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Notas de Opinión Sábado 1 de Noviembre de 2014

Brasil: un escenario complejo en el horizonte

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Guillermo Borella

Por Guillermo Borella

La estrecha ventaja con la que Dilma Rousseff se impuso a Aécio Neves el domingo para ser reelegida como presidenta de Brasil -consiguió un 51,6% de los votos contra un 49,4%- constituye el resultado más ajustado logrado por el Partido de los Trabajadores (PT) desde la elección de Lula da Silva en 2002.

A pesar de la exigua diferencia (apenas 3,5 millones de votos), fue suficiente para asegurar al PT su cuarta victoria consecutiva sobre el más conservador Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB) y por ende, el derecho a cumplir 16 años en la presidencia de Brasil, el período más largo de continuidad de un mismo partido en su historia democrática moderna.

Dilma Rousseff deberá enfrentar de inmediato sus mayores retos de cara a su próximo mandato: un congreso fragmentado y una economía estancada. Así, el desafío del PT será enorme en lo político y en economía.

En efecto, la nota más destacada del lunes postelectoral fue la fuerte reacción negativa de los mercados financieros locales. El índice Bovespa, (que registra la fluctuación de las principales empresas brasileñas), se desplomó en cuanto abrió la sesión en San Pablo. Mientras tanto, las acciones de Petrobras se derrumbaban y el Real se depreciaba con respecto al dólar.

Fue la (previsible) respuesta de los mercados a la reelección de Rousseff, ya que su victoria acabó con las esperanzas de los inversores que apoyaron a su rival, Neves, más amigable con los mercados. Como opinan algunos analistas, el objetivo de esta maniobra sería “marcarle la cancha” a la presidenta para lo que se viene.

De este modo, se busca presionar al gobierno para forzar un cambio en su programa económico para los próximos cuatro años, en un contexto difícil para la estancada economía brasileña, que este año sólo crecerá un 0,3%. Respecto a su futuro equipo económico, Rousseff ya adelantó durante la campaña electoral que el actual Ministro de Economía Guido Mantega no seguirá en su cargo.

Si bien el segundo mandato presidencial de Dilma comienza oficialmente el 1 de enero de 2015, se da por hecho que, frente a la fría y hostil respuesta de los mercados financieros, se adelantará el anuncio de importantes cambios, ya no sólo de su equipo de gobierno, sino también de la misma política económica.

Ante este panorama surgen algunas preguntas: ¿será Dilma capaz de reconquistar la pérdida de confianza del sector privado? De ser así, ¿cómo lo logrará y a qué costo?


NUEVO CONTEXTO

POLITICO

Además de la economía, Rousseff deberá ocuparse de la política. La noche del domingo, la presidenta anunció que buscará poner en marcha una “reforma política de fondo" que pueda renovar la confianza en los líderes políticos de los ciudadanos, que se sienten ajenos a lo que se decide en Brasilia, tal como quedó demostrado en las marchas de junio de 2013.

Conseguir el respaldo del parlamento para redactar esta reforma y elaborar el documento que será luego votado en un plebiscito constituirá la primera gran misión del Gobierno.

Y no será una tarea sencilla, sobre todo si tenemos en cuenta que la política parlamentaria brasileña se asimilará a un laberinto, con un Parlamento dividido como nunca antes. Esto significa un enorme desafío por la fragmentación de representantes en el Congreso, con una Cámara de Diputados compuesta por 28 partidos de ideología no sólo confusa sino también variable. En cuanto al Senado, que renovó un tercio de sus bancas, albergará a partir del 1 de enero senadores de 17 partidos distintos. De los 81 senadores totales, sólo 13 serán del PT, en tanto que de un total de 513 diputados, 70 de ellos serán petistas.

En estas circunstancias, son muchos los desafíos que le esperan al PT para su cuarto mandato. Y ahora con una novedad: una oposición sólida y agresiva que ni Lula ni Dilma conocieron anteriormente. Hasta el momento, ese lugar era ocupado por la tradicional oposición mediática liderada por los grandes medios de comunicación (cadena O Globo, Revista Veja). Pero ahora Dilma tendrá que hacer frente además, a otra oposición: la parlamentaria.

De este modo, el escenario político brasileño que se abre presenta nuevos componentes. No sólo por la inédita fragmentación de su congreso, sino también por cómo quedó repartido el poder a nivel de los gobernadores de los estados del Brasil. A partir de 2015, los 26 estados y el distrito federal quedarán en manos de nueve partidos políticos, siendo el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB, que no presentó candidato a presidente), el que más estados pasará a gobernar (siete en total). Como era de esperar, este partido -el más fuerte aliado del PT en el congreso-, anunció que a partir de ahora buscará rediseñar su alianza con el PT, buscando mayor poder efectivo, teniendo en cuenta el alto porcentaje de votos cosechados en estos comicios.

Finalmente, otro componente es el PSDB, que pese a haber sido derrotado, sale fortalecido de la contienda. Logró una contundente victoria en San Pablo (65% de los votos), la más rica, poblada y desarrollada provincia del vecino país. Además, envía ahora al Senado un grueso contingente de políticos experimentados, de gran peso en la política brasileña, y que seguramente significarán un problema para el gobierno.


ALGUNAS CLAVES

DE LA VICTORIA

Un aspecto a destacar es que la distribución territorial del voto polarizó a las dos realidades del enorme país sudamericano, con más de 200 millones de habitantes. De este modo, el gigantesco Brasil quedó dividido no sólo geográficamente sino también socialmente. Las regiones más pobres del país votaron masivamente por Dilma. Las más ricas y desarrolladas, por el neoliberal Aécio Neves. En efecto, Dilma ganó por un margen muy amplio en todos los estados del nordeste, alcanzando diferencias de hasta un 40% en Pernambuco y Bahía, que antes de Lula no votaban al PT.

Estos datos permiten observar que los sectores beneficiados por la reforma social, en la que se destacan los planes de combate a la pobreza (Bolsa Familia), optaron en su mayoría por votar a Dilma. Si bien estos programas sociales comenzaron a ser aplicados durante la gestión de Fernando Henrique Cardoso, fueron expandidos con los gobiernos de Lula y Rousseff, que les asignaron mayores recursos. De esta manera, en los últimos diez años se multiplicó el número de personas beneficiadas, integrando al mapa social brasileño a unas 50 millones de personas.

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