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Notas de Opinión Jueves 5 de Junio de 2014

Se dice cáncer

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Edgardo Peretti

Por Edgardo Peretti

Cuando le preguntaban a Juan Alberto Badía acerca de su pelea con “esa enfermedad”, el comunicador solía asegurar que “No peleo, somos amigos. Si peleo es probable que me mate. Y no es nada extraño: se dice cáncer”.

Lejos de los laberintos del idioma, esta afección es una de las pocas referencias a la vida humana que mantiene un inmenso halo de miedo, aún ante su sola mención. Y no está mal. Entre nosotros, los gringos, le decimos “el bicho” y por estos lares porteños que cobijan mi laboreo, lo definen como “La papa”.

Confieso que no es fácil hacerse cargo. Incluso me ha costado mucho en lo personal, no asumirlo, sino saber que hasta que me llegó, uno era un completo ignorante.

Viene esto a cuento debido al debate que se está dando en Rafaela, mi ciudad, sobre la necesidad de contar con un equipo de radioterapia, indispensable en el marco de cualquier sistema de salud, solidario y comunitario.

Por ello es que resulta sumamente molesto e irritante que el argumento de algunos transite el impresentable camino de los números, de gente, pacientes potenciales y/o reales y dinero, para justificar una decisión, cuando en otros tópicos siempre sobran justificaciones.

Llega a mi memoria la lucha desigual de la querida Olga Guazzini cuando hacía pública la necesidad de contar con el equipo en la ciudad y para la zona. Ir a Santa Fe para someterse a un tratamiento de rayos en forma periódica es casi como adicionar una tortura sádica a la enfermedad misma. Y ni hablar de aquellos que deben recurrir a dicho calvario para cumplir con un tratamiento de quimioterapia. Porque, hay que decirlo, la gente se muere de cáncer, pero hay quienes sobrevivimos. En este último de los casos nunca es gratuito al cuerpo y, menos, al alma.

Para graficar que el tema no es nuevo, evocaré dos experiencias vividas como periodista de este Diario. Una, cuando allá por los ochenta un médico -que ya no está entre nosotros- en final de su extenso padecimiento, se encargó de confeccionar un listado de enfermos oncológicos y lo entregó a la autoridad sanitaria de la Zona de Salud para que sirva de punto de partida de la primera y básica actitud ante el tema: saber cuántos eran. Nunca hubo respuesta. Se podrían hacer mil remates de mal gusto acerca del final de esa iniciativa, pero la situación no lo amerita.

Tampoco me olvido de una escena ocurrida en el Centro Cultural Municipal cuando el extinto gobernador Jorge Obeid le murmuraba al oído a Luis María “Pachún” Barreiro que se quedara tranquilo que el centro de radioterapia “estaría en Rafaela”. Lo vi y me lo contó el propio “Pachún”, en sus noctámbulas charlas, ya en el final de sus días: “Pibe, me lo prometió el “Turco”…”.

Muchos de los aquí citados ya no están. No debe haber familia rafaelina –o de la zona- que no haya tenido que sufrir un cáncer, directa o indirectamente. Por eso se reclama solución. LA OPINION mantiene un permanente exhorto en sus páginas que lo pide. El propio ex director don Emilio J. Grande ha expresado que no es cuestión de dinero, sino de decisión y una nota de su hijo Emilio Oscar evidenció comparaciones con otras ciudades cercanas que, de tan contundentes, se convierten en acusatorias.

La memoria de muchos, la realidad de tantos y el futuro de todos, depende de ello. La vida también se defiende desde el cáncer, aunque a muchos les cueste llamarlo como corresponde.

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