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Sociales Domingo 29 de Junio de 2025

Había que celebrar

“Non parla man se fica” diría el piamontés. Y así fue, todo estaba quedando registrado en su oído y memoria para después hacer el análisis y crítica constructiva seguramente en la próxima clase.

Agrandar imagen Mediodía de celebración: La galería de La Victorian Casona el sábado 28-06-2025 .
Mediodía de celebración: La galería de La Victorian Casona el sábado 28-06-2025 . Crédito: Archivo Carlos Bertone

Por Raúl Vigini

La situación fue tan original como sorpresiva. Habían llegado de a poco y en la semana, invitaciones personales para estar ese día. Tenía un año más ese alumno de canto, uno de los tantos muy bien respetado por el maestro. De los que se hacen sentir muy cerca más allá de los ejercicios de vocalización.

Entonces preparados para la ocasión, llegar al lugar fue un volver a vivir aquellos tiempos de adolescencia audaz e inquieta cuando se visitaba el predio para descubrir lo que la forestación implacable había dejado debajo lo que una vez fuera la encumbrada fábrica de manteca “Las Colonias” de The River Plate Dairy Co. Ltd.

Pero el ambiente que había sido recuperado hacía tiempo cuando se disfrutaba como casa quinta de tres familias amigas por décadas daba lugar a espacios verdes alrededor y casi un nuevo barrio instalado en la zona de fábrica y usina. No obstante, y por ese detalle de ser un lugar de descanso familiar, la casa otrora albergue del encargado y administración que había superado el centenario en pie, nos esperaba firme y enhiesta dejando a la vista la construcción sólida de características europeas y detalles inimaginables que aun perduran.

Claro que llegar al espacio verde fue encontrarnos con una instalación techada de blanco elemento donde aguardaba un mobiliario que permitió la recepción de los que arribaban y después de las presentaciones de rigor darle lugar a las primeras copas y ágape de iniciación fraternal.

Y fue allí donde empezamos a saludar conocidos y desconocidos, pero con la intuición de que se trataba en muchos casos de aquellos jóvenes que por años encontrábamos en las salidas de fines de semana por el centro rafaelino o en confiterías bailables de los 70 y 80 que hacía décadas no veíamos ni sabíamos de ellos. De a poco aparecían los rasgos que asociaban aquellos nombres y apellidos, lo que significaba en cada caso un momento de felicidad y emoción, suponemos compartida por los demás también.

A partir de ese momento las anécdotas, el buen humor, las asociaciones de ideas y temas variados nunca se interrumpió, más allá de la invasión de empanadas, fiambres y tanto que fue apareciendo en la larga mesa debajo de la galería histórica que permitió la camaradería sin interrupciones salvo por la llegada de la bondiola y las salsas, todo, absolutamente todo de exquisita elaboración.

El techado blanco ya tenía preparado el escenario y el mobiliario de frente para escuchar a los músicos que respaldados por un repertorio popular fueron desgranando ritmos telúricos con la aprobación de los presentes y allí la formación fue mutando entre voces, coros, guitarras, bombos y acordeón. Que por suceder en tiempos de alta tecnología ambulatoria, la mayoría de la platea pudo capturar con sus teléfonos móviles.

Al costado del proscenio, un concentrado varón escuchaba con casi imperceptible presencia, lo que sucedía fuera de cada micrófono debido a que eran sus alumnos de canto que estaban siendo los aplaudidos con pogo incluido.

“Non parla man se fica” diría el piamontés. Y así fue, todo estaba quedando registrado en su oído y memoria para después hacer el análisis y crítica constructiva seguramente en la próxima clase.

Pero si estaba allí el tenor lírico docente que da clases de canto a sus 83 años, no podía dejar de subir a la tarima y expresarse musicalmente.

Desenfundada la guitarra, ordenadas las letras impresas, un cambio de palabras para coordinar el repertorio y las versiones acústicas y sin amplificar esta vez, al mejor estilo de los boliches de antaño, se escucharon a dúo el vals Pobre flor y el chamamé Un abrazo a Corrientes, como solista el joropo Alma llanera y al final la celebrada aria de ópera Aurora que El loco de la volanta siempre elige interpretar con tanta unción como corresponde.

El momento de soplar la vela de última generación, así como la consabida sesión fotográfica con los presentes dio lugar a otra etapa ya dentro de la casona para degustar la mesa dulce, que no impedía de ninguna manera seguir guitarra en mano y voz en cuello seguramente.

Nos fuimos antes de la última etapa pero con la convicción de que se trató de un viaje a la infancia de la escuela primaria con sus actos y recreos, a los juegos del barrio de los amigos de entonces que lo siguen siendo, a los tiempos de la barra desde la que celebramos por años momentos compartidos inolvidables, de anécdotas, recuerdos, vivencias imposibles de soslayar. Y fundamentalmente a la cercanía que permite el canto a partir de reuniones que generó el maestro alguna vez y nunca se detuvo. Siembra y cosecha generosas absolutas.

Merece destacarse el emprendimiento La Victorian Casona que da lugar a estos encuentros, con todos los detalles del servicio personalizado, la gentileza de la atención del personal, la predisposición para asistir a cada uno antes de que surgiera la necesidad del invitado, la calidad de lo ofrecido fue de jerarquía que prestigia el lugar imponente e histórico con los responsables del servicio que están a la altura de las circunstancias.

Al anfitrión y su familia, al servicio, a los presentes, al vino y el menú, a la música, a la energía positiva que todo ello logró, solo queda agradecer amplia y sinceramente. El deseo de felicidad no es solo para quien ideó esta iniciativa sino para todos los que lo compartimos con él. Misión cumplida.

Estos son capítulos de la historia personal de cada uno de nosotros que nunca se detiene. Por fortuna de todos...

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