Por REDACCION
El estado de tensión y nerviosismo con el que la Selección argentina salió a jugar el partido ante Croacia quedó expuesto en un minuto, cuando Wilfredo Caballero cometió el error de pifiarle a la pelota y dejarle el gol servido a Ante Rebic. Estaba visto de antemano que esta manera de jugar, con tres hombres en el fondo y muchos volantes en el mediocampo para acompañar a Lionel Messi era el "plan B" de Jorge Sampaoli, pero ni él mismo pareció creer demasiado en eso. Hasta el momento del primer gol todos fueron movimientos de un lado y del otro, midiendo fuerzas y Argentina tratando de sentirse cómodo en un encuentro que parecía incomodarlo desde antes del pitazo final. Sin presencia de Lionel Messi, con juego asociado pero sin mucho cambio de ritmo, Argentina logró llevar adelante el plan de modificar el sistema defensivo ante una Croacia que sabía las necesidades urgentes de los albicelestes.
Las cuentas no daban por ningún lado, porque Croacia sabía su juego, el del contragolpe, por más que Argentina puso en cancha nombres que tal vez en otras circunstancias no hubiera hecho como Paulo Dybala. En algunos pasajes del encuentro la presión de Argentina dio algún resultado, porque Eduardo Salvio estuvo cerca de la marca y Marcos Acuña fue el artífice de las mejores variantes de un equipo sumido en la propia incertidumbre. Los balcánicos le hicieron el favor a Argentina de no utilizar mucho el juego de Luka Modric, quien en el primer tiempo casi no estuvo en cancha, pero en el complemento -desde lo posicional- fue el artífice de cada buena intervención de su equipo. Si ante Islandia la opción era atacar por todos los frentes, más allá de chocar contra el bloque defensivo de los gigantes del país de los volcanes, el plan B ante Croacia tampoco funcionó.
La debacle en el juego, algo que careció este equipo en los dos partidos que disputó, se inició con ese yerro de Caballero y la volea sentenciadora de Rabic para abrir un partido que estaba cerrado. Messi tampoco tuvo la cuota de rebeldía necesaria como para adelantar el equipo y Javier Mascherano contó con poca ayuda para frenar a Iván Rakitic y compañía, porque a diferencia de la primera mitad, esta vez despertó Modric y ahí Croacia jugó a otra cosa, más adelantada, con velocidad, cambio de ritmo y una poderío que los albicelestes no pudieron nunca frenar.
Luego del primer gol, casi en simultáneo, Sampaoli metió dos cambios casi de manera instantánea, para darle algo de oxígeno a la mitad de cancha y a la delantera, con los ingresos de Higuaín y Pavón -de quien dudó hasta último momento y eligió a Enzo Pérez- por Agüero y Salvio Sin embargo, más allá de alguna corrida, una pelota ganada en un cruce o bien en situaciones aisladas, Argentina siguió siendo superada, y solo Acuña con algún desborde y amor propio pudo intentar modificar la inapelable ecuación. El 1-0 no relajó, sino que complicó aún más todo el panorama. Allí se evidenciaron mucho más los errores, porque Croacia tuvo campo a su favor y el retroceso de Argentina fue lento, sin buenos relevos y quedó totalmente expuesto. Los goles de Modric y Rakitic, las piezas claves de un ensamble croata que se sabía de antemano que iban a manejar el ritmo del partido, no hicieron más que ratificar que el Plan B no fue nunca ensayado y terminó siendo un manotazo de ahogado de un Sampaoli que sigue sumando deudas, y no solventa ninguna.
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