Por Roberto Actis
Mientras empresarios y ex funcionarios, tránsfugas de procedencia y orígenes variopinto, se disputan codo a codo y tal vez a los empellones -no es necesario exigirse mucho para imaginarlo- para ingresar con sus arrepentimientos a cuestas a los despachos del juez Bonadío y del fiscal Stornelli buscando aliviar todo lo posible sus futuras condenas por haber participado en alguno de los diversos roles que tuvo la década de las coimas, la ex presidenta Cristina Kirchner señalada por todo ese grupo como la jefa -cargo heredado tras la muerte de su esposo Néstor, quien fue el ideólogo- de la organización corrupta que saqueó las arcas del Estado en no menos de 36.000 millones de dólares, en el Senado y durante una exposición que se extendió durante 42 minutos, como en sus mejores tiempos de las cadenas nacionales, miró fijamente la cámara de TV para decir "no me arrepiento de nada de lo que hice", y como si fuera poco subiendo la altisonancia desafiante sostuvo "no me van a hacer arrepentir", aludiendo a los "bonadíos" y los "desafueros".
Aprovechó también CFK para una especie de lanzamiento de la campaña por la elección de 2019, prácticamente ofreciéndose ante "el desastre" que está haciendo Macri con el país. Es que a medida que van deteriorándose la economía y las finanzas con el fuerte impacto en las condiciones sociales que eso supone, van creciendo las chances de la ex presidenta, no anticipemos el pronóstico ligado a un triunfo, pero al menos para ser candidata. Algo que era casi impensado apenas unos meses atrás, prueba evidente sobre lo vertiginosos y cambiantes que son los acontecimientos. Una candidatura además, que en cierto modo confirmó el senador Pichetto, cuando haciendo uso de su tiempo en el debate, respondió directamente a su anterior jefa, dejando en claro algunas respuestas de severo tono pero al mismo tiempo recordando lo servicial que fue para el modelo nacional, popular y recaudador, que hasta en algunos momentos parecía bastante una especie de disculpa. Pero bueno, todo es cuestión de interpretación, lo que vale es que tuvimos escenas de la lucha interna del peronismo nada menos que en el Senado. Así andamos.
Pero quizás más importante que la autorización de los allanamientos, al fin y al cabo algo que la ex presidenta aprovechó para victimizarse, es que quedó bastante claro que no habrá desafuero y que Cristina podrá seguir disponiendo de la misma protección que disfruta el ex presidente Menem, pero además y por sobre todo, hay que ir despidiéndose que se pueda recuperar lo robado, ya que la ley de extinción de dominio es posible que salga pero con los retoques que le introdujeron los justicialistas y que Pichetto se encargó de defender, aunque con argumentos que tienen menos solidez que un flan (hoy muy de onda), llegando a decir que poco le importaba la masiva movilización que hubo la noche del martes en reclamo del desafuero y de la extinción y que eso no cambiarían sus convicciones personales. ¿Cómo? no era que los legisladores representaban la voluntad del pueblo, mejor dicho de quienes los eligen y sientan en las bancas. Quizás la nuestra sea una visión demasiada ingenua.
Algo de lo que se está hablando, y con bastante asidero, es que una ley de extinción de dominio que tenga efecto de ahora en adelante y además aplicable en aquellos casos con condena penal -se sabe que la justicia condena el 7% de los casos y con demora promedio de 14 años-, sería un verdadero paraguas no sólo para todos los involucrados en los cuadernos además de por supuesto la familia ex presidencial, sino también para quienes ocuparon cargos de gobernador e intendente durante la docena de años del festival de corruptela, ya que al parecer Bolso López no tuvo pelos en la lengua para dar el detalle completo de obras y cuantas coimas se pagaron. Como para que todo el mundo ponga barbas en remojo, siendo entonces una ley de protección a medida, sostén de la impunidad.
Las opiniones de politólogos, analistas, periodistas y cuantos han sentado posición respecto al desenlace final de este caso son de lo más diversas, recorriendo de uno a otro extremo. A medida que Cristina logra subir en la consideración política -como lo hizo cuando permaneció callada, tal vez baje ahora que volvió a hablar-, se va desvaneciendo que la justicia le caiga como haría con cualquier ciudadano raso. Está claro que la justicia va hacia donde sopla el viento del poder, recordando por ejemplo que el juez Casanello no llamó a declarar a CFK ni aún cuando la Cámara que está sobre él se lo pidió en dos ocasiones. Si no teniendo poder sucedía de esta manera, no es difícil suponer ahora que crece en consideración debido al errático e incierto deambular del gobierno de Cambiemos.
Este es en pocas palabras y trazo grueso, el panorama de nuestro presente y del futuro que está ahí a la vuelta de la esquina. Casi, para llorar.
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