Por José Luis Inwinkelried
Cuando la historia parecía detenerse en la consumación de su fin, los sacudones de nuevos conflictos bélicos nos demuestran que este final, era más anunciado que real, más retórico y voluntarista, que inexorable profecía del fin.
Hace unos años, la imagen de la época, parecía detenida en la trilogía de mercado global, democracia republicana y libre cambio mundial. Consolidaba este relato el final de la guerra fría, el post-comunismo y la nueva revolución científica-tecnológica (cibernética, robótica, telemática y sobre todo la expansión de los medios masivos de comunicación).
Sin embargo, la paz no reina en el planeta y menos la justicia. Un nuevo fantasma parece agitar viejos temores acerca del destino global. La intervención anglo-americana contra Irak marcó una ruptura del Derecho Internacional. El unilateralismo y la hegemonía de EE.UU. plantea nuevos desafíos al sistema internacional, del mismo modo los viejos fundamentalistas religiosos, resurgen bajo la forma de un terrorismo que combina hábilmente, viejas consignas como la “Guerra Santa” y nuevos medios, como la imagen y su difusión. Guerra militar y también cultural, donde la publicidad y promoción del salvajismo tiene un rol fundamental. Lejos del fin de la historia, esta parece moverse, por una nueva dialéctica cuyo futuro es incierto. Los grandes relatos acerca de la emancipación humana (liberalismo, marxismo, positivismo) no terminaron ni con la miseria material menos aún con la miseria del espíritu humano. Es necesario recomponer un consenso mundial, representativo de la diversidad cultural, reconstruir el multilateralismo, porque la democracia se basa, en el respeto de las diferencias y en la tolerancia de lo múltiple. El derecho internacional debería contemplar y comprender las integraciones regionales y las formas de gestión de los “bienes comunes” de la humanidad, así como una nueva conciencia ecológica.
Hoy asistimos a una supremacía militar sin precedentes de parte de EE.UU. que le permite manipular el derecho internacional a su antojo, extorsionar la historia de los pueblos, utilizar eufemismos (democracia, libertad, dictaduras, arsenales bacteriológicos, armas químicas) para invadir otros estados nacionales. Este nuevo imperialismo, se presenta bajo la fórmula exitosa del pragmatismo, como ideología de dominio. El éxito se transforma en autónomo de la moral, la ética y el derecho. Como un nuevo sujeto de la historia, se auto justifica, y se propone como horizonte del tiempo, como destino de los triunfadores y como condena al fracaso a la mayoría del mundo.
La ideología supremacista del gobierno de EE.UU. es opuesta a los principios de una sociedad abierta. Un despliegue de “maldad insolente” nos invade, formas de “Darwinismo Social” ignoran la importancia de la cooperación y sólo parece sobrevivir el más apto para la lucha. Mientras EE.UU. siga creyendo en su destino manifiesto, de “Sheriff del mundo”, y su actitud sea la del menemismo-salvacionista, el destino del planeta será incierto.
Los comentarios de este artículo se encuentran deshabilitados.