Por REDACCION
(Desde Nizhny Nóvgorod). - Me voy del estadio con esa languidez que provoca una noche con resaca; no es fácil asimilar el mensaje que deja un resultado deportivo de tales dimensiones y que decreta el final de un ciclo. Argentina se fue espiritualmente del Mundial ya que, matemáticamente, todavía podría quedar con vida para viajar a San Petersburgo con algo más de interés que le de conocer la Fortaleza de San Pedro y San Pablo.
Pero eso ya no depende de su voluntad, que por otra parte, parece quebrada y por momentos diezmada, si tomamos como medida los 180 minutos que disputó aquí en Rusia. Su suerte está en manos de rivales que antes de comenzar el torneo se encolumnaban debajo de su glorioso y pesado apellido. Ahora hay que esperar el otro veredicto y encarar las horas finales con hidalguía, como manda la historia, para aceptar este designio y entregarse al futuro con responsabilidad.
La goleada que nos propinó Croacia, mejor dicho, que le propinó al equipo argentino (su gente volvió a ganar en las tribunas del estadio de manera rotunda como ya es costumbre en todo el mundo), resulta una mortificación, pero se corresponde con las abreviaturas que aplicaron a manera de plan o proyecto, los últimos entrenadores contratados por AFA, y que tocaron fondo en el actual ciclo de Sampaoli.
Los reproches se reparten por estas horas como el cotillón en las fiestas de casamiento, antes que empiece al baile. Nada que nos sorprenda, son parte del folclore criollo y de una manera de sentir esas heridas; sin embargo, hay un agregado penoso en esta oportunidad. Más 30.000 compatriotas se entregaron a la aventura de llegar a este colosal país, tan alejado geográficamente, con la ilusión de apoyar y contener ese sueño de campeonato que parece acunarse de manera eterna.
Hay algo de ingenuidad en ese comportamiento colectivo, pero también de epopeya patriótica y por eso, la caída, duele más y se mete como un aguijón en el alma de esa masa que se fue de Nizhny Novgorod, intuyendo que se apagaban muchos cosas después de 90 minutos de fútbol.
Se apaga la confianza para con un grupo de jugadores brillantes pero desangelados a la hora de la verdad en los grandes desafíos; se apaga la fe de protagonismo en esta Copa del Mundo y se extingue el reinado de un hombre genial e irrepetible como Lionel Messi, que sin embargo, al enfundarse en los colores celestes y blancos, se mostró mucho más en una dimensión humana que en la de superhéroe y esta diferencia, postergó esa puntada final en los últimos años.
Anoche fueron croatas pero podrían haber sido hace unos meses atrás, ecuatorianos o peruanos los que nos empujaran al abismo.
Este Mundial y sus resultados está corriendo un telón que deja ver detrás una escenografía deteriorada y en algún punto, mal que nos pese, el verdadero rostro de la realidad. Wilfredo Caballero, Jorge Sampaoli y el propio Lionel Messi están en la foto de esta debacle; localizar como síntesis un responsable es una simplificación para nada saludable y mucho menos justa sobre los hechos.
Todos se ha convertido en víctimas de un sistema que quisieron salvar con un favorable resultado deportivo, pero esto no es posible, ni siquiera con una milagrosa clasificación a la próxima ronda.
Bielsa todavía se reprocha el fracaso del 2002 en Corea - Japón y se lo atribuye. Algo muy parecido está por ocurrir si no aparece una mano sanadora varios años después; claro que aquí, tal fracaso arrastraría a una de las figuras más movilizadoras de la historia del fútbol y esto convertiría a esta frustración, en la peor experiencia de todos los tiempos.
Estoy escribiendo estas líneas en las primeras horas de éste viernes en el Media Center, condicionado por los comentarios brumadores de la mayoría de los colegas que presienten el peor final; es una catarsis inevitable pero que ya había encontrado en muchos pasajes, síntomas similares.
Algo no bueno estaba por ocurrir y está pasando, algo difícil de definir se presentaba como desafío, y tampoco ahora se nos facilita la tarea de describirlo. Solo que luego de esta experiencia, con dolor confieso, que siento cierto alivio.
Esto no da para más, aunque la competencia y sus azares, los empujen a otra traumática definición.
Periodista acreditado por LA OPINION para Rusia 2018.
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