Por Vicente R. Ceballos
NOTA II
Algo más - Milton Friedman, reconocido ideólogo del capitalismo, sostiene que, “como ente artificial”, la empresa “no tiene responsabilidades naturales. La única responsabilidad empresarial -afirma- es aumentar las ganancias, respetando, claro está, la ética”. Si así fuere, seguramente estaríamos ante un escenario diferente al de los tiempos que corren. Sin embargo, entre los economistas no faltan quienes se pronuncian a favor de la libertad de mercado sin limitaciones morales.
Es el caso de Allan Meltzer, profesor de la Universidad Carnegie Mellon (EE.UU.), quien sostiene en su libro ¿Por qué capitalismo? que los problemas morales
y los principios éticos no tienen ningún papel que jugar en los sistemas económicos, por lo que propugna mercados totalmente desregulados.
En “Capitalismo para la gente”, el autor, Luigi Zingales, profesor de la Universidad de Chicago, dice que la actual crisis es consecuencia de una alianza “non sancta” entre agentes financieros de Wall Street y políticos de Washington- cosa que califica como “capitalismo de compinches”. Sostiene que lo ocurrido es consecuencia de un sistema donde las grandes corporaciones operan en mercados altamente concentrados, y tienen tal poder que compiten entre ellas por favores políticos, subsidios y exenciones impositivas, en lugar de competir por el favor de los consumidores. Respecto de estos dichos, es digno de mencionar que Zingales es discípulo de Friedman.
No son pocos los observadores y analistas económicos que coinciden en afirmar que el viejo capitalismo de la producción fue superado por el financiero, basado en la especulación y el rédito a futuro sin riesgo. “El motor del ‘capitalismo moderno’ ha sido la finanza no la industria”, explica el periodista y economista italiano Roberto Savio. “En un plazo muy rápido, los capitales se han concentrado en las finanzas para obtener ganancias más veloces y mayores que con la industria”, añade. Incluso, que empresas industriales incursionan provechosamente en el mercado financiero.
“La incapacidad de la política para controlar las finanzas -expresa Savio- es la razón de la fuerza avasalladora del ‘capitalismo moderno’. Lejos de defender y aplicar las constituciones, la política se ha convertido en un instrumento al servicio de los mercados. No sé cuántos lo han notado, pero hasta ahora ningún fraude del sistema financiero por los daños a la comunidad ha llevado a nadie importante a la cárcel”, destaca el experto en temas de comunicación global. Es terminante al afirmar que “si la política no vuelve a fundamentarse en valores y en asumir riesgos, vamos a entrar en una época de populismo, con tristes perspectivas”. “El grave problema de hoy, que nos diferencia de la época de la revolución industrial, es que el sistema político, el garante de las Constituciones, ha perdido legitimidad y participación, especialmente entre los jóvenes. Es así que cada día sucumbe más a las finanzas”, redondea. ¿No vemos nada de esto en nuestra propia realidad nacional?, cabe añadir.
Sobre el capitalismo financiero cargan duramente desde posicionamientos ideológicos económicos y políticos que, con matices, convergen en un punto: responsabilizarlo de la crisis actual, que suma a lo puramente económico el desvío moral y pérdida de valores que ilustran los desbordes que se le imputan. No son cargos ociosos de un izquierdismo histérico sino expresiones fundadas en la lectura de la realidad desde una perspectiva comprometida socialmente.
Oskar Lafontaine, destacado político alemán, hoy retirado, que fuera dirigente del Partido Social Demócrata y candidato a canciller en 1990, abordó la temática en una conferencia que dictara en 2013, invitado por un banco. “La economía financiera -sostuvo- debe estar al servicio de la economía real. Los mercados financieros, desatados como se encuentran, han causado considerables daños a la economía real que no se pueden pasar por alto. Hasta cuando la decadencia de los valores de la sociedad civil, el creciente desorden o desequilibrio distributivo, el progresivo desmantelamiento del sistema democrático y la pérdida de perspectiva de futuro y de libertad para muchas personas”, se preguntaba. “Para que los mercados financieros vuelvan a cauces ordenados, su control será imprescindible”, remarcó.
El control no significa otra cosa que la presencia del Estado en función de resguardo del interés de la nación y los ciudadanos. Intervención rechazada frontalmente por el neoliberalismo del dejar pasar, dejar hacer, es decir, el libre mercado, hoy planetario. O sea, la economía mundial transnacional, en la que ni gobiernos ni países decidirían sobre cuánto producir y para quién sino las corporaciones y los bancos internacionales. El caso es que si se piensa que todo está perdido, que no existen márgenes para reposicionar al Estado y a la política en los roles que les corresponden, quedaremos definitivamente a merced de los designios de las fuerzas ya instaladas. Y de cuya “filosofía” hay muestras.
Lo citado es parte de una nota aparecida en 2013 en la revista Mercado, dedicada a libros aparecidos en EE.UU. que tratan sobre la crisis financiera y el capitalismo global desde diferentes ópticas. James O’Toole, profesor de ética de los negocios de la Universidad de Denver, los utilizó para poner en debate el tema del mercado y la moral en el capitalismo.
Los comentarios de este artículo se encuentran deshabilitados.