Por Jorge Nihoul (*)
Recientemente, por iniciativa del gobernador de Córdoba, José Manuel De la Sota, fue aprobada una ley que prohíbe en la provincia de Córdoba el funcionamiento de cabarés, wiskerías y demás locales donde existe oferta de mujeres para uso sexual. Esta disposición da lugar a exponer algunas consideraciones sobre las relaciones sexuales en el sentido de establecer, dentro de la ecuación oferta-demanda, cuál de estos dos términos es el agente que inicia o impulsa la interrelación, y saber en consecuencia si la medida de gobierno aludida es digna de ser impuesta.
Puede verse que el sexo es el único aparato orgánico dividido, mitad en el varón, mitad en la mujer, formando partes opuestas y complementarias entre sí. Para lograr la unida es necesaria la previa actuación de un mecanismo de motivación psico-físico de oferta y demanda. Entre nuestros precursores filogenéticos, los mamíferos, es la hembra quien realiza la oferta mediante las feromonas producidas durante los estados de celo. Esa oferta no responde a una demanda del macho, sino que éste es motivado por el estímulo proveniente de la hembra. En los humanos las feromonas ovulatorias, demasiado sutiles, no son percibidas en grado suficiente por el órgano olfatorio bomeronasal de los hombres. Esta falta de percepción es una estrategia inteligente dentro del proceso evolutivo. Ello evita que las mujeres sean acosadas por grupos de hombres en la calle, oficinas, iglesias. Lo peor sería la excitación de los propios hijos, hermanos, padres…
En compensación por la falta de tan primitivo mecanismo biológico puede observarse que la mujer se esmera en exhibir sus mejores aptitudes erotizantes, haciendo de ese modo que ella se constituya, en primer término, en el objeto de atracción, en la oferta, para después elegir al más adecuado según sus gustos y necesidades, siguiendo el principio biológico de selección natural. El varón responde con una aparente iniciativa creyendo ser el seductor, el principal protagonista, mientras la mujer luce una prudente pasividad. Alguien podría decir que la atracción sexual es una tela de araña tejida por la mujer, aunque al final la tejedora termina embarazada. Esto sería así pergeñado por el pensamiento biológico inconsciente, artífice primigenio de toda conducta sexual, puesto a favor de la continuidad de la Vida en el planeta.
Por lo demás, ocurre que entre los machos animales y humanos el sexo no funciona sin la presencia de estímulos exteroceptivos. Este comportamiento ha sido probado por experiencias realizadas por Harlow, 1962, en monos y por Zingg, 1940, en humanos. Así también ha ocurrido en el caso de los hombres confinados en la Antártida, en los primeros destacamentos privados de mujeres y televisión, según lo comprobara el Dr. Eliseo Iturrieta, médico de uno de esos destacamentos. No existe una necesidad fisiológica; el semen no es un excremento similar a la orina que se acumula y necesita ser evacuada. Puede decirse que sin oferta no hay demanda. Distinto de lo que es sentido por el hombre, en forma explícita o subliminal, si la presencia de la mujer es habitual en la calle, oficinas, iglesias.
Es entonces que para esclarecer la responsabilidad de los hechos dentro de la controvertida materia de la prostitución bien puede observarse que la oferta es lo que provoca la demanda. Esto no significa que el varón no se responsable de su conducta. La corteza órbito-formal, centro del recto discernimiento, del autocontrol y la moral, bien puede ser el medio idóneo capaz de rechazar la oferta.
Asunto aparte es establecer y legislar sobre los derechos de usar del propio cuerpo, teniendo en cuenta que nuestro cuerpo y nuestra vida son las únicas propiedades instransferibles. Este principio de propiedad avalaría el derecho del ejercicio de la prostitución en escala personal y privada. Pero por la misma razón, ese derecho de exclusiva propiedad no puede ser transferido a terceros con fines de explotación comercial.
Para entender más fondo el problema cabe agregar que la pobreza no es causa del estrago en cuestión, porque en caso contrario todas las mujeres pobres serían prostitutas en lugar de estar cargadas de hijos. Esto mismo prueba que no cualquier mujer puede ser prostituta.
La mujer prostituida pertenece a una clase psico-sexual anómala. Sexualmente, ella es apenas una media mujer, se ofrece pero no elige; tiene que poseer una especial insensibilidad que le permita aceptar a cualquier hombre. Es de pensar que su corteza órbito-frontal, las amígdalas cerebrales y ciertos neurotransmisores no la protegen, sea ello debido a factores genéticos y epigenéticos, es decir a lo que está inscrito en los genes y a los factores del entorno cultural que actúa sobre ellos, lo epi, en función de agente despertador de genes. La neurociencia tendrá que identificar los elementos objetivos de esa patología a los fines de establecer su tratamiento etiológico.
(*) Córdoba.
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