Por Silvia Peralta
Ya hace algunas décadas que nuestro mundo se transformó en otro. Es un mundo incierto y contradictorio. Abierto y ciberespacial. Un "no lugar" ilimitado al que puedo acceder con un mínimo dispositivo que es posible manejar con una mano. Es una "aldea global". Inmensamente grande y pequeña a la vez y muchísimo más compleja. Es un mundo donde los extremos no se oponen sino que conviven. Este hecho ya se había reflejado simbólicamente en 1980 cuando, con la caída del muro de Berlín, se echaban por tierra las ideologías. Una ideología es un sistema cerrado. De opuestos. Es tan coherente, que nada se puede cambiar. Sus ingenuas simplificaciones se proyectan en la realidad para analizar la historia, la vida, la sociedad -en fin, todo- sin dejar cabos sueltos. Es un discurso encantadoramente entendible y repetitivo. Pues ve a la realidad así de limitada, fija y extrema. Es blanca o negra. Es de buenos-perfectos y de malos-malos.
A Benjamín Franklin -un adelantado para su época, el siglo XVIII- nunca lo sedujeron tales enfoques extremos. Precisamente en su mente de panorámica simpleza, comenzó a forjarse el paradojal enfoque del mundo actual. Su visión -que estaba puesta en generar una mejor calidad de vida- indirectamente tocó la concepción de república. Lo hizo usando una terminología concreta y alcanzable, distinta a la de los ideólogos republicanos que surgieron cuando Norteamérica era aún un grupo de colonias dependientes de Gran Bretaña. Por lo tanto en ese entonces, si bien en las colonias circulaba el término "república", este concepto era una constelación de supuestos acerca de la conducta humana y el desenvolvimiento de los procesos sociales. Fervientes creyentes en un gobierno republicano, los ideólogos estaban abocados a diseñar un proceso de "republicanización". El punto de partida de su hipótesis de trabajo fue el espíritu de los primeros inmigrantes puritanos que, en búsqueda de libertad religiosa, se escaparon de Inglaterra en 1620 en un barco llamado Mayflower. Evocándolos, concluyeron que un gobierno republicano podía existir en una sociedad compuesta por gente que coincidían en ser virtuosos, frugales, intensamente dedicados al trabajo y a la vez con espíritu público. De esos puritanos perfectos -the nation ofthe elected- devendría la república.
Ben Franklin (quien se consideraba un "comercialista" republicano y no un ideólogo) no comulgaba con ese extremadamente heroico punto de partida. Estaba más interesado en una política integral de mejoramiento humano, procesual y constante. El multifacético imprentero, comerciante y futuro inventor, publicaba sencillos, concretos y orientadores artículos, panfletos y aforismos de calendario. Lo extraordinario fue que, si bien en un principio ninguno de ellos declamaba nada de la república, sí eran conducentes. De modo indirecto. Pues a la gente común, por más que le taladrasen la conceptuación de "república" se les iba de las manos. Si bien en América eran libres a nivel religioso, padecían las consecuencias del anquilosamiento de su dependencia inglesa. Entonces, al ser aún parte del Imperio Británico, vivían en "ausencia de república". Y en consecuencia, les era totalmente ajeno visionarse como ciudadanos de un Estados Unidos inexistente.
Por lo tanto eran contraproducentes los planteos de los ideólogos. Aparte tomar como punto de partida de la república a algo tan impracticable como la "perfección virtuosa" del espíritu puritano, ya hacía imposible la llegada. Por el contrario Franklin si posibilitó la república ya que construyó en pequeño pensando en grande. En sus publicaciones desarrolló doce virtudes. Pero destacó como referenciales sólo a dos. La primera fue la "sobriedad" ya que tiende al punto medio. Así centrado en sí mismo, el hombre toma las riendas de sus circunstancias y se hace más libre dado que duplica sus espacios de interacción con la otredad. Luego uno y otro pueden negociar más fácilmente y reubicarse en un nuevo centro que, entre los dos, se torna un dialéctico punto de encuentro. La segunda virtud seleccionada fue la sinceridad. Porque sólo expresando con libertad el propio pensamiento uno puede negociar con el otro un acuerdo sobre una base firme.
Ben nunca fue declamatorio ni inalcanzable como los ideólogos. Mentor por naturaleza, era tan práctico y concreto que llamaba a ser cotidianamente leído y practicado. Su lenguaje era el de una sociedad comercial, preparada para el trabajo y la negociación con el otro. A la gente común le habló de beneficios. De progreso. De mejoramiento económico. Así, con sencillez y optimismo, su visión canalizó el trabajo y el pensamiento de miles de self-made-men que se convirtieron en el capital social del que emergería la futura república. El esfuerzo personal actuaba de igual a igual con el esfuerzo del otro, los talentos se negociaban junto con las commodities y en el intercambio, iban forjando un tejido social consistente. Porque si bien la utilidad era su principal objetivo, como americanos fueron tejiendo entre sí su sociabilidad como grupo. Y de ella nació la república. Porque gracias a la auspiciosa visión del "sueño americano" inspirada originalmente por Ben, se fue haciendo posible la movilidad social ascendente a través del trabajo. Así redefínieron sus clases sociales y maduraron en la práctica su no ideologizada visión de república.
La calidad de vida aumenta en un país con visión. Ese no es nuestro caso. Es notable nuestro empobrecimiento de "capital social". La falta de esfuerzo nos hizo débiles. La fuerza se canalizó en pulseadas que -huecamente ideologizadas por las superestructuras- siguen destruyendo nuestro cada vez más desgajado tejido social y detienen al país. ¿No es hora que salgamos de este pesimismo producto de la estrechez y el cortoplacismo del objetivo "lo quiero ya"? ¿No es hora de construir en pequeño pensando en grande? Aún sin Ben como mentor, cada uno merece ser feliz siguiendo la intuición de su "sueño americano". En cambio de ser víctimas de nuestras circunstancias adueñémonos de ellas, reflexionando más nuestras decisiones. Pasemos a ser co-creadores de un tejido social más consistente negociando nuestros talentos en paz ya que -aún sin ser perfectos en nada- más cerca de lo que creemos, con menos ideología y más trabajo, se encuentra la república.
Los comentarios de este artículo se encuentran deshabilitados.