Por Juan Carlos Perucca
En el momento actual cuando se habla de minería todos en Argentina están pensando en los yacimientos de oro que parecieran ser la base de la prosperidad de San Juan. No obstante, en esta provincia se explota una riqueza minera que, si bien no tiene la espectacularidad del metal dorado, se basa en una producción de proporciones no igualadas en el resto de Sudamérica, ocupando gran cantidad de mano de obra y realizando exportaciones en volúmenes significativos desde varias décadas atrás : la cal, un producto esencial para la economía de nuestra civilización que bien merece ser llamada “oro blanco”.
Según nuestra terminología geológica, en San Juan aflora la Pre-Cordillera en un cordón montañoso de alturas relativamente bajas que cruza toda la provincia de sur a norte, desde el límite con Mendoza hasta La Rioja. Esta unidad geológica está integrada por cordones de unos 250 km de extensión y espesores de 10 a 30 km, con alturas que no superan los 1000 a 1500 m sobre el nivel del mar, íntegramente compuestos por rocas carbonáticas particularmente cálcicas de pureza llamativa, lo cual facilita su procesamiento en hornos aún tan sencillos como los tradicionales y conocidos “criollos”.
Con esta muy poco común base geológica, San Juan puede producir y abastecer de cal por muchos siglos a todo nuestro país e inclusive exportar a nuestros vecinos, tal como se está haciendo en la actualidad. Desde hace ya muchos años lo habitual ha sido procesar la piedra caliza en los tradicionales hornos criollos, quemando leña y aprovechando las barrancas arcillosas para excavar el gran cilindro que constituye el horno vertical ; se los alimenta con la piedra caliza por el techo de la loma prácticamente a mano para luego extraer la cal viva por la base de la quebrada o cañadón. Todo ello mediante un gran esfuerzo humano y en condiciones de trabajo realmente duras, bastante alejadas de lo ideal.
Pero en estas últimas décadas se han instalado ocho caleras grandes, con hornos modernos de origen suizo e italiano, de funcionamiento continuo, cuyo combustible original es el gas, el cual debido al exceso de consumo domiciliario invernal desde mayo a septiembre debe ser reemplazado por carbón residual de petróleo, reacondicionando cada horno con la clásica capacidad para el “rebusque” que poseen nuestros técnicos. Simultáneamente continúan operando una veintena de caleras chicas con los clásicos hornos “criollos”, cuya producción se destina casi totalmente a la construcción por ser de menor calidad. Tres son los centros geográficos que concentran la actividad calera : Jáchal en el norte, donde la calidad de la piedra calcárea no tiene igual en el mundo, Albardón - Zonda próximos a la capital provincial, y Los Berros cerca del límite con Mendoza.
Las principales empresas productoras cuentan con plantas de trituración y clasificación, de modo que la cal llega al mercado en diversos tamaños (granulometría) según fuese su destino. A este respecto los números lo dicen todo : las caleras locales pasaron de vender 1.000.000 de toneladas en el 2002 a los más de 2.000.000 actuales, un gran salto determinado por las exportaciones a países vecinos, las que crecieron casi un 1.000 % en sólo 5 años.
La gran minería metalífera que actualmente se desarrolla vigorosamente en San Juan y con cierto esfuerzo en otros sitios del país, es un muy importante consumidor de cales, cuya finalidad es corregir el pH (acidez) de las soluciones que extraen los metales como el cobre y el oro. Este notable desarrollo en un tiempo relativamente corto, dio lugar a una llamativa demanda de mano de obra, con un incremento del 80 % entre el 2000 y el 2008, para llegar al 150 % en el 2011. Ello determina que en San Juan, al contrario de casi todo el resto del país, exista una fuerte demanda de mano de obra, es decir, cero desocupación desde hace ya algo más de una década, lo cual se explica al observar que la generación de fuentes de trabajo sólo en el sector calero aumentó 80 % en 5 años y las proyecciones oficiales señalan que subirán un 150 % más durante la presente década
Este fuerte impulso que vive la industria calera sanjuanina, si bien ya contaba con una tradición de muchos años por calidad del producto y cantidad de las reservas explotables, se explica por la reactivación de las acerías, la evolución positiva de la construcción, los grandes proyectos mineros metalíferos que hoy se están desarrollando y en las exportaciones hacia Chile, país que abandonó su política proteccionista al evaluar la enorme diferencia de calidad entre su producto local y las cales sanjuaninas. De este modo se logró decuplicar las exportaciones hacia nuestros vecinos (de 40.000 ton. a principios de la década pasada a las 400.000 ton. de finales de la misma).
Rafaela conoció desde hace ya mucho la calidad de la caliza sanjuanina. Yo recuerdo de mi niñez que había un horno creo que en terrenos del entonces Ferrocarril del Estado, propiedad del señor Costa Lapegna, muy amigo de mi padre, que recibía vagones de piedra caliza enviados desde Albardón por don José M. Ares, un minero tradicional de cuya amistad disfruté muchos años después. Pero como alguien dijo, esa es otra historia.
San Juan está cumpliendo con lo previsto en la visión de don Domingo ; ha sido desde el tiempo de los Huarpes una provincia minera y, como en tantas otras cosas que nos cuenta la historia, también en esto el más grande entre los grandes, padre del aula, tenía razón.
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