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Notas de Opinión Sábado 20 de Octubre de 2012

¿Cuál es la clave de lectura de la reforma?

CODIGO CIVIL Y COMERCIAL

Alejandro Bonet

Por Alejandro Bonet


Queremos hacer un aporte a la comprensión de lo que creemos que está en juego con la reforma al Código Civil y Comercial que se propone y que, muy probablemente, será aprobado en poco tiempo por el Congreso de la Nación.

¿Por qué una clave de lectura?

Porque nos parece que lo que está en juego es mucho más profundo que una cuestión de tipo legal. Entendemos que la reforma, en su trasfondo más profundo, excede lo legal, incluso diría, lo antropológico y lo filosófico. A mi modo de ver esta reforma cierra una parábola histórica que ya lleva quinientos años de duración, y que en los términos en que está expresada la propuesta que se ha hecho, en los puntos más neurálgicos que afecta a la comprensión del hombre, pone de manifiesto lo que somos capaces de hacer librados a nosotros mismos.

¿Cuál es la clave de lectura?

La irreligiosidad. Esta consiste en atribuirse a sí mismo competencias que son exclusivamente de Dios. No reconocer a Dios lo que le es propio. Cuando el hombre se convierte en medida de todas las cosas. Seréis como Dioses conocedores del bien y del mal. El hombre y no Dios es el que define qué es lo bueno y que es lo malo. En esta reforma se puede aplicar tal vez de una manera más apropiada que a cualquier otra realidad la sentencia de Cristo: “Dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”.

¿Qué es del Cesar?.

Legislar sobre las personas, las familias, las obligaciones, los contratos, la propiedad, las sociedades, es decir, sobre todo aquello que conforma un interés directo del hombre para vivir de una manera más adecuada en sociedad. En este sentido la propuesta de reforma del Código avanza en muchísimos aspectos de manera muy positiva actualizando muchos aspectos que fueron legislados hace 140 años.

¿Qué es de Dios?

Aquello que hace a la naturaleza última de las cosas, lo que nos ha sido dado por Otro. Los que nos fue donado en el momento en que fuimos Creados. Nadie se ha hecho a sí mismo. Todos, sin excepción, recibimos lo que somos de Dios. Es una evidencia de la Razón, utilizada de manera razonable, que nadie se autogenera. Querer nosotros definir la naturaleza de lo que está en juego en el origen de las cosas, es excedernos de lo que es nuestra competencia, y atribuirnos facultades que son de quien nos ha Creado.

¿Cuál es el origen más inmediato de esta actitud?

La Revolución Francesa. Aquí comenzó un período político donde el hombre intentó construirse desde sí mismo su propia esperanza de redención. Lo que en ese momento fue un pequeño bosquejo se ha desarrollado cada vez más en los últimos doscientos años hasta llegar a lo que se nos propone, en ciertos aspectos fundamentales, con la reforma al Código Civil y Comercial. Nosotros decidimos, porque nos hemos puesto de acuerdo, que es el hombre, quien es el hombre, como debe ser el hombre, cual es su naturaleza, en qué consiste su sexualidad, como puede unirse uno con otro, quien merece nacer, continuar con vida o desaparecer, en definitiva, podemos decidir nosotros, ya que no tenemos ningún punto de referencia última que no sea lo que nosotros mismo entendemos que hay que hacer o no hacer, simplemente pongámonos de acuerdo y con eso es suficiente.

¿Cuál es el origen más mediato de esta actitud?

Pienso, luego existo. El hombre es la medida de todas las cosas. Esta manera de pararse ante la realidad nace en el siglo XVI con Descartes, luego se desarrolla con Kant y llega a su máxima expresión con Hegel. Todas las ideologías del siglo XX tienen un mismo padre espiritual. Lo que ahora estamos viviendo es la traducción cultural, y por lo tanto legal, de esta posición intelectual. Hoy el hombre se concibe como un ser Autónomo, no dependiente de nadie que no sea el mismo.

¿En qué situación nos encontramos?

Cuando más se profundiza en la Irreligiosidad más se verifica la inconsistencia del hombre de hoy, cada vez es más esclavo del poder político y económico. Es decir se genera un ser humano alienado, despersonalizado, vaciado de contenido, librado a una lucha despiadada para sobrevivir.

¿Qué podemos hacer ante esta situación?

Ante todo reconocer con humildad y objetividad, que el hombre de hoy es así. Que nos pertenecemos a esta época, y que es la mejor época en que nos pudo tocar nacer y vivir, ya que es la época en que Dios nos hizo nacer.

Para aquellos que tenemos Fe, es decir que reconocemos nuestra dependencia original de Otro, y que a Él le reconocemos la soberanía sobre toda la realidad, anhelamos proponernos vivir cada vez más a fondo nuestra identidad. La religiosidad es aquello que nos devuelve nuestra propia autoconciencia. No vivir de la nostalgia de una época que ya fue. Asumir el desafío de verificar que la religiosidad es lo que mejor nos puede ayudar a vivir a fondo nuestra propia humanidad, en el hoy de la historia.

Mirar con respeto a quienes no perciben la realidad como la vivimos nosotros, ofrecer al hombre de hoy nuestra propia experiencia e invitar a compartir lo que vivimos.

La religiosidad es una experiencia de certeza existencial. Vivir lo efímero como tensión a lo eterno. Vivir lo ordinario como extraordinario. Vivir la conciencia que todo depende de Otro ante quien tendremos que rendir cuenta, cara a cara, de cada segundo de nuestra vida, quien nos abraza con total misericordia y compasión por nuestras miserias. En sus manos está el destino de cada uno de nosotros, también de cada uno de los hombres que hoy se atribuyen lo que es solamente de Dios.

Acogemos con agrado que se quiera vivir en una sociedad pluralista en la cual también se respete al que manifiesta una clara identidad religiosa, y pedimos a Dios, y a los hombres que representan esta manera de pensar, que seamos libres y no queramos imponer y homologar a todos en una única manera de pensar y vivir.

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