Por Roberto Actis
Todo aquello que no se hizo desde un primer momento, ahora hay que hacerlo y con una situación aún más grave que antes, dentro de un clima social realmente convulsionado. Además, con un respaldo acotado al extremo, dentro de un mundo absolutamente renuente a tirar salvavidas. Fue justamente el resistido FMI quien nos arrojó el más reciente, pero tal como lo marca nuestra historia, una vez más incumplimos la palabra empeñada. El recorte de gastos, en marcha y futuro debía ser de 300.000 millones de pesos, apenas alcanzó a 65.000. ¿Y el resto? Bien gracias. Ahora que la desconfianza está instalada y el dólar se ha convertido en amo y señor no sólo de la actividad financiera y económica, sino también de todas las decisiones, habrá que tomar las medidas que antes pasaron de largo con un gradualismo insípido e irrelevante que en lugar de aportar alguna mejoría, fue determinante para empeorar y llevarnos a este presente del que nadie sabe que hacer para salir.
Mejor dicho, aunque por estos días de agitación volvieron a aparecer los gurúes con sus a veces curiosas interpretaciones y descripciones de la realidad, casi todos saben lo que se debe hacer, pero nadie quiere afrontar el costo. Un ejemplo simple lo hemos señalado en anteriores ocasiones y reiteraremos en cuantas otras sean necesarias: cuánto tiempo puede vivir una familia que tiene ingresos mensuales de 30.000 pesos y gasta 50.000. Se pueden usar las cuotas, estirar la tarjeta todo lo posible, postergar pago de impuestos, sacar todos los préstamos al alcance, recurrir a familiares y amigos, tal vez al fiado -palabra olvidada en estos tiempos-, pero llega un momento en que la bomba explota. Cuando se corta el crédito no hay más manera. Algo idéntico le pasa a la Argentina. No de ahora, sino desde unas 7 décadas atrás que vivimos de prestado. El gran desbarranque en los gastos lo profundizó el kirchnerismo, desperdiciando ingresos extraordinarios como fueron los de la soja -alias el yuyo- durante varios años. Entre los desaciertos del gobierno primero de Néstor y después de Cristina, junto a la espectacular corrupción, quedó atrás la oportunidad del gran despegue, con la añadidura de un país arrasado.
Y ahí apareció el gobierno de Cambiemos, depositario de la confianza hoy defraudada de recomponer a la Argentina. Hubo avances en diversos aspectos, pero en la economía, que es la que pega fuerte en el bolsillo y el estómago, claramente hubo retroceso. No hay que dar muchas vueltas, la mala praxis ha sido una constante y aquello del mejor equipo de gobierno de los últimos 50 años hoy parece un chiste de mal gusto. Queda claro que la mayoría de los economistas son brillantes desde afuera aconsejando medidas, pero cuando les toca actuar y gobernar, no pegan una ni por casualidad. Para muestra sirven botones: Kicillof siendo ministro dejó el tendal, ni siquiera uno de todos los índices de su gestión fue positivo; hoy en la oposición, aconseja lo que se debe hacer. Más cerca todavía, frescos están los dichos de Sturzenegger, que parecía saber una hoja más que el libro, en el Banco Central fue el ideólogo de las Lebac que nos endeudaron por más de un billón de pesos y hoy cuestan sangre, sudor y lágrimas recuperarlas.
La confianza en Macri está por el piso. Salió a hablar de medidas y el dólar pegó un salto terrible. No le creen más ni los suyos y recuperar credibilidad no se logra de hoy para mañana. Seguro que por el resto de su vida no querrá más escuchar la palabra gradualismo. Una definición gráfica es que recibió un barco a punto de hundirse y en lugar de achicar el agua con baldes y toneles, lo hizo con una cucharita. Nos fuimos al fondo del mar.
Una nueva oportunidad de recuperar el tiempo perdido en el gradualismo la tuvo Macri en octubre del año pasado, cuando ganó las elecciones legislativas. Derrotar en Buenos Aires a Cristina Kirchner con Bullrich y González de candidatos no era poco decir, pero en lugar de tomar envíon para reordenar a la Argentina en serio, empezó a hablar y actuar en consecuencia de la reelección en 2019. Llegaron a darlo como por descontado, hoy en cambio no aciertan encarrilar la gestión. Queda claro: mientras quienes gobiernan se dediquen más a pensar en la elección que viene que en gobernar, más lejos estarán de acertar. O tal vez debamos recordar aquél "ahora vamos por todo" de CFK en Rosario después de ganar con el 54% de votos su segundo mandato.
Apenas días nomás hablábamos del 30-30-30 para medir inflación, dólar y pobreza. Hoy lo estamos haciendo con 40-40-40. Algo hay que hacer, esperemos que los anuncios de mañana vayan en serio.
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