Por Juan Carlos Fessia
Venía de occidente, un largo viaje hacia el Egipto milenario, el Irak de las mil y una noches, el Irán del Sha de Persia, la Libia de Gadafi, todas naciones del mundo árabe, donde otrora eran la belleza de oriente. La ardiente arena se iba fundiendo con el surgimiento de las ciudades.
Caminar por sus calles era toda una confusión, pobreza por doquier y una entremezcla de desolación y desidia social. Edificios destruidos, por el ataque constante en una u otra nación. El sonido de los drones de la OTAN, guiados desde los portaviones de EE.UU. señalaba el inicio de cada amanecer.
Unos observaban con sus vuelos de halcones, unidos al sistema satelital de la corporación bélica y otros con la precisión de sus misiles buscaban los blancos necesarios y destruían belicosamente todo lo proyectado. Tras los impactos, caían edificios, casas y junto a lo material, lo más doloroso, civiles, mujeres, niños, hombres, ancianos.
La prensa mundial obligada en muchos casos a ignorar los hechos, sólo ponían aquellas noticias que no afectaran sus propios intereses. Cuando un misil caía, en una escuela, en un hospital, en un barrio humilde o no, en un canal de televisión, los titulares ofrecían su información.
“Los grupos de logística bélica, detectaron una célula terrorista y se dio inicio al ataque calculado. Se reconoce que más allá de cumplir el objetivo planificado, las coordenadas no fueron lo suficientemente precisas y a raíz de este ataque se produjeron efectos colaterales”.
Frío, sin ningún reparo. ¿Qué eran los efectos colaterales que los pueblos de occidente no conocían? Simplemente pérdidas humanas. Los pueblos dominantes sólo ven lo que le dejan ver.
¿Qué pasó en Francia? ¿Era esperado este hecho tan ilógico para las conciencias europeas, para la ignorancia y el desconocimiento del accionar de sus gobiernos en medio oriente? Por las calles de París caminaban al frente de las multitudes de indignados, los gestores de todo el apocalipsis de oriente medio.
El Primer Ministro Israelí (Palestina), el Presidente de Francia (Libia, Malí, Afganistán, Irak), la Primera Ministra Alemana, incondicional a la OTAN, el Primer Ministro inglés (Egipto, Irak, Afganistán, Irán, Croacia del este).
De EE.UU. no estaba su presidente, pero era el padre de todas las atrocidades y en este caso su ficha de dominó quedó parada, no le tocaba participar para evitar efectos que precisamente no eran colaterales.
Y así se gesta la historia de los que destituyen gobiernos, de los que aniquilan ciudades abiertas con sus misiles y los que proclaman que los otros son los revolucionarios, los guerrilleros, todo absolutamente todo para que estos pueblos arrasados aprendan a vivir en democracia y tengan bien alto las banderas de los derechos humanos.
Ya no cabía seguir recorriendo, seguir observando el mundo real, solo me quedaba volver a mi país Argentina, crisol de razas.
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