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Economía Viernes 3 de Octubre de 2025

El talón de Aquiles está en el manejo monetario. ¿Se viene la dolarización?

Argentina otra vez transita un tiempo tormentoso, con una fuerte presión alcista sobre el dólar. Incertidumbre define el momento, que se complejiza por la campaña electoral para las legislativas del 26 de octubre.

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¿DOLARIZACIÓN? El debate económico está abierto. Crédito: FOTO ARCHIVO

Por Guillermo Briggiler

En las últimas semanas, la economía argentina volvió a ocupar titulares internacionales. Tras meses de mostrar cifras alentadoras, inflación en retroceso, un superávit fiscal primario inédito en años y un nuevo acuerdo millonario con el FMI, la fragilidad del peso y la necesidad del Banco Central de intervenir con reservas encendieron las alarmas. ¿Se trata de un simple sobresalto coyuntural o de un síntoma más profundo?

Algunos economistas son tajantes, “El verdadero punto débil de la economía no es el riesgo político, sino el manejo monetario y cambiario”. Una afirmación que, más allá de simpatías o rechazos, obliga a detenerse en el análisis.

El gobierno sostiene que el descalabro argentino se explica por el populismo fiscal. Bajo esa mirada, la disciplina en las cuentas públicas es la llave maestra de la estabilidad. Y es cierto, sin déficit, las chances de volver a un ciclo inflacionario descontrolado se reducen de manera sustancial.

Pero algunos economistas ortodoxos recuerdan que el orden fiscal no es suficiente. La historia local muestra que, aún con superávit, la falta de una “ancla monetaria” creíble suele derivar en crisis cambiarias. Hoy la estrategia oficial combina un régimen de banda cambiaria con intervención del Banco Central. El problema es que, en un país de confianza frágil, esa receta puede ser percibida como endeble: basta que los actores del mercado duden de la capacidad oficial de defender la banda para que la presión sobre el dólar se dispare, obligando al BCRA a gastar reservas y deteriorando aún más la credibilidad.

En el segundo semestre de 2025, la balanza por cuenta corriente arrojó un déficit significativo, aunque muestra mejoras respecto a trimestres anteriores. Este resultado alertó a los analistas, pues revela que, pese al superávit fiscal primario, la presión externa y las obligaciones en moneda extranjera siguen siendo una ola difícil de sortear.

La insuficiencia de ingresos genuinos en dólares obliga al país a depender en gran medida de préstamos internacionales y de la entrada de divisas por exportaciones, lo que lo expone a fluctuaciones del ciclo global. Si bien los acuerdos con organismos internacionales han permitido apalancar reservas, el viento externo, tasas de interés, precios internacionales de commodities y aversión al riesgo pueden cambiar con rapidez, dejando al gobierno con menos margen para maniobrar.

Por otro lado, algunas voces académicas y del mundo financiero advierten que la dolarización, aunque seductora como promesa de “estabilidad inmediata”, tiene riesgos sistémicos que no deben subestimarse. Un documento firmado por decenas de economistas la califica como un espejismo: señalan que reemplazar al peso implicaría una devaluación inicial muy profunda, una pérdida automática del control sobre la política monetaria, y una exposición total a choques externos.

Además, remarcan que sin una reforma estructural fuerte —que abarque el sistema tributario, el aparato del Estado, la eficiencia en el gasto y el acceso a financiamiento externo— incluso la dolarización podría fracasar. En resumen: para muchos expertos, la moneda dura no es la panacea, sino una herramienta que obliga a repensar casi todo el engranaje macroeconómico.

El dilema es conocido. Mientras la economía real necesita un horizonte de previsibilidad, la política monetaria y cambiaria sigue anclada en un terreno resbaladizo. ¿Alcanza con disciplina fiscal y acuerdos externos para sostener la estabilidad, o será inevitable un paso más radical, como una dolarización plena, una caja de conversión estricta o algún otro esquema duro que elimine la tentación inflacionaria?

A este barullo se suma el clima de campaña electoral y la necesidad del gobierno de fortalecerse en el Congreso, donde por ahora sufre una sucesión de derrotas. El respaldo de Estados Unidos a la Argentina se diluyó rápido entre las expectativas y la incertidumbre: se requieren más precisiones sobre la implementación del swap.

El gobierno apuesta a que con tiempo y coherencia la confianza se reconstruirá. Los críticos advierten que, sin una definición más contundente, la economía seguirá caminando sobre hielo fino. Lo cierto es que, más allá de las lecturas ideológicas, la discusión ya no es abstracta: se refleja cada día en la cotización del peso, en la acumulación de reservas y en la sensibilidad de los mercados. La pregunta que queda abierta es si la Argentina está corrigiendo las causas profundas de su inestabilidad o simplemente comprando tiempo.

#BuenaSaludFinanciera

@ElcontadorB

@GuilleBriggiler

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