Por REDACCIÓN
Por Redacción Central
CIUDAD DEL VATICANO, 14 (ACI PRENSA).-El Tercer Domingo de Adviento lleva el nombre de ‘Domingo de Gaudete’, o ‘Domingo de la Alegría’. Se denomina así porque se ha ingresado al segundo y último tramo del Adviento y surge en el corazón, de manera natural, una sensación de ‘cercanía’, de que el más grande acontecimiento está ‘pronto’ a suceder. Es esa experiencia del ‘falta poco’ por la que los corazones se animan y entusiasman. El tramo mayor del camino ya está recorrido y, en consecuencia, la liturgia expresa ese sentir: la primera palabra que se dice en el introito de la Misa será precisamente Gaudete, es decir, “¡Regocíjense!”.
En la celebración eucarística del día, el sacerdote ha de revestirse con una casulla de color rosa como signo de gozo, y la Iglesia invita a los fieles a profundizar en el deseo de conversión, porque el Señor ha de llegar y todo debe estar bien dispuesto. De manera coincidente, tanto en los templos como en los hogares se enciende la tercera vela de la corona de Adviento, la vela distinta, la única de color rosado.
El color rosa -asociado a la belleza y a la serena alegría- contrasta en la liturgia, en la que ha primado el violeta (morado) como signo de austeridad (actitud espiritual propia de estas semanas de preparación para la Navidad). El violeta volverá para el Cuarto Domingo de Adviento. En ese sentido, el rosa ha sido un “ya, pero todavía no” que nos ha recordado que el gozo es el que nos mueve y eso ha contribuido a renovar esfuerzos y tomar aliento en el camino de la conversión personal.
La lectura del Evangelio nos transmite esa sensación de cercanía cuando escuchamos a Juan el Bautista, ‘voz que clama en el desierto’. Es él el llamado a allanar el camino del Salvador. Hagamos lo propio en nuestras vidas.
Sugerencia práctica para estos días
¿Eres de aquellos que preguntan si Jesús es realmente el Mesías? ¿Estás convencido de que Él ha de salvar a la humanidad? Si la respuesta es afirmativa, o si tienes dudas, o si sabes que Jesús es la respuesta, pero tu fe flaquea –cualquiera sea el caso– ¡no te quedes cruzado de brazos! Acércate a la Escritura, lee o medita en las profecías, confróntate con el Evangelio.
Te recomendamos también que hagas la Oración Familiar para el Tercer Domingo de Adviento. En esta Oración podrás encontrar también expresiones de gozo simbolizadas en la vela de color rosa.
Lectura del Evangelio del Tercer Domingo de Adviento según San Mateo: (Mateo 11, 2-11)
En aquel tiempo, Juan se encontraba en la cárcel, y habiendo oído hablar de las obras de Cristo, le mandó preguntar por medio de dos discípulos: "¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?"
Jesús les respondió: "Vayan a contar a Juan lo que están viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de la lepra, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Dichoso aquel que no se sienta defraudado por mí".
Cuando se fueron los discípulos, Jesús se puso a hablar a la gente acerca de Juan: "¿Qué fueron ustedes a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? No. Pues entonces, ¿qué fueron a ver? ¿A un hombre lujosamente vestido? No, ya que los que visten con lujo habitan en los palacios. ¿A qué fueron, pues? ¿A ver a un profeta? Sí, yo se lo aseguro; y a uno que es todavía más que profeta. Porque de él está escrito: He aquí que yo envío a mi mensajero para que vaya delante de ti y te prepare el camino. Yo les aseguro que no ha surgido entre los hijos de una mujer ninguno más grande que Juan el Bautista. Sin embargo, el más pequeño en el Reino de los cielos, es todavía más grande que él".
Nota bene: Domingos de Gaudete y Laetare
Hay dos domingos en el año en los que el celebrante (sacerdote) puede usar el color rosa en sus ornamentos. Estos son el cuarto domingo de Cuaresma (laetare, alegraos) y el tercer domingo de Adviento (gaudete, regocíjense) debido a que, ambos tiempos litúrgicos constituyen periodos de “espera”, de cuatro o más semanas de duración. En estos domingos, la liturgia llama a recordar con alegría la proximidad de la Pascua de Resurrección, o de la Navidad, según sea el caso.