Por Juan Carlos Perucca
San Juan fue, desde tiempos anteriores a la Conquista, una región minera de permanente actividad, como lo prueba la toponimia de sus yacimientos aún hoy en actividad : “gua” ( o “hua” ) en huarpe significa “oro”, y de allí surgieron Hualilán, Hualcamayo, Huachi, etc. La historia, certificada por el Ing. F. I. Rickard al cumplir el contrato que lo trajo al país, demuestra que ya al comienzo del siglo XIX se explotaban yacimientos de plomo, zinc y plata en el Tontal, La Huerta, las Carachas, el Salado, el Fierro y Castaño ; de oro en Castaño Nuevo, Hualilán, El Morado, Marayes (nombre sugestivo también, pues significa “molinos“), Huachi, Tocota y San Francisco.
Más tarde se fueron sumando los yacimientos de hierro, wólfram (tungsteno) y estaño de Hualcamayo, Leoncito, Arrequintín, Conconta, Chita y Agua Negra, de gran actividad durante los periodos bélicos mundiales junto a no-metalíferos como la fluorita de La Huerta y Pata de Indio, el talco y grafito de Angaco, el carbón de Marayes, a los que hoy se suma una interesante perspectiva por uranio entre La Ciénaga y Huaco.
Han sido y siguen siendo fundamentales las explotaciones de rocas industriales y ornamentales, que ubican a San Juan como principal productor argentino de cal en establecimientos modernos de los Departamentos de Jáchal, Albardón, Rivadavia y Sarmiento. Estos calcáreos, tanto calizas como dolomías, además de contar con reservas de volúmenes excepcionales en todo un cordón pre-cordillerano que cruza la provincia desde La Rioja hasta Mendoza, se caracterizan por una calidad que los ubica entre los mejores del mundo. También los mármoles se destacan por su abundancia y belleza, como el lunel, marroquí y negro andino en el Dpto. Sarmiento, cipollino y blanco junto a piedra laja en Angaco y San Martín, los que se suman al tradicional travertino de Albardón, todos con plantas de corte y pulido equipadas con tecnología de última generación.
Se explotan arcillas y bentonita en Pocito, Ullum, Calingasta, Iglesia y Albardón ; en Valle Fértil se beneficia cuarzo, feldespato y mica, además de mármol blanco en Las Chacras. Los sulfatos naturales de magnesio, aluminio y sodio de Calingasta y Rodeo son únicos en el mundo con volúmenes industriales, preservados de su alta solubilidad por un clima muy particular que impidió su lixiviación natural.
San Juan dispone también de una amplia provisión de mano de obra calificada, con su Escuela Superior de Minas fundada por Domingo F. Sarmiento, además de la Universidad Nacional con carreras especializadas como Ingeniería de Minas, Geología, Química, Geofísica, Electromecánica, Agrimensura, Caminos de Montaña, Geodesia, Sismología, todas con cursos de Grado y Pos-Grado, junto a Escuelas Técnicas que capacitan al personal intermedio.
No es de extrañar que el prócer máximo de la educación argentina, que no sólo amaba a su terruño natal sino que además lo conocía muy bien, contratara a Francis I. Rickard, un Ingeniero de Minas inglés circunstancialmente en Chile, a quien nombró Inspector General de Minas. Este experto recomendó crear las primeras Cátedras especializadas y posteriormente, junto a don Domingo de Oro organizaron la Sociedad de Minas de San Juan, viajando a Buenos Aires para gestionar créditos que permitiesen equipar mejor las explotaciones de aquellos momentos.
Una de las primeras conclusiones de Rickard fue hacer notar la ausencia de una adecuada legislación minera nacional, por contraste con nuestros vecinos de allende los Andes, cuya minería ya apuntaba entonces como su principal factor de progreso. Cuando Sarmiento llegó a la Presidencia de la Nación se le encomendó al por entonces Inspector General de Minas Ing. Rickard preparar un informe sobre todas las áreas mineras del país, debiendo entonces don Ignacio recorrer casi 8.000 km para inspeccionar los Distritos de La Carolina (San Luis), Uspallata y Paramillos (Mendoza), El Tontal, Castaño Nuevo, Huachi, Hualilán y La Huerta (San Juan), el Famatina (La Rioja), Culampajá (Catamarca) y otros diversos en Córdoba.
De este modo quedó confirmada la visión del Gran Maestro, quien siempre tuvo bien claro el concepto de que San Juan es una provincia minera, visión que la posteridad ha confirmado rotundamente. Don Domingo supo vislumbrar a la minería como una industria básica que se caracteriza por facilitar el desarrollo de las zonas más alejadas e inhóspitas de nuestro territorio, allí donde no es posible radicar emprendimientos agro-ganaderos, frutícolas o turísticos. Con la minería se logra mantener el asentamiento de pobladores que de otro modo emigrarían hacia los núcleos poblados de las fértiles llanuras pampeanas, con asentamientos precarios que luego constituyen un serio dolor de cabeza tanto para autoridades como para los vecinos tradicionales.
La minería crea numerosos puestos de trabajo y paga los mejores salarios, ocupando además de obreros a numeroso personal especializado (mecánicos, electricistas, choferes, enfermeros, seguridad, soldadores, etc.) junto a profesionales como Ingenieros, Químicos, Geólogos, Médicos, Abogados y expertos en relaciones públicas e institucionales, con los valores más altos de formalidad laboral.
(*) Profesor Emérito - Universidad Nacional de San Juan.
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