Por REDACCION
Los impactos de la bajante del Paraná ya se sienten en sectores críticos de la actividad productiva y el Gobierno ya declaró la emergencia en el río por 180 días, lo que hace suponer que esto va para largo, lamentablemente.
El agua escasea y aparecen los problemas: la navegación fluvial, las tomas de agua urbana, la generación de energía, la fauna íctica, el riesgo de incendios y la modificación de cauces y paisaje; todos de alto impacto y muy costosos.
Entre las causas, se citan la falta de lluvias, el aumento de la demanda hídrica, la explotación de la tierra y, principalmente, la prolongada sequía que afecta la parte alta de la Cuenca del Paraná, en el sur de Brasil. “Allí, desde hace 22 años las condiciones de precipitación están por debajo del promedio (con excepción del 2010 y el 2015) y la situación empeoró desde el 2018”, reportó el Instituto Nacional del Agua (INA). “Una sequía que empezó en junio de 2019, pero que nos comenzó a llamar la atención en marzo del 2020, cuando se empezó a manifestar de una manera irreversible, y sobre todo cuando la alta cuenca del Paraná, en Brasil, empezó a mostrar una disminución de su aporte muy significativo”, dijo el hidrólogo Juan Borús, del INA.
La serie histórica del INA sobre la cuenca alta muestra que esta sequía que afecta al Paraná, es tan grave como la que se produjo entre 1968 y 1971, con su pico de bajante en 1969, aunque cabe analizar que hoy la demanda de agua en la cuenca del río Paraná es mucho más alta que en aquellos años.
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