Por Dr. Enrique J. Marchiaro
Abrumados por tantos problemas cotidianos, los argentinos muchas veces nos olvidamos que gran parte de nuestro ciclo vital no transita por los círculos de la Nación o la Provincia, sino del Municipio.
Así no recordamos que el conjunto de pequeñas cosas hacen las grandes cosas de una ciudad y la suma de estas de un país: es allí donde una vez más los rafaelinos podemos distinguirnos, esta vez a través de su dirigencia política que nos da un buen ejemplo.
La forma en que se está desarrollando la propaganda política en las calles es muy correcta, no sólo por lo respetuosa de las normas elementales de convivencia y un mínimo de buen gusto (así no se ven carteles en lugares inadecuados, ni violatorios de las normas de tránsito ni de accesibilidad peatonal) sino también por algo que tal vez es único en el país.
Me refiero a la decisión municipal de sortear los espacios en las avenidas y arterias principales, algo que como existe desde hace 8 años, si no me equivoco, lo damos por descontado como lo normal. Y lamentablemente lo que debería ser normal no lo es en el país.
El espacio público es el más democrático de todos y su cuidado es una señal invalorable para la ciudadanía. La limpieza de la ciudad y su belleza son un patrimonio intangible que nos distingue y se mantiene de este modo.
Pero además la señal democrática y republicana de que el titular del dominio público (la Municipalidad) que debe controlar en sus funcionarios el correcto uso de este tema, participa como uno más en la distribución de estos espacios.
Es de esperar que estos gestos se multipliquen en otros temas de hondo contenido democrático y republicano, pero ya con este solo ejemplo nos honra como ciudad.
Porque como ciudad, tenemos una dirigencia que se la genera desde abajo y día a día en numerosas instancias de debate y participación, que también son un patrimonio común. Entre nosotros, quién puede no estar medianamente tranquilo de que los participantes de las campañas no son gente de bien y representativos, que no harán ninguna locura de ser funcionarios. Esto también lo descontamos como algo normal, algo natural. Y es un gran patrimonio de nuestra ciudad.
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