Por Roberto Actis
Toda la semana política estuvo girando en torno a Juan Cabandié, tema gastado sobre el que se dijo todo, o casi, pues siempre algún agregado puede hacerse, siendo el mismo protagonista quien fue proporcionando argumentos. Es que tratando de aliviar su situación, algo así como una misión imposible pues el hecho quedó estampado en imágenes y sonido, incurrió en la mentira. Y cuando eso ocurre, tiene el efecto de una ciénaga en la cual uno cada vez va hundiéndose más. La retractación fue algo tardía, y además a medias, por lo tanto inútil. Una saga que tuvo ciertas semejanzas con esos telenovelones en los que a cada rato se agrega algún nuevo elemento para generarle mayor expectativa.
Tema agotado, al menos para nosotros, aunque es probable siga ya que a la oposición le dejaron picando la pelota en el área chica, por acudir a una definición futbolera. Aunque tal desarticulación tiene que se duda si finalmente le sacará el provecho que parece. Especulación pura, ya que en realidad la última palabra la tiene cada uno de los que concurran a las urnas el domingo que viene.
Otro hecho realmente grave, que excede la comprensión o tal vez no tanto cuando está el narcotráfico de por medio, fue la balacera a la casa del gobernador Antonio Bonfatti, un hecho sin precedentes que da cuenta de la gravedad de la situación, ratificado luego con una nueva amenaza al mandatario para que se cuide durante sus desplazamientos por la autopista entre Santa Fe y Rosario, mediante un mensaje enviado a la jueza que entiende en la cuestión. Una triste y lamentable historia que parece haber tenido sus orígenes, en cuanto a las acciones directas por supuesto, al momento de desatarse el caso Tognoli, el jefe policial desplazado por su supuesta conexión con narcos.
Tema que, al contrario del anterior, no se encuentra agotado, dando la impresión que por el contrario, aún tiene mucho por delante, y que exigirá una serie de medidas muy directas y contundentes, sin necesidad de tantas declaraciones, buscando poner un freno a esta vorágine de violencia enfocada nada menos que en la cúspide del gobierno provincial.
Mientras tanto, cuando los episodios se suceden como siempre y los problemas de base siguen sin resolverse, inflación e inseguridad en primer plano, la presidenta Cristina Fernández avanza en su recuperación y aun cuando la orden médica fue mantenerse alejada del estrés y nada de diarios y televisión, queda una cierta impresión que en algunos asuntos hay alguna palabra suya de por medio. Nada para respaldarlo, simplemente una sensación, aunque lo mucho más probable es que esté cumpliendo las instrucciones a rajatabla. Y bien que haría, para abreviar en lo posible el interinato de Amado Boudou, que no digiera nadie, ni siquiera los del propio bando.
Tocando el tema de la presidencia, avancemos un poco hacia el futuro, 2015 con mayor precisión, que es cuando habrá que elegir al sucesor de Cristina. No haremos análisis de posibilidades, pues falta lo que suele calificarse como "una eternidad", aunque las elecciones del domingo que viene, aunque legislativas, sean un elemento clave, que tal vez despeje bastante las confusas perspectivas. Sí en cambio es interesante tratar de estimar cómo llegará el país a ese momento.
Si todo se mantiene como ahora, con una pérdida de reservas que es prácticamente el deslizamiento por un tobogán -de los 52.000 millones de dólares de 2011 a 34.000 de este momento-, inflación con tendencia a la suba, subsidios que han dejado anémicas todas las cajas, importación de energía que se lleva la mayor parte de los recursos que deja la soja, y una deuda que no deja de aumentar a pesar de los 73.000 millones de dólares que se pagaron estos años, por citar sólo a los de mayor volumen, la situación se tornará muy complicada. Algunos economistas más drásticamente la anticipan de tornarse inmanejable. En cambio, si después de las elecciones de aquí a una semana, se aplican los "correctivos" -no los de Cabandié por cierto- que corresponden, la cosa puede ir mejorando. Y que conste, no estamos hablando de ajuste, devaluación, ni nada que vaya contra los principios de este gobierno de la década, sino de medidas algo más profundas y pensadas que las que toma Moreno cuando aumenta el tomate.
Pero además, y sin pretensiones futurológicas, sino con datos concretos, tenemos que de aquí a 2015 habrá vencimientos de deudas de la Nación, Provincias y empresas privadas por 22.000 millones de dólares, y quien se haga cargo de la presidencia el 10 de diciembre de ese año, a las dos semanas tendrá el vencimiento del bono por 9.800 millones de dólares lanzado por Néstor Kirchner en 2005 para afrontar el pago al FMI, y también por esos días otros 5.000 millones si es que se sigue sobre estimando el crecimiento de la economía, lo cual por un lado sostiene el relato pero por otro obliga a pagar altos dividendos por bonos ajustados a la evolución del PBI. Algo parecido a lo que hizo Kirchner cuando manipuló hacia abajo la inflación con la excusa de pagar menos por los bonos ajustados por ese índice, pero al revés. Dibujar el crecimiento costará un Perú.
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