en enero y con proyecciones reconocidas a partir de las nuevas mediciones del gobierno de que los precios van a seguir subiendo; la propuesta termina por lo menos siendo una falta de respeto a cualquier trabajador argentino. Más si se tienen en cuenta que el piso salarial a nivel nacional para los docentes es de 3416 pesos. Pero el ofrecimiento va más allá, porque pasa el umbral del 2014 e intenta llegar hasta junio del 2015 sumando en marzo un 9% más. ¿Alguien puede tener previsibilidad de lo que pasará de acá a más de un año? ¿Alguien sabe de cuánto va a ser la inflación? ¿Cuánto va a costar la carne, el pan, el combustible?
Además en una pre-paritaria donde la mayoría de los gremios sugiere dos negociaciones anuales parece ser que los docentes son los únicos que deberían aceptar negociar después de 18 meses. También hay que decir que esta propuesta salarial no se movió a pesar de los cuartos intermedios, a pesar que se había suspendido el paro para que la Presidenta hable al Congreso sin una medida de fuerza decretada, a pesar de que las paritarias vienen pidiéndose por parte de los sindicatos desde noviembre. A pesar de eso no hay ni hubo negociación genuina, sino el mantenimiento de una propuesta cerrada con la latente amenaza por parte del ministro de Educación de la Nación de que la paritaria se cerraría por decreto como hace dos años viene ocurriendo. ¿Alguien cree que algún sindicalista de los gremios de trabajadores privados se va a suicidar políticamente aceptando un 12 % de aumento como primer escalón? ¿Qué harían los gremios más cercanos al kirchnerismo? Por eso, ante semejante cifra que pone un piso nacional muy bajo sentando un precedente poco auspicioso y desprestigiando a los educadores no quedaba otra que el rechazo y el repudio por parte de los sindicatos. Si ha esto, el gobierno le suma dejar la “negociación” para un día antes de que comiencen las clases; el combo es evidentemente “explosivo” y lo que se busca es generar un caos social mayor al que ya resulta un paro en sí mismo. Hay que sumarle a esto el discurso presidencial en la apertura del sesiones del Congreso, fiel a su estilo, Cristina Kirchner cargó contra los docentes culpándolos directamente de que el comienzo de clases “sea un parto”, sin siquiera hacer también una autocrítica de que alguna responsabilidad también el poder político tendría. Porque en vez de proponer retrasar las paritarias para que no afecten el comienzo de clases, podría haber propuesto adelantarlas y que tampoco coincidan ambas cuestiones. Suena difícil justificar un paro nacional y la sociedad tiene el derecho de expresar su crítica a los docentes por tal actitud. Ahora, que esto no tape cierta irresponsabilidad desde la parte dirigencial que deja un escenario que indiscutidamente va hacia el conflicto.
¿Presentimo sí o no?
En su discurso en el Congreso, Cristina Fernández habló del ausentismo docente y propuso volver al presentismo, como una medida para mitigar la problemática. Algo que los gremios rechazan de plano y lo cual no estarían dispuestos a negociar por considerar que sería un retroceso en los logros obtenidos hasta el momento.
Lo que habría que analizar es si los mecanismos del Estado funcionan correctamente para controlar las inasistencias, si se realiza un seguimiento de los trabajadores y de los médicos que extienden certificados y que generalmente son los mismos. Si no existe algún tipo de negocio de particulares detrás de licencias médicas de empleados públicos. Ver con cuántos auditores cuenta el Estado como ente contralor, entre otros puntos.
Y un tema no menor, si se han logrado mejorar las condiciones laborales dentro de las aulas para que cada vez haya menos trabajadores enfermos. Porque no es apuntar solamente a las consecuencias del problema sino además tratar de dilucidar las causas y actuar sobre las mismas.
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