Por Roberto Actis
La historia de los vices, tanto en el caso de ser segundones de los presidentes o de los gobernadores, tiene en nuestro país toda una profusión de hechos y acontecimientos de lo más interesantes. No es necesario retroceder demasiado, sino ver lo que está ocurriendo en nuestros días, con dos ejemplos más que contundentes de los claroscuros que presentan estas tramas, que bien podrían ser producto de la imaginación de un novelista. Aunque, como siempre, también en este caso se da aquello de la realidad que supera a la ficción.
Lo del vicepresidente de la Nación, Amado Boudou, a esta altura ya es todo un clásico, y por más orden que haya existido desde la Rosada para salvarlo de cargos y cuestiones que le caen encima como gotas de lluvia, es cierto pueden llegar a salvarlo del peso -¿será realmente para tanto?- de la ley, pero su destino político parece estar sellado. Aunque en realidad, siendo Menem senador nacional y amagando con volver Cavallo a la actividad, las dudas sobre la existencia de premios y castigos es absoluta. En cambio es de una certeza total aquello que define a la política como la ciencia de lo posible. Ni más, ni menos.
Usado casi como eslogan "después vendrán por mí" es que la presidenta Cristina Fernández dispuso el cerrojo de protección sobre su vice, que no se limitó a simples declaraciones sino a hechos muy fuertes y precisos, como el sacrificio de algunas lealtades de primera hora, caso del ex procurador Righi, quien había tenido un protagonismo relevante cuando el salvataje del matrimonio Kirchner por su enriquecimiento con efecto bola de nieve.
Aunque además, y tal vez respondiendo a la lógica kirchnerista de no retroceder aunque las evidencias sean irrefutables, es que la Presidenta no va ni irá contra su propia decisión, pues Boudou fue elegido por su propio dedo. No como el caso de Julio Cleto Cobos, impuesto por su esposo en plena travesía de aquella transversalidad fracasada. Mirado a la distancia, el peso de ambos vices se asemeja al de una enorme piedra colgada a sus espaldas, sin entrar en mayores detalles ni análisis, por demás conocidos que ni siquiera falta hace.
Si bien debe admitirse que quien más que una piedra tiene una montaña enterita en sus espaldas es el gobernador bonaerense Daniel Scioli. Es que así resulta la presencia del vicegobernador Mariotto -Cobos queda un poroto en la comparación-, accionando en contra del gobernador y habiendo presentado variados pedidos de informes sobre actos de gobierno, sobre el cual se muestra ajeno, siendo más cuestionador que la propia oposición. Claro que aquí no hay más responsable que el propio Scioli, que ante el riesgo de quedarse sin recursos, accedió a tener este quinta columnista en su gobierno. ¿Cuál ha sido el gran pecado de Scioli? Pues estar muy bien en las encuestas, incluso por sobre la imagen de la propia Cristina. Y eso es imperdonable, dadas las circunstancias conocidas.
Pero claro, todo esto es actualidad pura, nada novedoso. Sin embargo, como aludimos a la historia de los vice y algunos episodios curiosos, recordemos al inefable vicegobernador santafesino Carlos Aurelio Martínez, completando fórmula con José María Vernet. Más que estampada quedó aquella impensada salida de quien luego fue intendente de Santa Fe, cuando tratando de deslizar algunos rasgos de conocimiento al aludir a un retorno evocó el resurgimiento desde las cenizas "como el Gato Félix". De Ave Fénix ni la menor idea. Una clara estampa de que la política da para todo, o dio, al menos en aquellos años.
También el recordado gobernador santafesino Carlos Sylvestre Begnis pasó de las suyas con el sindicalista metalúrgico Eduardo Cuello como vice, confrontando dos formaciones diametralmente opuestas. Con ver quién fue el que quedó en el recuerdo, todo claro. La historia también tiene sus tamizados importantes.
Como cierre, dejamos un caso retrocediendo bastante en esta historia de los vices, por supuesto mucho más amplia que este somero repaso. El del rosarino Elpidio González, para tener en cuenta, que nuestros lectores recordarán por un reciente artículo de Pepe Marquínez. Vice de Alvear en la década del 20, con quien tuvo fuertes enfrentamientos, demostrando que estas cuestiones vienen de lejos. En cambio, lo que no viene de lejos, al menos en este caso de González, fue que luego de estar dos años encarcelado por la revolución del ´30, siendo ministro de Guerra de Yrigoyen, se rehusó a recibir la pensión por su cargo y terminó sus días en la pobreza total, luego de ser vendedor callejero de anilinas. Murió en octubre de 1951 pasando sus últimos meses en la cama de un hospital. ¡Igualito que ahora!
Pero como no sólo de vices vive el hombre, aunque el horizonte se encuentre desbordado de temas, no podemos soslayar aunque sea dos líneas sobre el tema de la Justicia, que al menos la impresión e imagen que ofrece, es la de andar a los tumbos como en los mejores tiempos de la servilleta de Menem. Es que cuando la Justicia -no toda, cabe la salvedad- se pone al servicio del gobierno de turno, se presagian tiempos nefastos.
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