Por REDACCION
Por Pedro Ulman
Sin dramatizar, hay que darle importancia a lo que ocurrió el viernes por la noche durante la conferencia de prensa que brindó el técnico de Atlético de Rafaela, Rubén Forestello, tras la victoria que su equipo logró sobre Temperley en el marco de la sexta fecha de la Primera Nacional.
Una simple pregunta encendió, inesperadamente, una incorrección del entrenador tan querido en la ciudad por su época de gloria como goleador de aquel equipo histórico que logró el primer ascenso a la máxima categoría del fútbol argentino, hace casi 20 años.
Frente a Temperley, Atlético ganó pero sin mostrar un funcionamiento sólido, con su arquero como figura. Entonces, una pregunta lógica al técnico fue si rescataba más el resultado positivo que el rendimiento discreto. Fue el periodista Mario Cabrera, integrante de la Redacción de La Opinión y de radio ADN, quien formuló ese interrogante, el primero de la rueda de prensa. Al final fue el único porque el clima se tornó espeso.
La respuesta inicial fue la esperada. Forestello dijo que "los partidos del Nacional B son todos diferentes y difíciles" y reconoció que su equipo tuvo "dificultades para defenderlos (a los rivales), pero actuaron muy bien los defensores y actuó muy bien el arquero". En esa línea, destacó que "por sobre todas las cosas había que ganar" y pidió darle "valor a esos tres puntos".
Hasta ahí todo bien. Sorpresivamente le dijo al periodista "te veo con energías raras" y le preguntó "¿hubieses deseado que perdamos?".
Después, a modo de catarsis y muy sincero, el técnico admitió tener "responsabilidades a partir de los nombres que han llegado" y de las expectativas creadas, a la vez que asumió que Atlético debe "estar mucho mejor de lo que estamos, eso es verdad". De todos modos, pidió "tiempo" para mejorar, lo cual está bien. Pero cuestionó otra vez al periodista con un agresivo "no me cambies el ritmo con las preguntas".
"Dale valor a algunas cosas. Perfectos no somos, porque somos un equipo nuevo. Claro que tenemos que mejorar un montón", aceptó en sintonía con el interrogante. Confesó su dolor y vergüenza por el "partido ganado que se nos escapó en Flandria". "Estamos ocupados y preocupados, tenés razón", remarcó otra vez casi coincidiendo con la mirada del periodista.
Tras declaraciones muy ajustadas al momento de su equipo, Forestello volvió a la carga con un tono soberbio y desmedido contra nuestro colega al sugerir que "me querés avanzar y meter contra la pared" y exigió que "si me vas a venir a hablar, hacelo como corresponde". Nadie le había faltado el respeto.
La relación entre entrenadores de fútbol y la prensa a veces no es fácil. Hay antecedentes por todos lados. Pero en este caso, Cabrera solo hizo una pregunta con el tono adecuado sin personalizar. Y el técnico por momentos respondió en términos apropiados, pero después cayó en el destrato, en la incorrección, por lo que corresponde un llamado de atención.
La actitud reprochable fue contra todos los trabajadores de prensa que participaban de la conferencia de prensa, aunque fue nuestro compañero de la Redacción el que se sintió muy afectado y apenado por la situación. La solidaridad pública de todos los colegas con nuestro compañero se valora y se agradece. En este marco, incluso desde otros ámbitos se planteó el tema ante responsables del club, que anticiparon van a ocuparse del tema. Que así sea.
Se puede entender el estrés y las presiones que soportan los entrenadores. El técnico, que representa a una institución, afirma conocer las reglas de juego. Y eso implica la labor de la prensa, la crítica periodística. Lo curioso que en gran parte de sus declaraciones parece estar de acuerdo que al equipo le falta aún mejorar. Por eso no se entiende su reacción, su desborde, ni su pedido de respeto ante quien se dirigió correctamente al hacer una simple pregunta, que no pone en tela de juicio la enorme trayectoria de Forestello como jugador de fútbol ni como director técnico. Tampoco se comprende su ataque a nuestro colega. La Opinión lamenta este episodio triste y pedimos condiciones para garantizar la labor periodística y el derecho a informar.
Todos podemos tener una mala noche, una palabra fuera de lugar, una confusión, una mala interpretación de una simple pregunta. Tal vez el episodio se supera con una mirada, un gesto y un pedido de disculpas. Siempre hay que darle oportunidad al diálogo. Pero es necesario el llamado de atención ante semejante descortesía. De repetirse, sería preocupante.
Los comentarios de este artículo se encuentran deshabilitados.