Por Edith Michelotti (*)
Si el famoso conductor del “Bailando…", fuera una “máquina de hacer sueños”, como dice una escritora de cartas de lectores de un diario porteño (12-5-14), creo que el futuro, por contaminación, nos daría una masa de personas inertes, de buen cuerpo y piernas ágiles, dejando afuera a los más gorditos, a los menos agraciados, a los dedicados al deporte, a los valientes que trabajan con quienes tienen capacidades diferentes, a los que aman la lectura, la escritura, a los que entienden que la esencia de la vida no es exclusiva de la juventud o la belleza física, a los que son capaces de sentir la alegría con lo esencial, aunque sea invisible a los ojos, a los que luchan por los niños con hambre, o los ancianos con frío, o los enfermos postergados, a los que entristecen por una sociedad que nos da todos los días un injusto muerto nuevo, o que anhela la libertad perdida. Dice la escritora que “nada nos deja más en soledad que la alegría, si se va”. Es cierto. En ese caso resultaría interesante reflexionar por qué carriles pasa la alegría. Porque en lo personal, ese conductor, al que le reconozco una sempi-eterna capacidad para atraer una gran cantidad de televidentes, fue y sigue siendo para mí, la máxima representación de la pérdida de valores profundos en nuestra sociedad. Si no fuera así, no alcanzaría el rating que lo caracteriza. Como la escritora, yo también quiero plasmar mis sueños. Deseo que el dedo que aprieta el mágico comando, responda a órdenes esperanzadoras,llenas de alegría, por supuesto. Esas alegrías trascendentes, también cargadas de hilaridad, música y bailes, que se producen cuando el ser humano dirige sus destinos hacia un mundo superador.
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