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Notas de Opinión Martes 2 de Abril de 2013

Malvinas: doce tesis equivocadas

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Rodolfo Zhender

Por Rodolfo Zhender


1.- Estamos mejor posicionados que antes de la guerra.

Error: la guerra perdida (precisamente porque se perdió, y un país del tercer mundo) significó un enorme retroceso en el proceso de recuperación. Las heridas de una guerra son casi imborrables a pesar del tiempo. El Reino Unido, que antes del conflicto bélico se avenía a, por lo menos, sentarse a discutir, ahora condiciona absolutamente todo a la voluntad de los isleños.

2.- La victoria no da derechos.

Error. Este principio, enunciado por el canciller argentino Mariano Varela en 1869, para oponerse a las ambiciones territoriales de los países vencedores en la guerra de la Triple Alianza contra Paraguay, pasó a constituirse en uno de los principios relevantes del Derecho Internacional, pero lamentablemente en su práctica se ve limitado cuando la victoria pertenece a los Estados más poderosos. Un ejemplo de esto es la falta de solución -que no puede ser otra que política- al problema palestino, y la conformación misma del Consejo de Seguridad de la ONU, estructurado sobre la base de las potencias vencedoras en 1945, con inicuos privilegios.

3.- El hallazgo de eventual riqueza petrolera contribuye a un acuerdo con el Reino Unido.

Error. En la medida en que dicho hallazgo confirme la existencia de petróleo en calidad y cantidad que hagan redituable su explotación, no hay razón para suponer que el Reino Unido necesite de recursos logísticos e infraestructura proporcionados por Argentina, indispensables o que no puedan obtener de otra forma, aunque sea más onerosa. Antes bien, consolidaría la importancia de retener el archipiélago.

4.- El archipiélago de Malvinas no tiene importancia estratégica.

Grueso error, sólo atribuible para el que desconozca supinamente conceptos básicos de la geopolítica y del nuevo orden internacional. Malvinas y las islas del Atlántico Sur son la llave para el control del mismo –de enorme potencial alimentario- y una ventana abierta hacia la Antártida, con todo lo que ello potencialmente significa.

5.- Se carece de una política de Estado respecto de Malvinas.

Error: tal política de Estado existe, en tanto fue una constante de nuestra política exterior desde la segunda mitad del siglo XX (antes de eso el tema permaneció prácticamente ignorado). Lo que varían son las tácticas, los caminos emprendidos para lograr su recuperación: integración a partir del gobierno militar de la década de los 70; acercamiento y posibilidad concreta de una solución durante el gobierno peronista de 1973, abortada por la muerte de Perón; negociaciones bilaterales fracasadas y recuperación por la fuerza durante la época del Proceso; silencio e indirecta confrontación –en el alfonsinismo- luego de la guerra, (comprensible en función de su inmediatez); política de seducción durante el menemismo; confrontación pero gigantesca ofensiva diplomática durante el kirchnerismo.

6.- La política de confrontación del actual gobierno está condenada al fracaso.

Error: nadie lo puede asegurar y, en todo caso, a ello cabe oponer que la política de seducción también fracasó. En verdad, son distintos caminos, ambos respetables, pero que hasta ahora no han dado resultado positivo (ni, por supuesto, la vía armada, que habría que descartarla de plano). En rigor, esta administración ha profundizado un camino -ya iniciado por el radicalismo de Illia en la década del 60- que parece el más razonable: una gigantesca ofensiva diplomática (como nunca confieso haber conocido), en el ámbito internacional, en los distintos foros, exponiendo nuestras razones, instalando permanentemente el tema en la agenda pública internacional y tratando de lograr adhesiones a nuestra causa, con algunos logros parciales (UNASUR, CELAC, entre otros). Y que nadie quiera ver en esta afirmación un panegírico del kirchnerismo, con quien me separan profundas divergencias, pero que en este aspecto -porque me debo a la objetividad y no quiero caer en la crítica boba- debo reivindicar.

8.- La soberanía total, completa, irrestricta, es compatible con cualquier tipo de solución.

Error. Es compatible con expresas disposiciones constitucionales, (primera disposición transitoria de la Constitución reformada en 1994), pero sin duda constituye un escollo, en tanto es jugar al todo o nada e impide hallar fórmulas intermedias que, aunque no sean de mi agrado, no cabría descartar de plano (por ejemplo, una soberanía compartida, o una administración conjunta, por determinado período de años). Aquí debe entrar a jugar la imaginación, el hallazgo de fórmulas novedosas, superando el anacrónico concepto de soberanía propio del siglo XIX.

9.- El caso Malvinas es un típico caso de colonialismo.

Error. Muy poco tiene que ver con el colonialismo típico, clásico, en que un pueblo se alza en armas para lograr su independencia respecto de la metrópolis colonial.

10.- El pueblo malvinense tiene derecho a la autodeterminación.

Error. Ese derecho corresponde, precisamente, a los pueblos coloniales sojuzgados, no a verdaderos ciudadanos británicos, (que lo son a partir de la guerra), trasplantados y no originarios. El argumento es peligroso, porque podría derivar -el día de mañana- en un reclamo de independencia respecto del Reino Unido.

11.- Los malvinenses no deben intervenir en una eventual ronda de negociaciones.

Error, y aquí marco una pequeña diferencia respecto de la estrategia actual. El hecho de que el problema, como lo ha dicho Naciones Unidas en distintas declaraciones, esté circunscripto a sólo dos partes (Argentina y el Reino Unido) no quiere decir que no sea conveniente que los mismos sean oídos, escuchados, en orden a hallar solución a los problemas prácticos que implicaría un traspaso de soberanía, y para hacer realidad nuestro principio constitucional de “respetar el estilo de vida” de los isleños (en consonancia con las disposiciones de ONU que hablan de respetar sus “intereses”, aunque no sus “deseos” como esgrime el Reino Unido).

12.- El reciente referéndum realizado en Malvinas no tiene entidad jurídica alguna.

Error, aunque aclaremos. No lo tiene desde el punto de vista jurídico, pero sí en cuanto a lo político: en un mundo signado –en este momento histórico- por la democracia, los derechos humanos y de los pueblos, - y entre ellos a la autodeterminación-, no es desdeñable el intento de los isleños de situar el problema en torno a esos parámetros. De modo que no deja de ser preocupante y una movida de ajedrez no inocua, a la cual cabe responder con firmeza y una mayor ofensiva diplomática aún para demostrar la falacia del argumento.

(*) Miembro titular de la Asociación Argentina de Derecho Internacional. Miembro del CARI (Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales). Profesor de Derecho Internacional Público en la Universidad Católica de Santa Fe y en la Universidad Católica de Sgo. Del Estero.

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