Por Roberto Actis
Si algo no falta, son los temas que aparecen y se reactualizan cada semana, más aún en este tiempo de elecciones y fines de ciclo que asomen en el horizonte, excediendo ampliamente la posibilidad que brinda este espacio de cada domingo. Veamos: la patética celebración kirchnerista en las elecciones porteñas, cuando su sector cosechó la menor cantidad de sufragios de los últimos tiempos; la confrontación -un signo de la época- entre la presidenta Fernández y el rafaelino Lorenzetti, titular de la Corte, por la inseguridad y el narcotráfico; la renuncia del canciller Timerman a la AMIA; el arrío de la bandera del desendeudamiento tras la desesperada búsqueda de préstamos, conseguidos a tasas tres veces mayores que las que pagan nuestros vecinos Bolivia y Paraguay; el escándalo del escrutinio en nuestra Provincia, anticipando una campaña que promete ser mucho más cruenta que lo previsto; los desmanejos y volteretas como desde hace tres meses con el caso Nisman; y como siempre, por si fuera poco, la inseguridad creciente, la inflación y algunos otros que por reiteración ya nos resultan comunes. Sin olvidar, la ratificación del juez Bonadío al frente de la causa de evasión que desvela a la familia presidencial. Y algo mucho más local, como el estudio de la UTN confirmando que la red domiciliaria de distribución de agua tiene una pérdida del 40% y que los rafaelinos no somos tan derrochones como se intentaba hacernos creer. Agua llega, pero casi la mitad se pierde bajo tierra.
Queda visto, casi como en botica. Sin embargo, hoy vamos a abordar otro tema, que habíamos anticipado en alguna de las entregas recientes. La casi desesperada incorporación de agentes en el Estado en todos sus niveles, además de la prolongación de mandatos en todas las áreas que se pueda hacerlo bajo visos legales. Cada vez que viene un nuevo gobierno habla de "la pesada herencia" recibida, como seguramente sucederá esta vez, incluso dejando de lado otros aspectos que pueden ser discutibles. En cambio esto de haber convertido el área pública en el mayor receptor laboral de los últimos años, será tan difícil de solucionar como la telaraña de los subsidios, o la mismísima inseguridad. Incluso, como la recomposición del autoabastecimiento energético, poco menos que rifado a la marchanta, con tal de cosechar votos.
Cuando hay números de por medio, la discusión se hace mucho más contundente, pues los argumentos quedan desvanecidos. Observemos algunos de ellos: en 2002 había 2,18 millones de agentes públicos en los tres niveles (nacional, provincial y municipal), mientras que en 2014 esa cantidad había llegado a 3,65 millones, con una expansión del 67%, siendo datos oficiales. Aunque no se puede dejar de mencionar lo que viene ocurriendo este año, ya que en estos meses existe un verdadero vértigo por incorporar personal en todas las reparticiones, y especialmente no se trata de peones de patio, áreas de mantenimiento o simples auxiliares -dicho con el respeto que les cabe-, sino para cubrir cargos que si no existen son creados, con elevadas remuneraciones, oficinas propias y ventajas jerárquicas. La semana pasada nomás se conocieron decretos para incorporar 7.500 agentes a la planta permanente, con destino mayoritario al Ministerio de Economía y la Cancillería.
Hasta fines del año pasado el kirchnerismo produjo la incorporación de 1,5 millón de nuevos empleados del Estado, estimándose que en estos meses antes de culminar el mandato el 10 de diciembre, tal como vienen las designaciones, podrían agregarse unos 200 mil más.
Esta verdadera avalancha, además de ser enorme desde lo cuantitativo, también lo es desde lo cualitativo, ya que la mayoría de los ingresos son por cuestiones puramente acomodaticias. Si unos pocos botones sirven de muestra, recordemos el caso de los tres hijos del piquetero D´Elía que entraron a la ANSES sin el requisito mínimo de tener estudios secundarios completos, o bien la incorporación al Banco Central de la pareja y el hijo del presidente Vanoli, con el curioso dato que el familiar más joven es estudiante de cine. Una preparación que al menos parece bastante impropia para ingresar al Central.
Este será entonces, uno más de los problemas que deberá solucionar el próximo gobierno, ya que salvo venga alguna nueva oleada favorable con la soja -que sigue en baja- el horizonte aparece bastante oscuro, no debiéndose olvidar que este tremendo aumento del gasto público se vino haciendo con las cuentas fiscales al rojo vivo.
Algunos otros datos son contundentes por si mismo. La Argentina es el país de la región con mayor cantidad de empleados públicos, y también el de mayor presión tributaria, comparable a algunos países desarrollados. Claro que la contraprestación en servicios dista de ser equiparable. Eso sí, creció el consumo de jamón y salchichas.
Este desborde del empleo público es una directa consecuencia del clientelismo que se utiliza como herramienta decisiva dentro de los sistemas populistas.
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