Por REDACCIÓN
Por Hugo Borgna
De la apabullante variedad de temas para desarrollar en letras de los boleros hay una que, sin embargo, no pudo ser superada. Para no crear misterio sin contenido y sí, interés por un asunto que tendrá su aclaración en pocas líneas, habrá que nombrar a uno al le podría caber claramente la definición de “bolero con interés didáctico”. Para ser más preciso, habría que agregar a ese género musical la referencia de “…no exento de un evidente interés personal por la mujer amada”.
En este bolero de que estamos hablando, de ritmo atenuado y constante, la motivación no es científica ni de investigación: directamente el personaje creado para cantar quiere conquistar esa mujer y por eso le da a ella y a todas las de su género, instrucciones para hacer feliz al representante masculino que tome la guitarra y cante.
El bolero se llama “Una mujer”. Hay quienes dicen que en un cierto barrio -sin identificar- un intenso enamorado regaló a una mujer concreta (y no de ficción) un disco de 78 rpm con esa letra como contenido. No se conocen los nombres y por eso, hasta tanto los conozcamos, vamos acompañar el texto musicalizado.
“La mujer que al amor no se asoma – no merece llamarse mujer – es cual flor que no esparce su aroma – como un leño que no sabe arder”
Por lo que se ve, la mujer en cuestión debería sentirse, por lo menos, molesta. ¿Qué es eso de compararla con un “leño que no sabe arder”? ¡Es todo un atrevimiento! Pero ahora la letra aclara inmediatamente y da la referencia práctica.
“La pasión tiene un mágico idioma – que con besos se debe aprender – puesto que una mujer que no sabe querer – no merece llamarse mujer”
Ya mejora la parte informativa. Según la letra el pretendiente parece conformarse con unos besos, aunque en realidad está preparando la exclusividad para él; pero inmediatamente, ardiendo de tangible fiebre de pasión, da el detalle claro y sin metáforas de cuál es la posología de este medicamento y de cuáles son los componentes.
“Una mujer debe ser – soñadora coqueta y ardiente – debe darse al amor – con frenético ardor - para ser una mujer”
Llegado a este punto, al pretendiente no le queda otro recurso más quedar esperando, dado que no puede entregar este iluminador mensaje en mano propia, y seguro que la mujer parte de esta historia, su familia, los vecinos y hasta el vendedor de plumeros que pasa frente a su casa, son ya conocedores de esta pasión de alto voltaje.
Recurre a Google para obtener información. Lo hace anónimamente, no sea cosa que a los chismosos de la nube se les despierte el interés por conocerlo (en realidad les gustaría más conocer a la mujer) y, ansiosos por dar información completa a sus navegantes, empiecen a pedir fotos para usar como protectores de pantallas.
Concretamente, el bolero “Una mujer” compuesto en 1945 y cantado por toda América, fue paseado, entre otros, por el chileno Antonio Prieto y por el sensitivo Joao Gilberto acompañándose en guitarra. Por su parte, los autores son argentinos. Sixto Pondal Ríos y Alberto Olivari escribieron la letra, y el francés Paul Mizraki hizo lo propio con la música.
Puede suponerse, teniendo en cuenta la energía y potencia de la letra que su ritmo -igual que la mayoría de los boleros de los años 30 y 40 y las recordadas y emblemáticas “sonoras”- será fuerte y rítmica.
No. Es melodiosa y tratada con mucha consideración la intimidad del canto.
Para que las damas en cuestión no se inquieten, habrá que aclarar que esas personas, como las que muestra la historia sugerida, sólo son enamorados comunes y corrientes.