Por Emiliano Rodriguez
El peronismo no kirchnerista acaba de demostrar que
está decidido a labrar una propuesta de gobierno alternativa al
macrismo prescindiendo de cualquier liderazgo que pretenda ejercer
la exmandataria Cristina Kirchner, con vistas a las elecciones de
medio término de 2017 y, especialmente, a los comicios
presidenciales de 2019.
En realidad, era el único camino posible a simple vista si
pretendía -y pretende- rivalizar en los próximos años con el
kirchnerismo residual, cuyo objetivo existencial es trabajar para
el regreso de Cristina al Poder: en este contexto, romper era la
única opción del PJ que intenta resurgir tras la derrota.
La caída frente a Mauricio Macri en las elecciones
presidenciales sumada al histórico traspié en la provincia de
Buenos Aires significó un furibundo golpe a la mandíbula para el
Partido Justicialista (PJ), que aún hoy tambalea mientras alista
para el 8 de mayo venidero sus comicios internos.
En esa votación, el justicialismo deberá elegir a sus nuevas
autoridades y definir fundamentalmente su perfil como partido de
oposición y el papel que desempeñará: quienes se apartaron días
atrás del bloque de diputados del FpV dando un portazo y
cuestionando la falta de autocrítica del kirchnerismo después de
la bofetada recibida en noviembre de 2015 ya anticiparon que su
postura frente a la gestión macrista será "constructiva".
Parece claro en este sentido que existen marcadas diferencias
entre quienes abogan por el retorno de Cristina a la Casa Rosada y
aquellos que pugnan por construir su propio proyecto nacional con
relación al devenir e incluso a la supervivencia del actual
Gobierno: lisa y llanamente, "que le vaya bien" a Macri y compañía
no sería un deseo común en filas justicialistas.
El kirchnerismo necesita que el macrismo trastabille -y quizá
se encargue de colaborar para que eso ocurre-. De ese modo, le
resultará mucho más sencilla la misión de soplar y soplar las
brasas para mantener encendida la ilusión de un pronto regreso de
Cristina a las grandes ligas de la política.
Por el momento, quien llegó a desempeñarse en la Presidencia de
la Nación como "la madre del país y de todos los argentinos", de
acuerdo con sus propias palabras, se encuentra retirada de los
flashes cotidianos, recluida en El Calafate, en el lejano sur
patagónico, y su imagen en forma lenta, pero progresiva se va
desvaneciendo, como ese amor de verano del que va perdiendo
contacto con el correr de los meses.
QUE A MACRI
LE VAYA BIEN
El recuerdo aún latente entre aficionados kirchneristas de
aquella despedida a toda orquesta de Cristina del Poder frente a
una Plaza de Mayo colmada es indudablemente un escollo para el PJ
recién fracturado del FpV en su afán de sumar respaldo genuino de
las bases y acrecentar la sangría de dirigentes y/o militantes en
su adversario político intramuros.
Pero ese mismo peronismo que está dispuesto a desmarcarse del
Frente para la Victoria, y sobre todo de La Cámpora, para empezar
a mostrarse como alternativa de gobierno sabe que cualquier
contribución de su parte para que a Macri -y al país- le vaya bien
en los próximos meses achicará casi por inercia el margen de
maniobra del kirchnerismo para apuntalar con argumentos sólidos un
eventual regreso de "la jefa".
Si romper era inevitable para aquellos que fantasean con la
posibilidad de catapultar a Juan Manuel Urtubey o a Sergio Massa
por ejemplo hacia una candidatura presidencial en 2019 dentro del
PJ no kirchnerista, favorecer para que al menos en el corto plazo
un gobierno medianamente armónico de Macri ayude a teñir cada vez
más en tonos sepia la foto del recuerdo de Cristina presidenta
bien podría convertirse en una siguiente etapa de la estrategia
global de este nuevo peronismo.
Claro que el propio Macri tampoco se las hace del todo fácil a
esos dirigentes justicialistas que promueven una oposición
constructiva, con medidas impopulares como un tarifazo en
servicios públicos, una purga en el sector estatal que corre serio
riesgo de confundir a justos con pecadores y una devaluación
superior al 40 por ciento, combinada con una inflación que carcome
a diario el poder adquisitivo de los asalariados.
No obstante, en el plano estrictamente político, el actual
Presidente hasta el momento ha demostrado tener una muñeca casi
prodigiosa para construir gobernabilidad, logrando el respaldo de
gobernadores peronistas, a quienes la Nación deberá lógicamente
socorrer en medio de las dificultades financieras que padecen, y
así cooperar con las intenciones de ruptura del PJ que no
comulga con el mandamiento kirchnerista.
Lo dijo (entre líneas) el propio Diego Bossio, duramente
vilipendiado por dirigentes del FpV, quienes lo responsabilizan
por la fractura del bloque de diputados K: la iniciativa contó y
cuenta con el respaldo de -al menos y hasta el momento- cinco
mandatarios provinciales, que son Domingo Peppo (Chaco), Rosana
Bertone (Tierra del Fuego), Carlos Verna (La Pampa), Sergio Casas
(La Rioja) y el propio Urtubey.
Además, en los pasillos del Congreso se comenta que otros
líderes territoriales, como Gerardo Zamora de Santiago del Estero,
también estarían alistando un golpe de timón, lo que implicaría
que sus legisladores acompañen al macrismo dando quórum para
tratar, por ejemplo, la eventual designación de Horacio Rosatti y
Carlos Rosenkrantz como jueces de la Corte Suprema de Justicia.
¿Será por eso que el Gobierno convocó ahora a extraordinarias
después de haberlos nombrado por decreto y "en comisión"? ¿Por que
confía en llegar al número necesario para evitar que el
kirchnerismo le boicotee la sesión?
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