Por Edith Michelotti (*)
¿Se acuerdan del cuento del viejito que en su lecho de muerte preguntaba a sus familiares si estaban todos a su lado, y cuando le confirmaban su presencia, su preocupación se centraba en quién atendía entonces el negocio? ¿Le encuentran alguna similitud con la realidad de nuestro País?
No quiero que piensen que creo que el negocio está desatendido y tampoco que la Argentina agoniza. Pero sí me angustia que el gobierno (con sus tres poderes) y los políticos, ocupados en organizar el futuro, disminuyen el tiempo que deberían dedicar al presente y sus problemáticas. Porque el día tiene 24 horas y sólo Dios está en todas partes.
Me pregunto: ¿será por eso que salvando la pequeña minoría de siempre, los argentinos estamos cada vez más pobres, los gremios piden a gritos bonos o aumentos, la inseguridad colapsa nuestras vidas, los jubilados se mueren de hambre, los supermercados despiden gente por la disminución en las ventas, las fábricas y los negocios bajan las persianas y la violencia que crea la falta de solución a estos y tantos más problemas se refleja en toda la sociedad que está cada vez más desconforme e irascible?
Aprendí de mis abuelos que el equilibrio es la lógica de la vida. ¿Y si les exigimos que lo encuentren? ¿O bajamos la cabeza resignados como siempre, permitiendo que cabildeen a su gusto?
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