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Notas de Opinión Miércoles 1 de Febrero de 2017

Interrogantes de la hora

¿Qué cosas justifican nuestros alineamientos en un orden mundial plagado de conflictos diversos, trágicas situaciones e inciertas perspectivas que no fomentamos?

Vicente Ceballos

Por Vicente Ceballos

En general, ni

rusos ni chinos disfrutan aquí de simpatía. Los vemos desde la

posición en que nos colocó nuestra cultura, que defendemos en

oposición a los regímenes de opresión de unos y otros. Nos

definimos a favor de la libertad, de los derechos humanos, del libre

comercio. Repudiamos toda forma de esclavitud, defendemos el medio

ambiente, estamos en contra de los conflictos armados, en tantos

casos verdaderamente armados por el solo y exclusivo fin de la

obtención de réditos económicos y/o políticos. 

Aceptamos a

EE.UU. y Europa, con todos los reparos que podemos oponer, como los

baluartes en la defensa de valores y principios de la cultura

occidental y las construcciones políticas, económicas y sociales

que nos son propias y distintivas y con las que nos identificamos. No

obstante aceptar que mucho de lo formulado en tal sentido viene

siendo erosionado o directamente desconocido o violado impunemente

por los mismos suscribientes de lo establecido como fundamental,

podemos y debemos preguntarnos si sólo aceptamos un supuesto

“paraguas” que protegería nuestra libertad a cambio de una

virtual sumisión a un orden que nos limita conforme precisas y

ajenas intenciones que, visto está, no nos toman en cuenta.


En realidad, de

qué libertad y responsabilidades compartidas en su defensa estamos

hablando si no intervenimos en la toma de decisiones unilateralmente

adoptadas que terminan condicionando legítimos derechos e intereses

propios. ¿Qué diferencias y razones median, en definitiva, respecto

de los sistemas autocráticos de China y Rusia y las zonas bajo su

influencia?


Entonces,

esencialmente considerada la cuestión, despojada de toda otra

orientación que no responda sino a la lógica y a los

encuadramientos liminares, ¿qué cosas justifican nuestros

alineamientos en un orden mundial plagado de conflictos diversos,

trágicas situaciones e inciertas perspectivas que no fomentamos? ¿A

quiénes sirven las puestas en escena que caracterizan la actualidad?

México es una

muestra más para Latinoamérica y el mundo de que los liderazgos

actúan según sus propias estrategias, a sus afanes exclusivos, para

lo cual no vacilan en utilizar recursos extremos sin importar efectos

y consecuencias. Esto debería preocuparnos, y mucho. Si los vecinos

inmediatos de EE.UU. y socios comerciales de cuantía, reciben el

trato humillante del presidente de la superpotencia, ¿qué es dable

esperar en más para el resto de la formación que integramos? ¿En

qué se funda realmente nuestra posición de dependencia tácita a

otra que sólo, como es sabido, se manifiesta en lo económico como

principal ingrediente de la ensalada en consumo?


Anualmente, un

panel de científicos y especialistas, que incluye a 15 premios

Nobel, informa acerca de cuánto queda para el fin del mundo, anuncio

representado simbólicamente en horas y minutos. Creado en 1947, el

grupo ha tratado desde entonces de concientizar sobre el riesgo del

armamento nuclear, preocupación a la que sumó, en 2007, el cambio

climático, como fundadas amenazas al futuro de la humanidad.


Hoy estaríamos a

sólo dos minutos y medio de la medianoche final. Según lo

manifestado por el grupo, la bomba termonuclear de nuestro tiempo no

es producto de la guerra fría, sino de un presente muy recargado.

Trump y el calentamiento global. Cosa que compromete tanto a Estados

Unidos como al mundo, incluidos los latinoamericanos en general.


Corresponde

destacar que en lo puntualizado no cuentan propósitos oportunistas a

que son afectos los nacionalismos de entrecasa que conocemos. No

existe otra intención que la de plantear interrogantes sobre nuestro

país, que además de una caldeada situación política y

comprometido estado de su economía, suma un complejo panorama

interno caracterizado, básicamente, por un nefasto divisionismo de

arrastre. Causante, entre otros graves efectos, del profundo

retroceso político que hoy nos somete, en el marco externo, al

incierto panorama del convulsionado presente planetario, carente de

rumbo y notoriamente debilitado.


Puestos en crisis

paralizante los principios y valores sobre los que afirmamos nuestra

existencia como Nación libre e independiente, quedamos sujetos

enteramente a los avatares de la realidad conformada a nivel global.

En pocas palabras, nuestra propia existencia, sostenida sobre

precarias estructuras de las economías de mercado, a cuya sombra

prosperan los tentáculos de la extendida corrupción enquistada. 


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