Por Vicente R. Ceballos
Tal el título de una nota periodística de septiembre de 1994 publicada en el diario "La Capital", de Rosario, por entonces propiedad de la familia Lagos y hoy parte del grupo mediático Vila-Manzano. Lo interesante del caso es la actualidad del contenido, no obstante los casi 19 años transcurridos desde aquel tiempo de la programación neoliberal que el peronismo hizo suya y aplicó sin anestesia de la mano de la dupla Menem-Cavallo. Epoca de la que responsables y sucesores se sustraen hoy con total despreocupación respecto del hecho de que en su momento suscribieran enfáticamente las políticas aplicadas en esa turbia década de claudicaciones y corrupción.
No es necesario entrar en detalles de un proceso que, con retoques y matices/ se prolonga en los días que corren. En lo sustancial, la vigencia de la impronta signada por el ajuste permanente (según preceptos del denostado FMI), las decisiones impuestas "manu militan" y la profundización ignominiosa del sometimiento de las provincias al poder central, no otra cosa que la virtual sepultura del federalismo, burla infamante del sistema institucional adoptado por los estados provinciales fundadores de la Nación.
En el artículo mencionado, Jaskel Shapiro, el columnista del caso, escribía lo siguiente sobre la cuestión última: "Para el ministro Domingo Cavallo y su equipo, para el menemismo, las provincias deben uniformarse como soldaditos de plomo, con la misma política fiscal, impositiva, presupuestaria, de inversión: deben aplicar a rajatabla la misma reforma del Estado". Sin dudar, conforme los dictados del Gobierno nacional.
Casi dos décadas después nada cambió (excepto el discurso o relato progresista, reemplazante de la teoría cavallista de la copa desbordante). Por el contrario, la fórmula de la centralización de la caja y el poder de decisión en la Casa Rosada permanece incólume y explicitada sin límites en la realidad que somete y se expone en los efectos económicos y sociales imperantes.
¿Es novedoso lo que sigue frente a lo que ocurre en este presente? Leemos: "En el debate actual (1994) sobre el grado de renuncia a las soberanías nacionales por los procesos de globalización y de integración, el menemismo y el FMI imponen, además, la renuncia a las autonomías provinciales, lo que hacen extensivo a los municipios (...) mediante medidas coercitivas y burocráticas. El presidente cambió la mano invisible por la manu militar?'. ¿Qué diferencia entre menemismo y kirchnerismo? Nada que desmienta la patente degradación del sistema republicano y sus instituciones, que la postración moral acentúa con sombríos tonos.
Shapiro, como muchas voces críticas de esos años, describía un panorama que no nos resulta para nada ajeno. Profundizado actualmente por el ajuste aplicado con una mecánica implacable que la Nación impone a las provincias y, por ende, a municipios y comunas, el resultado se muestra en la crónica diaria. No otra cosa que el reflejo de una realidad colmada por los desbordes del unicato de hecho establecido y las consecuencias en la economía de los forzados dependientes. De allí las reformas tributarias y la voracidad fiscalista desatada en estos a que ha dado lugar la conducta centralista, apropiadora de lo ajeno sin pudor en el marco del discurso antiimperialista, antifondista, nacionalista, reivindicador y justiciero que acompaña el atropello. Mansamente aceptado, debe decirse, por quienes, pendientes del favor oficial, lo consienten e instrumentan con cargo a la ciudadanía contribuyente en cada caso.
Es esa ciudadanía la que, sin derecho a explicaciones, debe hacerse cargo, como está ocurriendo, de lo acarreado por manejos dispendiosos de fondos públicos, de los costosos fracasos de las privatizaciones, de los malos servicios subsidiados, de los juicios y demás derivados de negociaciones cuyos deficitarios resultados no pueden atribuirse, a esta altura del conocimiento, a erradas decisiones. Y además el dato que representa la pérdida de soberanía política sobre los recursos en juego.
Todo ello gratis para la mayoría de los argentinos, obligados a afrontar a puro pecho desigualdades en cuanto a contribuciones al erario. Como es el caso del IVA, convertido en tributo de fundamental importancia en la recaudación, a diferencia de la privilegiada legión de la especulación financiera, exenta de carga impositiva.
A modo de cierre, procede la mención del caso de Santa Fe y su relación con la Nación en lo que a coparticipación se refiere. En el punto en que se encuentra la tirante relación resalta notablemente la manifiesta prescindencia de las representaciones parlamentarias del oficialismo nacional (Legislatura y Congreso) respecto de la problemática existente, de indudable significación para los intereses provinciales y, va de suyo, de los santafesinos en general. Queda claro por demás que otras son las razones que explican su silencio y la tácita adhesión que demuestran a una planificación política dirigida a convertir a las provincias en meros feudos de la centralidad gobernante. Nada menos que la manti militan en una República sometida a una voluntad suprema.
En consonancia con este tiempo, Manuel Ortiz Pereyra, un biógrafo de la época, se refería en 1926 al régimen conservador desplazado por la ley Sáenz Peña. Decía que el ejercicio "omnímodo de poder" por los gobiernos de ese período "determinó la formación de una clase parasitaria, burocrática y oligárquica". A tal punto que por la vía de las prácticas autoritarias el país era manejado como "una gran estancia" con capataces en cada provincia.
Ciertamente, ni aquel ni este un país de todos sino de pocos miembros de cofradías enriquecidas con negocios públicos y de otro tipo que el poder discrecional posibilita.
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