Por Roberto Actis
Además de los modos y las formas utilizadas, que fue uno de los aspectos centrales para incentivar la cada vez más profundizada división entre los argentinos -amigos que han dejado de serlo, grupos que ya no se visitan, familias desperdigadas-, sumándose desde hace algunas semanas una arremetida contra la justicia como nunca antes había ocurrido en la Argentina de parte de un gobierno democrático que no admite ninguna clase de obstáculos en los objetivos que se ha fijado, existe sin embargo otro aspecto cuestionable, que no se enmarca dentro de las cuestiones puramente políticas e ideológicas, sino dentro de las técnicas: el ineficiente manejo del gasto de los recursos públicos.
Que se creó la asignación por hijo, que se generaron varios millones de empleos, que se incorporó al sistema previsional a quienes nunca aportaron a las cajas y hoy además cuentan con la asistencia del Pami -aunque por no existir un indispensable sistema depuratorio allí se incluyeron quienes aún teniendo millonarios patrimonios se aprovecharon de las circunstancias-, es reconocido y contabilizado en el haber. Pero la columna del debe cuenta también con un voluminoso haber, pues se ha dejado pasar casi diez años en que el país tuvo ingresos como nunca antes en su historia, sin aprovecharlos debidamente con la inversión en infraestructura que requiere un país en crecimiento, y mucho más que eso, con la mirada puesta en el futuro.
En esta última década el gasto público globalizó 900.000 millones de dólares -cerca de un billón-, y salvo las asignaciones destinadas al área social, debidamente puntualizadas, en lo que hace a energía, comunicaciones y transporte, tres rubros clave que son la columna vertebral de la infraestructura de un país con la potencialidad de la Argentina -que nunca termina de despegar, tanto ahora como antes-, en realidad se hizo poco y nada.
Se ingresó además en una política de subsidios de la cual no se sabe como salir, que tal vez fueron necesarios en algún momento cuando había que asistir a buena parte marginada de la población, pero esas ayudas se aplicaron a mansalva, beneficiándose tanto a pobres como ricos, con la luz, el gas, el agua, el transporte y hasta el bendito fútbol para todos, implementado más para perjudicar a la empresa televisiva del grupo Clarín que otra cosa. Un año atrás, desde el gobierno se intentó ir eliminando los subsidios, pero viendo las consecuencias, se puso una rápida marcha atrás. ¿Se acuerdan de las listas de quienes voluntariamente adherían a la quita del subsidio? Quedaron en la nada, fueron insignificantes. Si quitan los subsidios se genera un shock y se arriesgan elecciones, si se mantienen las finanzas estarán cada vez más en rojo. Un dilema, que por ahora no se resuelve y se va empujando hacia adelante.
Desde 2005 el transporte de pasajeros recibió subsidios por 80.000 millones de pesos. Miren como está. Los ferrocarriles un verdadero desastre, sobre los que no es necesario abundar, están a la vista y con el antecedente del accidente que dejó 51 muertos y 703 heridos. Que Dios no quiera, pero que tal como siguen estando las vías, los vagones y locomotoras, y el sistema de señalización, podría volver a repetirse en cualquier momento. Desde aquella mayúscula tragedia ya hubo numerosos incidentes que no alcanzaron magnitud de puro milagro. Vayamos al transporte aéreo y las cosas no están mucho mejor, es cierto que la empresa presta un servicio mucho mejor que cuando el tiempo de la privatización de Marsans, pero a un costo enorme, con errores a los que se califica de infantiles, como conformar la flota aérea con aviones de cuatro marcas diferentes, lo cual cuadruplica los gastos de atención y mantenimiento. Con aeronaves inutilizadas que siguen pagando el cánon mensual de alquiler en dólares, hablándose de hasta 100.000 de esa divisa. Ah, y además con la incorporación de una troupe de jerarcas que ocupan lujosas oficinas y con salarios que jamás serán alcanzados por el deterioro inflacionario, partiendo de los 80.000 del mandamás Mariano Recalde.
En cuanto a rutas se hizo muy poco en relación a las posibilidades que permitió la condición financiera argentina de estos años, aún tratándose de la obra de más sencilla ejecución y también de pronto retorno por el cobro de su uso. Se continuó en cambio en esta maraña de concesionamientos donde las empresas cobran el peaje, reciben subsidios y en contraprestación cortan las malezas de la banquina. El ejemplo los rafaelinos lo tenemos bien al alcance de la mano con el asunto del eterno tironeo con la posibilidad de hacer una autovía en el tramo de la ruta 34 entre Sunchales y Rosario. Que la empresa se demora, que Vialidad, que los planos, que el proyecto, que el presupuesto, una verdadera sucesión de peros. Aún reconociéndose que no todas fueron pálidas pues el gobierno nacional financió aquí la refuncionalización de esa misma 34 en los 8,4 kilómetros que van desde el Parque Industrial hasta la ex Granja Peretti.
Y finalmente, lo dejamos para el cierre, la energía. Tanto se la descuidó, que pasó a convertirse en el gran cáncer de la economía argentina. Entre combustibles, gas y otros fluidos, la Argentina pasó de ser un país autoabastecido y exportador, a fuerte importador y dependiente. Mientras la economía crecía, en lugar de producir energía en forma simultánea, se la importaba. Hoy estamos en un gran problema, y el cepo el dólar tiene mucho que ver con estas políticas equivocadas.
Los comentarios de este artículo se encuentran deshabilitados.