Por Roberto Actis
Las estadísticas laborales siguen siendo complicadas, parecidas a las de la inflación, todo un jeroglífico al que cuesta descifrar para poder comparar con la realidad, aunque esta indefectiblemente, más tarde o más temprano, siempre termina teniendo la razón. Muy distinto es lo que ocurre con algunos de los resultados difundidos estos días, tan disímiles entre sí, pero que también el paso del tiempo se encarga de poner a cada uno en su lugar. Según sea el responsable, así es el resultado, un verdadero bastardeo, donde a la larga, indefectiblemente, todos salen perdiendo.
Cuentan que un profesor de la Facultad de Derecho de París decía: "Las estadísticas son como los bikinis: revelan lo que es sugestivo y ocultan lo que es vital" (Diccionario Humorístico de Maurice Maloux). Y es muy probable que sea de esa manera. No puede generalizarse, pero es cierto que muchas veces disfrazan, o más aún ocultan la verdad.
Esta semana se conocieron preocupantes datos oficiales del INDEC sobre el mercado laboral en todo el país, mostrando a la desocupación en ascenso, seguramente lo más nefasto que nos puede ocurrir. En los tres primeros meses del año creció un punto, pasando de 6,9 a 7,9, aunque mucho más comprensible que hablar de porcentuales, sea decir que hubo 255.000 personas que perdieron su empleo, y que ahora los desocupados suman casi 1,5 millón, en tanto que los subocupados 2,6 millones, con lo cual tenemos más de cuatro millones de personas con problemas laborales.
Como hay gente que se enoja cuando se comentan ciertas malas noticias, digamos también que si nos comparamos con algunos países de Europa como España o Grecia estamos en el mejor de los mundos, y ni que hablar si retrocedemos en el tiempo para llegar a las llamaradas de la crisis de 2001-2002 cuando la falta de trabajo afectaba al 21% y la pobreza al 50% de la población. Pero eso no invalida que en este momento, después de varios años de crecimiento económico a tasas asiáticas, no sólo no se haya logrado afianzar el trabajo, sino que hemos comenzado a retroceder, al punto de ser hoy la posibilidad de perder el trabajo una de las principales preocupaciones de la gente, detrás de la falta de seguridad y la inflación.
Claro, que la inestabilidad laboral es una consecuencia y no una causa, pero la que más duele. Cuando una familia se queda sin ingresos fijos, comienza a transitar un camino de padecimientos profundos. En este momento uno de cada cinco argentinos necesita de la ayuda social para poder sobrevivir, aunque penosamente, pues las carencias suelen ser muchas más que las existencias.
Salvo aquel fuerte cimbronazo del 2001 en que hubo despidos masivos por el cierre de una curtiembre y la difícil situación de un frigorífico, cuando por aquí estuvo de andanzas Sergio Taselli, Rafaela fue una plaza fuerte en proporcionar trabajo, siempre por debajo de los promedios nacionales de desempleo. Sin embargo, la última marca conocida aquí fue la oficial del revelamiento del ICeDel con datos de mayo de 2012 cuyo registro arrojó 8%, por encima de los datos del INDEC de aquel entonces y aún ahora con este actualizado 7,9%, lo cual permite entonces que la sospecha deambule libremente sobre estas mediciones que, además, dejan algunos datos sorprendentes, como por ejemplo que en provincias del norte del país donde la falta de trabajo es un mal enquistado desde siempre, casos de Formosa, Chaco y Misiones -entre otras- la desocupación haya bajado tan violentamente que está muy por debajo de algunas zonas centrales del país como Córdoba o Entre Ríos.
Este ir y venir de estadísticas que más que aclarar terminan por confundir, tiene en el marco local otro ingrediente muy interesante, pues resulta una verdadera fotografía de cómo está el mercado laboral, más allá de porcentuales. Es que en una nota publicada el martes pasado en este Diario respecto a la Oficina de Recursos Humanos del municipio, se deja constancia que para el llamado a cubrir 15 cargos dentro de diversas reparticiones, se presentaron nada menos que 588 personas. Un dato más que elocuente para establecer la verdadera dimensión que existe por acceder a un empleo estable.
Además, por acá han regresado los Repro, esa asistencia que proporciona el gobierno nacional para evitar despidos y aliviar la situación de algunas empresas en problemas, que en realidad no son pocas.
Queda claro entonces, que tambaleando el trabajo, un hogar tiene la estabilidad de un castillo de naipes expuesto a una ventisca. Se trata sin dudas, de la peor de las consecuencias cuando la economía ingresa en zonas de turbulencia que lo primero que hacen es dejar de generar empleos e incluso comenzar a expulsar a los que estaban cubiertos. Claro que no se trata de una cuestión de deseos o simple voluntad, sino de contar con bases sólidas que permitan la expansión necesaria, lo cual no es precisamente lo que sucede ahora.
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