Por Sirley Húbeli Bertone
Siempre lo decimos: que Rafaela posee dos sitios que son un verdadero motivo de orgullo para todos los que habitamos en ella y son: la Catedral San Rafael y la plaza 25 de Mayo. Dos cosas que se instalaron en el instante mismo en que Rafaela nacía en el corazón de la pampa gringa santafesina, legado de la acción colonizadora del insigne suizo Guillermo Lehmann allá en el ya lejano 1881.
Lo que fueron ambos lugares presidiendo el comienzo de un poblado que ostenta el título nada menos que ser el segundo de los primeros hitos inmigratorios que se dieron en el país a fines del Siglo XIX. De aquella vetusta nota gráfica de la aún aldea, ya la entonces capilla y el trazado de los que sobresalían en el principiante damero urbano. Los dos crecerían y se quedarían en el centro de una colonia que rápidamente treparía a la envidiable grada de ciudad. Tanto la humilde capillita como la plaza se consagrarían en la máxima posición; una sería el templo máximo, el que albergaría en su altar al santo patrono San Rafael y el otro: la plaza principal 25 de Mayo. Por estos días, uno de esos lugares fue completamente remozado en toda su artística estructura edilicia, sin alterar esas líneas tradicionales de su construcción.
La Catedral está más bella que nunca, luce majestuosa apoyada en esa concepción que fue realmente obra de alguien con fuertes veleidades de artista. Y así como la Catedral, la Plaza 25 de Mayo presenta una visual de belleza indescriptible y hasta pareciera que toda la magia y el encanto de la primavera se ha recortado en ella por la multiplicidad de flores de todos los colores que cubren sus canteros. En este octubre, cumpleaños de la ciudad, creímos necesario resaltar esos dos sitios que continuarán siendo motivo de admiración y del concepto más elogioso no sólo de los que vivimos en esta ciudad, sino de todo foráneo.
Los comentarios de este artículo se encuentran deshabilitados.