Por Roberto Actis
Mientras en Singapur, en el otro extremo del mundo, se estaba empalideciendo el color rojo del alerta por una conflagración nuclear, consecuencia del primer encuentro entre dos líderes mundiales de dudosa hechura moral y bastante más aún emocional como Donald Trump y Kim Jon-Un -roguemos que así sea y se prolongue-, aquí en la Argentina en cambio se ponía mucho más rojo el alerta por una economía que no encuentra el rumbo, y que a esta altura -después de dos años y medio- definitivamente debería estar algo mejor, pero cuyos resultados hasta ahora están bastante lejos de eso.
Es que mientras aquí se ha perdido la confianza, cuando se ha dejado de hablar de semestres para pasar a medir el tiempo en años, varios para mayor precisión, desde afuera en cambio se trata de reforzar la confianza no sólo con declaraciones que a veces no tienen mucho que ver con la realidad sino también con ese inédito -por la cifra- respaldo del FMI con los 50.000 millones de dólares. Lo que en buena medida deja entrever el espanto que también tiene gran parte del mundo de que pueda regresar el populismo encarnado por la docena de años kirchneristas que dejaron las finanzas arrasadas y las instituciones vapuleadas. Otra Venezuela en esta parte del continente, cuando está gestándose algo similar con Nicaragua, sería realmente insoportable de sobrellevar.
Poco se hace en verdad desde el gobierno por mejorar lo que recibieron, pues la pesada herencia hoy sigue siendo tan pesada o aún más que antes. Lo explicaron mal y transmitieron un optimismo que ahora le terminó jugando en contra. La desconfianza crece y está certificada por la indomable cotización del dólar, que es donde se refugia la gente cuando no cree, como ahora. Si algo queda claro es que el dólar no tiene precio, lo pone la gente. Volver a tener credibilidad es mucho más difícil de lo que se pueda imaginar, hay que dar pasos firmes, no se puede estar pensando cada decisión por las elecciones que vienen, y mucho menos cometer errores tan groseros como por ejemplo anunciar a los cuatro vientos que se dejaría flotar la cotización del dólar -tras anunciarse el acuerdo con el FMI- y a los dos días el Banco Central salga a la calle con 700 millones para contener algunos centavos. Lo que, entre otras cosas, le costó el cargo a Sturzenegger.
Escuchar en estos días de tantas turbulencias a los economistas llama a una reflexión, que no es nueva porque así fue siempre, pero que debe ser remarcada. No vamos a hacer nombres porque en realidad no vale la pena, es válido para cualquiera, casi no existen excepciones. Sean aquellos cercanos al gobierno -incluso siendo parte del mismo hasta hace poco-, los medianamente críticos, como los acérrimos opositores. Todos dicen tener la solución, el rumbo más adecuado, pero curiosamente cuando llegan a ocupar cargos con poder de decisión, chau! se terminó la sabiduría. Un amigo nos decía, sobre esta situación más que evidente: cuando se ponen los cortos y salen a la cancha, son más troncos que los que criticaban. Y no hablemos de los que estuvieron durante el ciclo K, que ahora dan consejos de lo que hay que hacer para solucionar los problemas que ellos mismos crearon con su suma de desaciertos.
Recordemos un poco a los que están o estuvieron, según el presidente Macri "el mejor equipo de gobierno de los últimos 50 años". Parecían saber una hoja más que el libro, pero a todos se le fueron quemando los papeles de tal manera, que lo que estaba mal, ahora está todavía peor. Dólar incontenible, inflación creciente y al acecho, déficit público gigantesco, balanza comercial deficitaria. Y para colmo de males, enorme merma de la cosecha por la sequía, tasas de la Fed en alza y suba del petróleo. En fin, un combo que calificarlo de explosivo es quedarse corto, viéndose casi diariamente en la alarmante conflictividad social. La cual es aprovechada, y más que eso fogoneada a más no poder para que si la situación es mala lo sea mucho más todavía, única posibilidad de poder vislumbrar un retorno, que entre otras cuestiones pondría un paragüas de salvaguarda a tantos corruptos que aseguraron el futuro de sus choznos. Varios de ellos entre rejas y otros que podrían seguir ese camino, aunque aquí con la justicia que tenemos nunca se sabe.
Pero más allá de todo, como siempre decimos en estas fechas especiales, que todos los padres tengamos el mejor de los días. Y aquellos que ya no están, el más cálido de los recuerdos.
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