Por Natalia Quattrocchio (Coronda)
Debate vacío de valores
y lleno de oportunistas
Por la Dra. Natalia Quattrocchio (Coronda)
Cuando suceden hechos graves cometidos por menores, aún menores de 15 años no punibles, resurge el debate “mediático”, no me queda claro si también social, sobre qué hacemos con los menores que delinquen.
Y aumentan las presiones de sectores fascistas y aparecen en escena numerosos oportunistas de turno, que en años electorales como este sobre todo, aprovechan a responder al “clamor social”, a veces falso, de ser más duros.
Ante tanto ruido, algo me queda claro: hay un alto desconocimiento de la realidad penal de nuestro país. El índice de delitos graves (homicidio) cometidos por menores de edad entre 14 y 16 no llega al 1%, y entre 16 y 18 (punibles) al 2%.
Nadie dice que la falta de un sistema de responsabilidad penal juvenil y la aplicación de leyes de la dictadura, lleva justamente a que, al no judicializar los casos en los que intervienen menores no punibles, amén de la “discrecionalidad” absoluta sobre el destino de los presuntos autores menores de edad, los delitos no se investigan ni se juzgan con legalidad.
Los menores que presuntamente delinquen por debajo de los 16 años están desprovistos de toda garantía de juicio, lo que esconde a veces el uso de ellos por mayores para que se hagan cargo (con promesas o amenazas), o la falta de asunción de responsabilidad por el autor, que si es menor de edad, no tiene pena, y no podrá aprender algo positivo ni “crecer” en su falta de responsabilidad.
Es indispensable un debate serio más profundo, no sólo dentro de las normas constitucionales y de la Convención de los Derechos Del Niño, sino en el mismo seno de nuestra sociedad, un debate sobre valores.
Pobreza no es igual a delincuencia, puesto que seguramente conocemos numerosos casos de familias o personas que pudieron superar la falta de recursos económicos con esfuerzo, trabajo y educación. (Y mucho por cierto).
Pero exclusión social sí es muchas veces igual a marginación y a delito.
Esos excluidos no son sólo, aunque predominantemente, faltos de recursos económicos, sino también marginados de espacios y oportunidades sociales, culturales y/o educativas (deportes, recreación, expresión, diversión, educación), y lo son sus hermanos o lo fueron sus padres, sus tíos, sus abuelos etc.
No se trata aquí de justificar, sino de entender para poder encontrar caminos, de enjuiciar a quien delinque, pero también de prevenir, construir redes de contención social, espacios de desarrollo de aptitudes y capacidades.
Es indignante cuando como sociedad exigimos legalidad y sanción a unos y a otros no.
Algo es cierto: poseemos un sistema penal selectivo: perseguimos a los pobres que roban -mayoría de población penitenciaria- matan o violan. O pregúntenle a quien conoce las cárceles de qué estrato económico son los detenidos: pobres y excluidos.
Nuestro sistema penal no persigue mayormente a narcotraficantes, ni a empresarios especuladores o evasores, ni estafadores, ni policías, políticos o funcionarios públicos corruptos o clientelistas. O por lo menos no llegan a las cárceles.
¿Qué valores transmitimos? En los sectores económicamente menos favorecidos entre los excluidos, existen valores negativos como conseguir recursos de manera “fácil”, donde el esfuerzo y el trabajo no son ejemplos, donde proliferan las drogas legales como el alcohol o ilegales como las drogas, cuyo abuso permite o anima la realización de delitos violentos.
Ahora, ¿esos mismos valores, no son transmitidos en los estratos económicamente más favorecidos? Los ladrones de guantes blancos, los corruptos, los narcos, los estafadores que no están en las cárceles, que no son perseguidos por el sistema penal, de qué estrato económico social provienen predominantemente?
Porque allí también se transmiten valores como el individualismo, el facilismo, de llegar sin importar a quién usás o dejás en el camino, el “fin justifica los medios”, la viveza criolla, el sálvate a ti mismo, y donde el abuso de drogas es también moneda corriente.
Y claro que nos da miedo ser víctimas de un delito como el robo a mano armada, pero ¿nos da pánico aquel gobernante que llegó con nuestro voto, nuestro silencio o nuestra complicidad, y se queda con los recursos de todos en sus bolsillos o de su familias o de sus testaferros?, ¿o aquel empresario o comerciante que se enriquece vendiendo en negro, al que nunca le pedimos ticket y sigue ampliando su riqueza, sus casas, sus lanchas, sus 4 x 4? Muchos de ellos y otros que contribuyeron a esta fractura social y a la generación de masas de excluidos hoy se rajan las vestiduras pidiendo ser más duros! ¿Somos una sociedad llena de contradicciones, no?
Abramos la cabeza, enriquezcamos el debate, hagámonos cargo y busquemos respuestas sociales integrales.
Si algo hay que bajar son los niveles de oportunismo e hipocresía.
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